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(Novela)Matrimonio por conveniencia Capítulo 160

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19. El deber de Bianca

 

Incluso después de recibir la confirmación del arzobispo, Bianca aún se sentía ansiosa.  Aunque dijo que la Iglesia había enviado a los Paladines, ella no había confirmado nada con certeza, por lo que todo tipo de pensamientos inquietantes pasaron por su cabeza.

 

La ansiedad la invadió día a día. Bianca siempre escuchaba la situación exterior y les solicitaba a Vincent e Yvonne que le informaran cualquier noticia.

 

¿Cuánto tiempo pasó? Pronto, las noticias de Zachary, que estaba en una racha ganadora, llegaron como una marea.  Además, el apoyo de los Paladines también fue un gran tema.

 

La historia de los Paladines que cuidan de Zachary como si fueran sus manos y pies, y la historia de que Zachary deambula por el campo de batalla bajo la protección de Dios llegó por todos lados.

 

Incluso hay observaciones esperanzadoras de que no pasará mucho tiempo antes de que Aragón pueda ser expulsado por completo de Sevran.  Fue entonces cuando Bianca pudo respirar.

 

Pero no podía simplemente relajarse. Fue porque había otro problema que haría que su vida diaria fuera caótica.

 

La razón por la que los Paladines fueron a apoyar a Zachary fue por la solicitud de la santa, y los rumores de que la santa era Bianca, la esposa de Zachary, causaron conmoción.

 

¡Qué heroica historia romántica y sagrada!

 

Los rumores se extendieran rápidamente, y las historias sobre el Conde de Arno y su esposa estaban constantemente en la boca de la gente.

 

Por supuesto, los rumores llegaron incluso a la finca Arno.  Una mirada especial cayó sobre ella.

 

Los siervos se acercaron a ella y trataron de decirle una palabra. Bianca, que aún no había escuchado los rumores, se sintió desconcertada por la situación desconocida. Vincent se acercó a ella con un paso urgente.

 

—¡Se-señora! ¡Señora!

 

—¿A qué se debe todo este alboroto, Vincent? Esto no es propio de ti.

 

—H-hay algo que debo preguntarle…

 

La voz de Vincent estaba casi sin aliento, como si hubiera corrido a toda prisa. Cómo Vincent era viejo, Bianca lo disuadió porque pensaba que estaba a punto de morir.

 

—Toma un respiro y cuéntame. No iré a ningún lado.

 

Vincent respiró hondo. Yvonne, que estaba a su lado, rápidamente le sirvió agua a Vincent.  Después de beber el agua, Vincent dijo con calma.

 

—La conexión de la señora con la Iglesia… no…  San-… lo de ser una… Santa…

 

Las palabras tranquilas no duraron mucho y se convirtieron en una serie de palabras sin sentido.  Con una combinación de tartamudeos, Bianca supo lo que Vincent estaba tratando de decir.

 

Sabía que sería así cuando rompiera el taboo contra el secreto. Aunque fue más rápido de lo que pensaba.

 

—Oh, no es de extrañar. Por eso me miraban así.

 

—¡No es algo para tomarse a la ligera, señora!

 

Ante la afirmación de Bianca, Vincent abrió mucho los ojos y la boca.  Preguntó una y otra vez como si no pudiera creerlo incluso luego de escucharlo.

 

—¿R-realmente la señora…?

 

—Si me preguntas si soy la Santa, así es.

 

—¿R-realmente es la S-santa?

 

—Lo acabo de decir.

 

Yvonne, que escuchaba a su lado, dejó caer la jarra de agua.  La jarra de agua de bronce cayó al suelo con un crujido.  La alfombra del suelo se empapó.

 

Yvonne miró fijamente a Bianca con una expresión de desconcierto en su rostro, luego se dio cuenta de lo que había hecho y se sobresaltó.

 

—Lo-lo siento, señora.  Cometí un error.

 

—Está bien.  Estaba pensando en cambiar la alfombra de todos modos.  La alfombra azul oscura que usé el invierno pasado estaría bien.

 

La ansiedad de Yvonne se calmó un poco por la actitud de Bianca, que parecía ignorar el error de Yvonne como si no fuera gran cosa. Yvonne miró a Bianca con delicadeza.

 

El perfil de Bianca, mirando por la ventana con la boca cerrada, parecía sagrado.  Su piel blanca y pura, como si nunca se hubiera bronceado al sol desde que nació, se veía divina, y sus labios, que antes parecían tercos, ahora se veían muy sinceros.

 

¡La señora a la que sirve es una Santa!

¡Qué cosa tan gloriosa es esa!

 

Yvonne, que apenas podía evitar su mirada de sorpresa ante lo inesperado, preguntó con cautela.

 

—…  Entonces, ¿fue por eso que se reunió con el arzobispo en la capital?

 

—Así es. ¿No recuerdas lo nerviosa que estaba porque sir Gaspard y tú no salíais?

 

Bianca asintió con una sonrisa.  Yvonne abrió la boca y miró fijamente a Bianca.  Había una diferencia entre lo que percibía su cerebro y lo que realmente percibía.

 

El asombro de Yvonne y Vincent fue solo el punto de partida.  Con la aprobación de Bianca, el hecho de que ella era una Santa se extendió por todo el territorio Arno.

 

—Si es la señora, no es de extrañar incluso si es una Santa. La primera vez que la vi, fue como ver un ángel de Dios.

 

Los otros sirvientes, que habían estado escuchando la línea de elogios de Nicholas hacia Bianca, se rieron torpemente. Sé sentían avergonzados por lo arrogante que era, pero nadie tenía nada que decir ya que sabían cuanto Nicholas apreciaba a la señora.

 

Ahora que lo piensan, las palabras de Nicholas no están tan equivocadas…  Escuchó que las velas talladas por Nicholas fueron un regalo para la Iglesia.  ¿Quién hubiera imaginado que el trabajo de Nicholas, siendo un niño, sería tan reconocido? Además el encaje…

 

Las criadas que estaban aprendiendo a tejer con Bianca charlaban mientras armaban un alboroto.

 

—Oh cielos. Entonces, ¿la señora es realmente una Santa?

 

—¿Quieres decir que los Paladines ayudaron al Conde?  Entonces, el Conde sobrevivió gracias a la señora, ¿no es así?

 

¿Qué tiene que sea una Santa?

 

Bianca trató de actuar como si nada estuviera mal porque de otra forma solo perdería la cara por nada.

 

Sin embargo, la parte involucrada, Bianca, no pudo soportar el hecho de estar sentada frente a ellas.

 

Bianca, que no pudo permanecer quieta, saltó de su asiento con el rostro pálido.

 

—Ah, señora.  Por favor, no se vaya y hable con nosotras.

 

—¿De qué quieren hablar? Mejor concéntrense en producir encaje.

 

A pesar de la feroz negativa de Bianca, la criada volvió a preguntar.

 

—Solo una palabra, ¿si?  Se dice que cuándo hablas con la señora, se transmite su divinidad.

 

—Eso no tiene ningún sentido…

 

Bianca frunció el ceño ante los comentarios absurdos de la criada. Divinidad… era un comentario que parecía tratarla como una reliquia viviente.

 

Sabía que mientras ella estaba haciendo cosas e interviniendo en los asuntos de la finca, la mirada de la gente había cambiado bastante favorablemente.  Sin embargo, era la primera vez que se le acercaban con una conversación tan activa.

 

Fue un poco vergonzoso, pero no fue algo malo. Bianca trató de ser lo más indiferente posible. Sin embargo, fue inevitable que las puntas de las orejas no enrojecieran.

 

Pero no fue un día tranquilo. Una extraña nube de guerra se cernía sobre la propiedad de Arno.

 

La noticia era sobre el segundo príncipe que desapareció repentinamente de la capital.

 

Pero no todos tenían curiosidad sobre el paradero de Jacob. La opinión predominante era que el primer príncipe no debería estar de muy buen humor después de la muerte del primer príncipe, por lo que podría haberse ido a cazar a algún lado.

 

Si Bianca no hubiera ordenado que reunieran noticias sobre el segundo príncipe por separado, se lo podría haber perdido.

 

Bianca se sumió en sus pensamientos.

 

Jacob debe estar más desesperado por ganar el trono que cualquier otra persona.  ¿En vez de esperar en la capital a que la vida del rey se extinga dejó su asiento vacío? Eso era extraño.

 

«No creo que se haya infiltrado en el ejército de Arno con la intención de asesinar a Zachary… No. Si tiene cerebro, no hay forma de que pueda entrar en un lugar donde están los Paladines. Así que eso no puede ser…»

 

Sin respuesta, la cabeza de Bianca se quedó en blanco. Poco después, un sirviente corrió a la habitación de Bianca y gritando dijo.

 

—¡Señora!  ¡Señora!

 

—¿A qué se debe este alboroto?

 

—¡El territorio…!

 

En la habitación de Bianca, solo entraban y salían las sirvientas, y los únicos hombres que venían de visita eran Gaspard o Vincent.  Fue aún más extraño ver la visita de un sirviente desconocido, y más aún un sirviente que levantara la voz.

 

El sirviente jadeó en busca de aire.  Bianca frunció el ceño ante la ligera conmoción y miró fijamente al sirviente. La última visita de Vincent se superpuso con la actual.

 

Sin embargo, la noticia esta vez no fue tan buena como lo fue entonces.

 

—¡¡Un ejército ha invadido el territorio!!

 

Bianca, que recibió un informe inesperado, saltó de su asiento, sobresaltada.  Yvonne también miró al sirviente con una expresión perpleja.

 

«¿Un ejército?  ¿Un ejército los invadió?  ¿Aquí, en la finca Arno? ¿Quién?»

 

Era algo en lo que nunca había pensado.  El cuerpo de Bianca se tambaleó ante la confusión que se apoderó de ella.

 

Bianca pronto supo quién había invadido su propiedad.

 

¡Jacob!

 

Cuando se preguntó por qué había dejado su asiento no esperaba que resultará así.

 

Si hubiera sido Bianca en el pasado, habría tenido en cuenta esta posibilidad tan pronto como supo que Jacob se había ido de la capital. Por su supervivencia. Por su futuro.

 

Fue entonces cuando Bianca se dio cuenta de que había pasado mucho tiempo pensando solo en el bienestar de Zachary en lugar de pensar en los medios para protegerse a sí misma.

 

Fue demasiado tarde cuando se dio cuenta.

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