—¡¡¡Iris!!!
Bokeer tomó una de las lanzas del suelo y volvió a atacar al Yumaf, pero este no se movió y solo volteó su cabeza hacia Bokeer, generando un extraño y estruendoso sonido con su gran boca.
—¡Bokeer, aléjate! —gritó Iris mientras veía a Harvey en su forma de jaguar correr hacia ella y atacar al Yumaf, clavándole sus colmillos.
—¡Iris, Bokeer, rescata a Iris! —se escuchó la voz de Harvey, quien, aun siendo un jaguar, lograba comunicarse con normalidad.
—¡No, Bokeer, no te acerques, es peligroso! ¡Harvey, no lo hagan! ¡Manténganse a salvo, por favor! —gritó Iris mientras era llevada por el Yumaf al interior del bosque, mientras Bokeer y Harvey los perseguían.
“No, no por favor, no vengan, ambos están heridos, no quiero que sufran más”, pensaba Iris mientras veía a lo lejos cómo se perdían por completo las siluetas de Harvey y Bokeer.
[Cincuenta minutos después]
Iris intentaba luchar cada minuto y segundo contra el fuerte agarre del Yumaf, pero este no parecía querer soltarla. “Me está llevando hacia su guarida para alimentarse… Tengo que soltarme antes de que llegue allí, ya que aún faltan algunas horas para que salga el sol”, pensó Iris mientras extendía su mano hacia el pequeño bolso que siempre llevaba en su cintura, esperando encontrar algo con qué defenderse.
—¡Suéltame, maldita cosa! —gritaba Iris mientras rebuscaba algo que pudiera usar como arma en su bolso, mientras el Yumaf la cargaba en sus largos brazos y grandes manos.
Entonces escuchó un fuerte chillido venir desde el cielo cuando sintió una de las hojas donde guardaba restos de sal para regalar. La sacó rápidamente para golpear al Yumaf sin saber lo que había sacado, y se dio cuenta de que el Yumaf por primera vez mostró algo de dolor. Eso la hizo darse cuenta de la única debilidad de aquella cosa.
—Sal…
Iris metió su mano en el bolso nuevamente mientras sentía las manos del Yumaf afirmarla con más fuerza, pero eso no la hizo rendirse. Alcanzó una nueva hoja rellena de sal y la lanzó dentro de la boca del Yumaf, que gritaba de dolor al ser quemado por la sal. Iris esperaba que este la soltara, pero eso no sucedía hasta que vio una gran águila chillar con fuerza mientras la tomaba con sus grandes patas y la separaba del Yumaf.
—Sí, me soltó —pensó Iris, sin esperar que el Yumaf fuera aún más persistente y la siguiera con torpeza por el dolor de las quemaduras.
Iris miró al águila que la estaba rescatando cuando vio las garras del Yumaf aferrarse al ala del águila y lastimarla gravemente.
—¡No! —gritó Iris preocupada, esperando caer al suelo, pero el águila no se rindió y voló aún más alto para no ser atrapado junto a Iris.
El Yumaf no logró alcanzarlos por lo alto que volaba el águila y la rapidez de esta, Iris al fin se sintió más a salvo, hasta que de repente vio cómo el águila comenzaba a perder altitud y caía junto a ella directo al suelo.
—¿Uh? ¿Por qué no me duele? —Iris recordó haber caído de gran altitud junto al águila, pero lo que vio al llegar al suelo fue completamente diferente.
—¿Quién es este hombre? —Iris sintió los brazos de un hombre sobre ella, abrazándola con fuerza. Al abrir los ojos, vio un rostro atractivo frente a ella: un hombre de piel blanca, cabello negro y ojos azules, con una gran cicatriz en su rostro, cubierta por su cabello—. ¿Él… él me salvó? ¿Acaso esa águila era…?
Iris se levantó y miró al hombre inconsciente y herido en el suelo. Era obvio que este la había abrazado para recibir el impacto de la caída y evitar que ella fuera lastimada, por lo que Iris se negó a dejarlo allí y comenzó a buscar un lugar para ocultarse con él y pasar la noche.
[Minutos después]
—Este lugar parece perfecto. Vamos, hombre, despiértate… Ayúdame, pesas demasiado —decía Iris mientras arrastraba a aquel desconocido dentro de una gran cueva en medio del bosque «Creo que será necesario prender una fogata para evitar que esas cosas vuelvan porque le temen al fuego» pensó Iris mientras miraba al hombre recostado a su lado y comenzaba a prender el fuego.
—Tiene una capa, pero está algo húmeda por el frío de la noche. Será mejor quitársela para que no se enferme. —Iris comenzó a quitarle de inmediato la capa al hombre, dándose cuenta de que este tenía una gran herida en su espalda.
—¡! —Iris miró de cerca y se dio cuenta de que las heridas habían sido hechas por el Yumaf, ya que parecían tres arañazos profundos.
Iris se quedó cuidando al hombre durante toda la noche hasta que se hizo de día y este despertó.
—Tú… ¿Eres la mujer de anoche, verdad?
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