—Bien, sigamos. Terminaré de mostrarte el resto de la aldea. Bueno, mira, aquí es donde los hombres asamos las presas cazadas para las mujeres. Por aquí dejan las frutas recolectadas y acá guardamos algo de los alimentos para el invierno, aunque… claro, no tenemos mucho y el invierno se encuentra cada vez más cerca —dijo Harvey mientras Iris lo escuchaba atenta y miraba cada lugar que él le mostraba.
“Parece un lugar bien organizado para lo rústico que es”, pensó ella, viendo cómo las mujeres que se encontraban en las chozas comían las carnes hechas por los hombres. Después de varios minutos caminando, Harvey invitó a Iris a comer algunas de sus presas cazadas con anterioridad.
—Tengo un poco de carne, ¿quieres comer? —preguntó Harvey.
—He… sí, claro —respondió Iris mientras Harvey asaba la carne y le daba a ella para que comiera. Al probar la carne asada por él, frunció el ceño y miró a Harvey preocupada. “¿Ellos comen esto así? No tiene ningún sabor, a excepción del jugo natural de la carne”, pensó Iris mientras veía a Harvey comer con tranquilidad.
—¿Puedo quedarme contigo? —preguntó Iris.
—¿Qué? —respondió Harvey, sorprendido.
—Dijiste que podía elegir con quién quedarme y… bueno, tú me salvaste anoche y eres el único que conozco aquí. Tampoco pareces una mala persona, así que, ¿puedo? —dijo Iris, un poco nerviosa.
Harvey se quedó en silencio, sonrojándose, y asintió con la cabeza. “Nadie podría negarse a compartir vivienda con alguien como ella, ni siquiera yo”, pensó Harvey. Se sentía cautivado por la belleza de Iris, pero no se atrevía a demostrarlo abiertamente, ya que tenía una reputación como jefe que defender.
Los días fueron pasando e Iris comenzó a formar amistades con los miembros de la aldea, especialmente con dos mujeres, Kathy y Camila. Kathy, quien estaba embarazada, había sido la primera en acercarse a Iris y presentarle alegremente a sus cinco hijos, mientras que Camila tenía seis niños y una niña. Ellas veían a Iris como la futura pareja de Harvey porque él jamás se había acercado a una hembra y se negaba a cortejar a una. En cambio, parecía muy interesado en Iris, siempre que salía a cazar o recolectar alimentos, estaba pensando en ella y llevándole frutos dulces.
—No lo creo, él solo es amable porque estamos viviendo en el mismo lugar, no es más que eso —dijo Iris, intentando convencer a las mujeres.
—No, yo estoy segura de que el jefe está tratando de cortejarte, Iris —respondió Kathy.
—Sí, yo también pienso lo mismo. Desde el principio el jefe se mostró mucho más interesado en ti que en cualquiera de las mujeres de la aldea —agregó Camila.
Iris volteó y miró a sus espaldas, viendo cómo Harvey se encontraba dando instrucciones a algunos hombres para ir a cazar. Todos parecían prestarle atención. Fue entonces que Iris se dio cuenta de cómo una mujer se acercaba a él, fingiendo caerse para llamar su atención. “Eso fue muy evidente”, pensó Iris, observando a Harvey agacharse y extender su mano para ayudar a la mujer a levantarse. En cuanto esta sujetó el brazo de él para aferrarse, fingiendo estar herida, Harvey la rechazó.
—¡Calvin, ven aquí, por favor! Mira, esta mujer parece haberse lastimado. Te la encargo, llévala a su choza y que descanse. Asegúrate de que no tenga el pie lastimado —ordenó Harvey.
—¡Sí, jefe! —respondió Calvin mientras sostenía a la mujer y la alejaba de Harvey, quien se limpió el antebrazo donde la mujer lo había tocado.
“Él… ¿Por qué actúa así?”, se preguntó Iris, confundida, pero se olvidó rápidamente de lo sucedido. Durante esa misma noche, Iris hizo una fogata dentro de la cueva para preparar algo de comida, ya que había decidido encargarse ella de la alimentación en vez de dejarlo en manos de Harvey.
—Harvey, ¿estás ocupado? —preguntó Iris.
—No, no para nada. ¿Qué sucede? —respondió Harvey.
—Ya está lista la comida, ¿vienes? —dijo Iris.
Harvey se levantó rápidamente de su asiento y caminó hacia el interior de la cueva para comer junto a Iris, que había cocinado. Se sentía completamente satisfecho con cada cosa que ella preparaba porque era la única en toda la aldea que usaba especias en las preparaciones.
—Harvey, quería preguntarte si sabes si por aquí hay alguna playa… necesito un poco de agua marina —dijo Iris.
—¿Agua marina? ¿Qué es eso? —preguntó Harvey, confundido.
—He… bueno, me refiero a si hay algún lugar con arena clara y agua con un sabor diferente, hm… que sea difícil de beber —trató de explicar Iris.
Harvey la entendió de inmediato.
—Sí, si hay un lugar así, cerca de la aldea de los caballos salvajes. ¿Quieres ir? —preguntó Harvey.
—Sí, necesito agua marina para algunas preparaciones. ¿Queda muy lejos esa aldea? —preguntó Iris.
—No, no es lejos. Podemos llegar en unas cuatro horas caminando hacia el este —respondió Harvey mientras Iris sonreía contenta y él la admiraba, perdido en los labios de ella. “Es bellísima, me gustaría poder cortejarla, pero he visto bien cómo ha rechazado a algunos de los machos de la aldea desde que llegó y sé que a mí tampoco me dará la oportunidad”, pensó en silencio Harvey, decidiendo solo admirar a Iris sin revelar sus verdaderos sentimientos por ella.
—Podemos ir mañana. Dejaré a Calvin a cargo de las tareas de mañana y te acompaño a la aldea de los caballos salvajes —dijo Harvey.
—Sí, eso sería genial, pero… ¿No sería mejor que me acompañe alguien más? Digo, tú eres el jefe de la aldea y debes de tener mucho de qué encargarte —respondió Iris.
—No, no hay problema. Confío en Calvin, él hará un buen trabajo, así que yo te guiaré mañana —respondió Harvey rápidamente.
Al día siguiente, Iris y Harvey se dirigieron temprano hacia la aldea de los caballos salvajes, donde fueron recibidos por Bokeer, el líder de la aldea, quien ya conocía a Harvey de antemano por haber intercambiado comida años anteriores.
—Entonces, ¿para qué has traído a una mujer aquí, Harvey? Es la primera vez que lo haces. ¿Acaso no evitabas a las hembras siempre? ¿Quieres que la recibamos aquí y le demos asilo? —preguntó Bokeer.
—
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