—Harvey, espera… ¿Qué sucede? ¿Quién es él? —preguntó Iris, frunciendo el ceño, mientras miraba a Lin. Hasta ese momento, no le había prestado mucha atención desde que había despertado, pero ahora algo en su interior le decía que debía saber más.
Harvey titubeó, evitando la mirada de Iris por un momento. Sabía que había llegado el momento en que no podrían seguir ocultando la verdad.
—Él es… —Harvey vaciló un momento, sin saber cómo explicar la situación—. Es tu médico, él nos ha ayudado todo este tiempo.
Los ojos de Iris se entrecerraron mientras trataba de comprender. Sabía que algo no encajaba.
—¿Entonces él es quien me curó las heridas y todo eso? —preguntó, aún desconcertada—. Pero ¿por qué se va ahora? ¿Se siente mal?
La pregunta de Iris hizo que Harvey, Shuu y Bokeer intercambiaran miradas nerviosas. No querían preocuparla, pero Iris ya podía percibir que algo se estaba ocultando. Lin, visiblemente debilitado, intentó intervenir antes de que la situación se complicara más.
—No es nada, señorita Iris —dijo Lin, esforzándose por mantener una apariencia tranquila, aunque su voz se entrecortaba—. Estoy bien, solo… cof, cof… solo me tomé un resfriado hace unos días, no tiene de qué preocuparse.
Lin dio media vuelta y se dirigió hacia la salida de la cueva. A pesar de su esfuerzo por mantener la calma, el temblor en sus pasos delataba su estado. Harvey, Shuu y Bokeer quisieron seguirlo, pero Lin levantó una mano, deteniéndolos.
“Él sabe lo que le espera,” pensó Harvey, mordiéndose el labio. “Pero no quiero que Iris se sienta culpable.”
Iris, sin embargo, había percibido el malestar en el ambiente. Mientras observaba a Lin alejarse, una sensación de inquietud se apoderó de ella. Sin pensarlo, se levantó de la cama. El dolor en su cuerpo era apenas una molestia en comparación con la urgencia que sentía. Sus cónyuges intentaron detenerla, preocupados por su estado.
—Iris, no deberías levantarte… —dijo Shuu con voz preocupada, pero ella lo ignoró, su mente fija en Lin.
“Él me salvó, eso lo sé,” pensó Iris mientras se apresuraba detrás de él. “No puede irse así.”
El viento frío del exterior la golpeó en cuanto salió de la cueva. A lo lejos, Lin cayó de rodillas, sus manos temblando mientras intentaba ponerse de pie.
—¡Cof, cof, cof…! ¡Urg…! ¡Due…! ¡Duele! —Lin jadeaba, su cuerpo encorvado de dolor.
El joven intentó arrastrarse hacia el bosque, queriendo desaparecer antes de que alguien lo viera en ese estado. Pero antes de que pudiera moverse más, una mano cálida se posó sobre su hombro. Al levantar la vista, vio la figura de Iris arrodillada a su lado, su expresión serena, pero llena de compasión. Sacando una tela de su vestido, limpió la sangre que brotaba de los labios de Lin.
—Tú me ayudaste, ¿verdad? —preguntó Iris en voz baja—. Pude escucharte… sé que eras tú quien me llamaba.
Los ojos de Lin se llenaron de lágrimas involuntarias. Quiso negar, decir algo, pero su voz se quebró al sentir el toque suave de Iris en su piel. Ella lo miraba con una mezcla de ternura y gratitud, aunque sus pensamientos la llevaban a un lugar más profundo.
“Lo recuerdo,” pensó Iris, sus ojos perdiéndose en el horizonte. “Esa voz… la escuché mientras dormía. Estaba en un espacio oscuro, frente a dos árboles. Uno era grande, lleno de frutas diversas, y el otro, aunque pequeño, tenía frutos que parecían realmente deliciosos. Sabía que debía elegir uno, pero no podía decidirme. Fue entonces cuando escuché las voces de Harvey, Bokeer y Shuu, pero se oían distantes, como si estuvieran muy lejos. Quise seguir sus voces, pero algo me detenía. Entonces, escuché otra voz, más clara, más suave… su voz. Esa voz me guio hacia el fruto del árbol pequeño. Cuando lo tomé, una luz me envolvió, y desperté. Él… él fue quien me trajo de vuelta con mis seres amados.”
Iris abrazó a Lin con ternura, como si esa acción pudiera aliviar el dolor que él estaba sintiendo. Lin, sin embargo, apenas podía procesar lo que estaba ocurriendo. El peso de su decisión comenzaba a aplastarlo.
—¿Te duele mucho? —preguntó Iris, su voz suave, pero sus ojos buscaban respuestas en los de Lin.
—N… no, no es nada —contestó Lin, su voz temblando. Pero el dolor en su rostro era evidente.
—No mientas —replicó Iris, mirándolo con firmeza—. Formaste un vínculo conmigo sin mi consentimiento. No intentes ocultar la verdad. Sé que estás sufriendo por mi culpa, pero no puedes irte así. No voy a dejar que te marches.
Lin la miró, atónito. No podía entender lo que Iris estaba diciendo, y las lágrimas que habían intentado contenerse finalmente comenzaron a fluir.
—Tú me devolviste a mi familia —continuó Iris, inclinándose hacia él—. No puedes esperar que te abandone ahora. No puedo prometerte lo mismo que tengo con Harvey o los demás, pero te prometo que no te dejaré solo. Jamás dejaré que sufras. Tú me salvaste, y ahora es mi turno de salvarte a ti.
Antes de que Lin pudiera protestar, Iris lo besó suavemente en los labios. Luego, con un gesto decidido, mordió su cuello, sellando el vínculo por completo. Lin sintió una oleada de calor recorrer su cuerpo, y por primera vez, el dolor que lo había atormentado pareció desvanecerse.
—¿Por qué? —susurró Lin, su voz rota por la emoción—. No entiendo… ¿Por qué harías esto?
—No hay nada que entender —respondió Iris, acariciando su rostro—. Eres parte de esta familia ahora, y eso es lo único que importa.
Las lágrimas de Lin cayeron incontrolablemente mientras sentía, por primera vez en mucho tiempo, que pertenecía a algún lugar. Recordó a sus propios padres, que lo habían rechazado por su aspecto, por sus ojos azules, que consideraban una maldición. Pero ahora, aquí, había encontrado un hogar, una familia que lo aceptaba tal como era.
—Incluso mis propios padres me rechazaron… —murmuró Lin, con la voz quebrada—. Pero tú… tú me aceptas…
—Eres parte de nuestra familia ahora, Lin —dijo Harvey, acercándose con los demás—. Siempre lo serás.
Shuu y Bokeer asintieron, sus ojos llenos de gratitud y alivio. Aunque la situación era compleja, todos sabían que Lin merecía ser parte de ellos.
—Iris, será mejor que volvamos adentro —dijo Harvey, levantando a su esposa en brazos para protegerla del frío suelo cubierto de nieve—. No deberías esforzarte tanto.
Los siguientes días transcurrieron con tranquilidad, aunque una decisión importante ya había sido tomada. Harvey había decidido dejar el mando de la aldea de los Jaguares en manos de uno de sus amigos más confiables. Kathy y Camila, junto con sus maridos e hijos, también decidieron seguir a Iris y su familia para comenzar una nueva vida lejos de los problemas de la aldea.
—¡Kathy! ¿Tienes todo listo? —gritó Camila, mientras ayudaba a sus hijos a prepararse.
—¡Ya te dije que sí, Camila! Solo me falta poner algunas ollas en la canasta de Shuu —respondió Kathy, apresurada.
La aldea se había vuelto un lugar inhóspito para Iris y su familia. La idea de haber obligado a los hombres a vincularse con ella había causado tensiones irreparables. Sin embargo, mientras cargaban las últimas pertenencias y se preparaban para partir, Iris sentía una extraña paz. Ahora, rodeada de los suyos, sentía que todo iría bien.
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