La amenaza de Shuu no fue tomada a la ligera. Jae palideció, comprendiendo que estaba en serio peligro. “Iris está grave, y ese médico parece muy competente. Jae solo está interfiriendo en el tratamiento”, pensó Shuu mientras observaba a Jae, quien, temiendo por su vida, salió corriendo, tomando sus cosas apresuradamente para marcharse de la aldea junto a Gisela, sus cónyuges y algunos otros aldeanos de la aldea de los conejos.
Mientras tanto…
—¿Qué es lo que tiene? ¿Estará bien?— la voz de Harvey se quebraba bajo el peso de la incertidumbre.
Lin, sin apartar la vista de Iris, contestó con una mezcla de duda y temor:
—Ella… ha despertado el vínculo. Para recuperarse, necesitará estar cerca de sus cónyuges. La energía de ustedes puede ayudarle a sanar. Mientras más vínculos tenga, más fácil será que despierte. Lo mejor sería que todos sus cónyuges permanecieran a su lado para fortalecer su vitalidad— explicó Lin, mientras revisaba el pulso débil de Iris.
Harvey se quedó paralizado al oír esas palabras. “¿Y si no somos suficientes?”, pensó, sintiendo una angustia apoderarse de su pecho. Solo eran tres cónyuges. En su mente, las imágenes de otras mujeres con seis, siete o incluso veinte cónyuges le llenaron de miedo. ¿Serían ellos suficientes para salvarla? La pregunta seguía rondando su mente mientras miraba a Iris, frágil y postrada en la cama, con el semblante pálido.
—¿Qué tenemos que hacer entonces, Lin?— insistió Harvey, su voz cargada de desesperación.
—Por ahora… solo esperar. Manténganse cerca de ella tanto como puedan, compartan su energía. Está atrapada en un limbo. Deben guiarla de regreso con su fuerza— contestó Lin, aunque su expresión denotaba que no estaba del todo seguro de su propio consejo. Físicamente, Iris parecía recuperarse rápidamente, pero su alma, su esencia, permanecía ausente.
Lin, agotado, se dejó caer en la entrada de la cueva y pronto se quedó dormido, mientras Harvey, Bokeer y Shuu se quedaban vigilando a Iris, sus corazones pesados por la incertidumbre.
Dos semanas después…
El tiempo seguía su curso, pero Iris no despertaba. Día tras día, la angustia crecía en el pecho de sus cónyuges. Lin había descubierto que Iris estaba embarazada, pero el temor de que no llegara a dar a luz era cada vez más palpable. Harvey y Shuu estaban al borde del colapso. Bokeer mantenía una fachada de calma, pero su corazón estaba destrozado al ver a Iris, quien, aunque se recuperaba físicamente, no mostraba señales de regresar a ellos.
—¡Solo queda una semana como máximo! ¡¿Qué vamos a hacer?!— gritó Harvey, desesperado, mientras Shuu apretaba los puños, incapaz de soportar la incertidumbre. Bokeer permanecía junto a Iris, sosteniendo su mano, sin poder ocultar la angustia en su mirada. Kathy y sus hijos también estaban allí, con el alma abatida al ver a su amiga en ese estado.
—Lin, tiene que haber otra forma— rogó Kathy, su voz un eco de la preocupación de todos los presentes—. En el pasado, las mujeres que despertaban el vínculo no tardaban tanto en regresar. ¿Por qué Iris sigue así?
Lin, quien había estado observando a Iris en secreto desde antes, sabía lo especial que era ella. Siempre la había admirado, viendo cómo se esforzaba al mismo nivel que los hombres, cómo ayudaba a todos sin esperar nada a cambio. Sin embargo, su silencio lo delataba. Sabía algo que no quería compartir.
—Hay… hay una forma, pero…— comenzó Lin, evitando la mirada de los presentes.
—¡¿Cuál es?! ¡Habla, Lin!— exigió Harvey, el miedo y la desesperación apoderándose de cada palabra. No podían esperar más. Cada segundo que pasaba sin que Iris despertara era una tortura.
Lin tragó saliva y, finalmente, se decidió a hablar.
—Ella… necesita un nuevo cónyuge— dijo, con voz temblorosa. Todos los presentes lo miraron con incredulidad—. Alguien que esté dispuesto a vincularse con ella, aun sabiendo que, cuando despierte, podría rechazarlo. Y si eso ocurre, el cónyuge moriría al instante— añadió, consciente de lo grave que era su propuesta.
Un silencio sepulcral llenó la cueva. Todos sabían lo que significaba. Si Iris rechazaba al nuevo vínculo al despertar, ese cónyuge moriría en un dolor insoportable, con sus órganos explotando en su interior. Era una muerte segura para quien se ofreciera.
—¿Esa es la única opción?— preguntó Bokeer, su voz apenas un susurro. La lógica de la solución era clara, pero el riesgo era demasiado alto.
—Me temo que sí, Harvey. Iris despertó el vínculo porque el amor que siente por ustedes y la desesperación del momento la empujaron a hacerlo. Pero esa fuerza no fue suficiente para traerla de vuelta. Necesitamos un vínculo adicional— explicó Lin, con una mirada de profunda preocupación.
Harvey, Shuu y Bokeer se miraron entre sí. La desesperación era palpable en el aire. Sabían que si Iris no se vinculaba con alguien más, podría morir. Pero también sabían que encontrar a alguien dispuesto a aceptar una posible muerte era casi imposible.
—¿Qué haremos, Harvey? Nadie en la aldea va a querer arriesgarse— dijo Shuu, rompiendo el silencio.
—Tienes razón, Shuu— respondió Bokeer—. Nadie aceptará vincularse sabiendo lo que podría suceder.
Harvey miró el rostro de Iris, su corazón lleno de dolor. Sabía que no podía permitir que ella muriera. Pero, ¿cómo encontraría a alguien dispuesto a sacrificarse por ella? ¿Cómo podría pedirle eso a alguien?
Finalmente, una idea desesperada cruzó su mente.
—Los obligaremos— dijo, su voz baja, pero llena de resolución.
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