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Sobreviviendo en un nuevo mundo – Capitulo 34

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—¡¡¡HYAAAA!!!—

El grito de Iris resonó con furia mientras se liberaba, lanzándose con una patada feroz sobre la madre Yumaf. La bestia cayó al suelo por la fuerza del impacto, su cuerpo pesado temblando ante la potencia desatada. Iris, con los ojos llameantes de ira, la miró fijamente, descargando todo el dolor y la frustración que había estado acumulando desde su llegada a ese mundo extraño.

La madre Yumaf se levantó con rapidez, rugiendo mientras se abalanzaba sobre ella. Pero Iris, con agilidad y precisión sobrehumanas, la esquivó sin esfuerzo. “¿Se está moviendo más lento, o es que me estoy volviendo más fuerte?” Pensó, mientras su cuerpo canalizaba la rapidez del jaguar y la visión del águila. Con un salto impecable, propinó otra patada directa al rostro de la criatura, liberando la fuerza de las piernas que poseían la potencia de un caballo. La Yumaf retrocedió tambaleándose, pero Iris no sentía compasión.

—¡¡¡GRRRRR!!! ¡¡¡MALDITA MUJER!!!— rugió la bestia, cayendo nuevamente al suelo.

Harvey, Bokeer y Shuu observaron desde la distancia, impactados. Los ojos de Iris habían adquirido un brillo profundo, completamente rojos, señalando que el vínculo con sus compañeros era ahora tan poderoso que ella misma se había vuelto una con ellos, usando sus habilidades como si fueran propias.

—¡Shuu, Harvey! Yo me encargo, ¡vayan con ella!— gritó Bokeer, abriendo paso entre los Yumaf con patadas fuertes, permitiendo que los otros dos llegaran a Iris.

Shuu volaba a gran velocidad, acercándose más y más a Iris. Desde lo alto, notaba que algo en su mirada era extraño, como si no estuviera completamente presente. “No está respondiendo a su entorno”, pensó, sintiendo una creciente preocupación.

—¡Harvey, ella no parece reaccionar!— gritó Shuu, mientras continuaba el vuelo.

Harvey corrió con todas sus fuerzas, esquivando a los Yumaf que Bokeer no lograba contener. Cuando Shuu lo alzó con sus garras, volaron juntos, para luego dejar a Harvey a unos metros de Iris. Harvey corrió hacia ella con el corazón latiendo acelerado.

—¡Iris, mi amor! ¡Soy Harvey, Iris!— gritó desesperado.

Pero Iris no escuchaba. Seguía enfrascada en la batalla, utilizando el poder de sus tres cónyuges para aplastar a la madre Yumaf, una y otra vez. Cada golpe que lanzaba era más brutal que el anterior, destrozando el cuerpo de la criatura mientras la furia quemaba en sus ojos. Sus patadas, que una vez la protegieron, ahora solo reflejaban la intensidad de un dolor profundo que había salido a la superficie.

—¡IRIS!— gritó Shuu, pero ella seguía sumida en su rabia, cegada por el odio hacia la criatura que había causado tanto sufrimiento. Los recuerdos de aldeas destruidas, de inocentes muertos, alimentaban la tormenta dentro de ella.

La madre Yumaf soltaba gemidos de agonía. Iris, sin detenerse, saltó y pateó su cabeza con tanta fuerza que la destrozó por completo. La sangre de la bestia salpicó las piernas de Iris, quien continuaba golpeando el cadáver sin vida.

—¡Iris, amor, por favor detente!— suplicó Harvey.

—¡Ya está muerta, para!— Shuu también intentaba alcanzar su conciencia, pero ella seguía golpeando el cuerpo frío y desfigurado de la madre Yumaf. La sangre empapaba el suelo, y los tres hombres observaban impotentes cómo Iris parecía desmoronarse ante sus ojos.

Bokeer, observando cómo los Yumaf comenzaban a caer uno a uno tras la muerte de la madre, corrió rápidamente hacia ellos. Al llegar, supo que no podían razonar con Iris en ese estado. Ella seguía golpeando, aunque su propio cuerpo comenzaba a sufrir las consecuencias. Sangre corría por su nariz, y los puños de Iris mostraban signos de daño por la violencia de sus propios golpes.

—Tenemos que detenerla— murmuró Bokeer, mirando a Harvey y Shuu, quienes reflejaban la angustia en sus rostros.

“Si hubiéramos sido más fuertes… si la hubiéramos protegido mejor, tal vez ella no estaría sufriendo esto”, pensaban con dolor. Cada golpe de Iris contra la bestia sin vida resonaba en sus corazones.

—¡Vamos, debemos detenerla ahora!— gritó Bokeer.

—¡Sí!— respondieron Harvey y Shuu al unísono.

Sin dudarlo, corrieron hacia Iris. Harvey la sujetó por la espalda, intentando calmarla mientras sus brazos envolvían el cuerpo tembloroso de su amada. “Iris, por favor, reacciona”, pensaba, su mente inundada de desesperación. Shuu y Bokeer se unieron a él, abrazándola fuertemente, intentando romper el hechizo del trance en el que estaba sumida.

“Iris, vuelve a nosotros… por favor, no te hagas más daño”, suplicaba Shuu en silencio. Para ellos, la idea de perderla era insoportable. La amaban con toda su alma, y estaban dispuestos a morir antes que dejarla enfrentarse sola a la oscuridad que sentía en ese momento.

—¡Iris, escúchanos!— gritó Bokeer, apretándola con más fuerza.

—¡Te amamos!— gritaron todos a la vez, sus voces cargadas de angustia y amor.

Y entonces, finalmente, Iris escuchó. Su cuerpo se relajó de repente, y cayó, apenas consciente, en los brazos de sus cónyuges. Shuu y Bokeer la sostuvieron, mientras Harvey se apresuraba a revisar su rostro. Sus párpados estaban rojos, y la sangre que fluía de su nariz parecía detenerse lentamente.

—¿Bokeer, qué hacemos ahora?— preguntó Harvey, con la voz temblorosa.

—Lo mejor es llevarla a la aldea. Allí está Jae, él sabe algo de medicina— respondió Bokeer con determinación.

Harvey la acarició suavemente. Su piel estaba fría, y verla en ese estado le rompía el corazón. “Eres increíble, mi amor”, pensaba mientras besaba sus labios con delicadeza. “Hace más de siete décadas que no se ve a una mujer despertar un vínculo, y nunca antes se había visto un vínculo tan poderoso como el tuyo.”

Harvey entregó a Iris a Shuu, quien la tomó en brazos, dispuesto a llevarla a salvo a la aldea, mientras Bokeer y Harvey lo seguían desde tierra.

Cuatro horas después…

—¡¡¡Shuu!!!— gritó Harvey desde atrás.

—¡Lo sé, me adelantaré!— respondió Shuu, acelerando su vuelo hasta que alcanzó la aldea. Los aldeanos los miraban horrorizados, al verlos cubiertos de sangre. Camila corrió hacia ellos, con el rostro desencajado al ver el estado de Iris.

—¡¡¡Shuu, qué le ha pasado!!!— gritó, mientras Shuu se dirigía rápidamente a la cueva que servía de refugio, buscando un lugar donde atender a Iris. Al entrar, su corazón se paralizó.

Sobre la cama de Iris, Gisela yacía con varios hombres. Shuu miró el suelo, donde manchas de sangre seca llamaron su atención. Algo andaba muy mal.

Harvey y Bokeer llegaron a la cueva poco después, encontrándose con la misma escena. Harvey observó las manchas de sangre seca, sintiendo la ira invadirlo. Sin pensarlo, corrió hacia Gisela, sujetándola del cuello y levantándola con furia.

—¿Dónde están los niños?— rugió, apretando con fuerza.

—Yo… yo no lo sé— tartamudeó Gisela, aterrada por la furia desatada en Harvey.

—¡¡¡DAME UNA RESPUESTA O TE MATARÉ!!!— gritó, su voz resonando en la cueva, mientras los hombres que estaban con Gisela intentaban detenerlo, pero sin éxito. Bokeer se acercó a ellos, mirándolos con desdén y haciendo que retrocedieran, conscientes de la potencia que irradiaba.

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