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Sobreviviendo en un nuevo mundo – Capitulo 26

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Gisela esbozó una sonrisa coqueta mientras acariciaba seductoramente el brazo de Harvey.

—Eso… sí, está bien —respondió Harvey, sin percatarse de las verdaderas intenciones que Gisela ocultaba tras su comportamiento.

Iris continuó caminando, sumida en sus pensamientos sobre lo que estaba ocurriendo entre Jae y aquella mujer que se acercaba tan descaradamente a Harvey. “Estoy perdiendo la paciencia; será mejor que me calme, o acabaré causando problemas”, se dijo a sí misma, consciente de su temperamento y esforzándose por mantener el control. Recordó experiencias similares durante su adolescencia y sus años en la universidad. “Aquí puedo ser yo misma, pero no quiero que me juzguen por cómo actúo en un lugar al que llegué hace menos de un año”, reflexionó mientras se sentaba en una roca a la orilla del arroyo, pensando en todo lo que había ocurrido en los últimos meses.

—Solo han pasado algunos meses, y ya tengo tres cónyuges y dos hijos. Aquí tengo muchas más amistades reales que en mi vida en la sociedad moderna. Aquí no tengo un padre que quiera venderme para salvar su empresa, ni debo soportar los prejuicios de la gente por haber dejado mi hogar para dedicarme a lo que amo. Aquí cuento con el apoyo de todos, y todos se cuidan entre sí. Shuu y Bokeer realmente me quieren, y lo demuestran cada día. Y Harvey… aunque se haya enfadado el otro día, sé que me quiere. No debo dejarlo solo. Si él no se acerca a mí, primero, tendré que hacerlo yo. No dejaré que nadie piense que puede separarnos.

Iris habló en voz baja para sí misma, analizando la situación y decidiendo ir a buscar a Harvey de inmediato. “Lo amo, y no permitiré que nadie nos separe. Él es mío”, se dijo, mientras corría hacia el lugar donde había visto a Harvey por última vez. Sin embargo, no lo encontró allí, así que preguntó a los aldeanos, quienes la guiaron hacia un rincón del bosque, donde Gisela se estaba quedando.

—¡En serio eres el mejor! Eres tan fuerte y genial, aunque te veo algo tenso estos últimos días. Bueno, aquí puedes relajarte todo lo que quieras —dijo Gisela, pasando por detrás de Harvey y comenzando a acariciar su espalda.

Harvey, sorprendido e incómodo por el contacto de Gisela, se apartó rápidamente y se levantó del suelo.

—Creo que es mejor que me vaya.

—¿Qué? ¿Por qué? No, por favor, quédate. De todas formas, tu cónyuge tiene a esos dos hombres que pueden cuidarla mucho mejor. En cambio, yo he perdido a mis nueve cónyuges en el ataque que sufrió mi aldea hace unos días. Vamos, puedes hacerme compañía; me he sentido muy sola últimamente.

Gisela intentó seducirlo descaradamente. Iris, que había escuchado todo, avanzó enfurecida cuando vio que Harvey rechazaba la invitación de Gisela.

—Lo siento, pero creo que deberías buscar a otro hombre para que te acompañe. Yo volveré a trabajar —respondió Harvey.

—¡¿Qué?! ¡No, tú no puedes rechazarme! —gritó Gisela, justo cuando Iris apareció frente a ellos.

Harvey sintió un escalofrío recorrer su espalda al ver el rostro furioso de Iris al encontrarlos juntos.

—Iris, yo no…

—Silencio, Harvey… —ordenó Iris, mientras avanzaba hacia Gisela, quedando a solo unos centímetros de ella.

Gisela comenzó a sentirse intimidada por la presencia de Iris.

—Gisela, parece que no entiendes tu lugar en esta aldea, así que deja que te dé un consejo. No subestimes a los demás. Estás aquí por lástima y nada más. No me obligues a pedirle a mis hombres que te saquen de aquí y te lancen al bosque. Dime, ¿crees que el bosque será acogedor para ti durante la noche? Piénsalo, tal vez los Yumaf sean una mejor compañía para alguien como tú. Ahora… aléjate de Harvey y no vuelvas a acercarte a él si no quieres terminar como compañera de un Yumaf durante la noche. Puedes considerarte afortunada de que no te envíe con ellos ahora mismo, después de ver cómo intentabas seducir a mi cónyuge tan descaradamente.

Iris hizo temblar a Gisela de miedo. Gisela comprendió que si Iris lo deseaba, todos en la aldea seguirían su mandato de abandonarla sin remordimiento, ya que Iris era una de las mujeres más amadas y respetadas en la aldea, conocida por ser amable e inteligente, y por aportar gran ayuda a todos.

—Yo… yo no volveré a…

—No volverás a acercarte de esta manera a ningún hombre de la aldea. Especialmente, no volverás a acercarte a Harvey. Él es mi amado esposo, y no permitiré que una mujer como tú lo aparte de mí.

Iris se acercó a Harvey y lo besó apasionadamente en los labios frente a Gisela, quien bajó la mirada avergonzada. Iris deslizó su mano por el pecho de Harvey, llegando hasta la parte más sensible de él, provocando una reacción clara. Gisela, sintiéndose avergonzada por lo que Iris estaba haciendo frente a ella, se alejó, dejándolos solos. Harvey la miró sonrojado por lo que estaba ocurriendo.

—I-Iris…

—Shh… ¿Cómo pudiste venir aquí con ella? ¿Te has olvidado de quién es tu mujer? ¿Acaso quieres dejarme?

—Iris, yo… yo, no hah…

Harvey sentía su cuerpo calentarse cada vez más, mientras Iris seguía estimulándolo con sus manos.

—Dime, ¿olvidaste quién soy?

—N-No, yo no…

—Entonces, Harvey, dime, ¿quién soy?

Iris frunció el ceño, esperando la respuesta de Harvey, quien comenzaba a gemir de placer al sentir sus manos tocando su entrepierna. “Quiero tocarla”, pensó Harvey, extendiendo su mano para tocar a Iris, pero ella lo apartó.

—Ni lo pienses. No me tocarás. Ahora dime, ¿quién soy? ¿Olvidaste quién es tu mujer?

—No, yo no… Iris, no lo he olvidado.

Harvey apoyó su frente sobre el hombro de Iris, quien continuaba estimulándolo. “Esto es insoportable, quiero tocarla, hacer la mía”, pensó Harvey, luchando por contener sus deseos.

—Entonces, Harvey, ¿quién soy para ti?

—Hah, eres mi… mi esposa… mi… mi amor. Te amo.

Iris miró el rostro enrojecido de Harvey y se acercó a él, besándolo apasionadamente mientras tomaba su mano y la colocaba en su cintura. Harvey, al darse cuenta de que tenía permiso para tocarla, la sostuvo con fuerza, levantándola del suelo y haciendo que ella envolviera sus piernas alrededor de él.

—Iris, yo… yo solo te quiero a ti… Esa mujer no…

—Shh… Ya lo sé. Tranquilo, te amo. No dudaré de ti. Sé quién eres.

Iris respondió, fundiéndose en un beso apasionado con Harvey, quien la sostuvo con firmeza, apoyando su espalda contra una gran pared de roca para hacerla suya. Las manos de Harvey recorrieron cada centímetro del cuerpo de Iris, quien gemía de placer al sentirlo en su interior durante horas. Al terminar, Harvey regresó a la cueva con Iris en sus brazos, quien se había quedado dormida por el cansancio.

—¡Harvey, al fin vuelves! —exclamó Shuu al verlo entrar.

—Shh… Ella está dormida. La dejaré en la cama. Es mejor que nos mantengamos en silencio; está cansada.

Harvey llamó a sus hijos para que se alejaran de Iris y la dejaran descansar.

—Niños, dejen que su madre duerma. Ella está cansada, no la despierten.

Los pequeños jaguares asintieron con la cabeza, mirando a Iris dormir plácidamente en la cama.

—Harvey… Yo quería disculparme. No quiero que tengamos problemas. Ustedes fueron amables y me aceptaron como parte de su familia, así que…

—No tienes nada por lo que disculparte, Shuu. Iris tenía razón. Tú solo eras un niño en aquel entonces. No podrías haber hecho nada contra los Yumaf. Siento haberme comportado de esa manera ese día. Sé que no es una excusa, pero últimamente he visto tantas familias ser destruidas por esas criaturas que creo que terminé desquitándome contigo. Lo lamento.

Harvey bajó la cabeza, avergonzado al admitir lo que había estado sintiendo. Shuu, al ver cómo estaba actuando Harvey, se acercó a él y le extendió su mano con una sonrisa.

—No tienes que disculparte. Somos familia y puedo entender por qué actuaste así, así que no bajes la cabeza. Iris se sentiría triste si te ve así, Harvey.

Shuu respondió, haciendo que Harvey se sintiera aún más avergonzado al darse cuenta de que Shuu jamás lo había culpado. Al día siguiente, Iris se despertó al escuchar a sus hijos jugando a su lado. Permaneció en silencio, observando cómo los pequeños jaguares rugían y daban vueltas en el suelo de manera juguetona. “Son hermosos”, pensó, sonriendo al ver cómo sus hijos se entretenían juntos.

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