—¿Shuu? ¿Qué es lo que sabes? —preguntó Iris, mientras Harvey y Bokeer prestaban atención a Shuu.
—En las montañas templadas se hablaba mucho de los Yumaf. Nosotros nunca tuvimos problemas con esas criaturas, ya que no alcanzaban las cumbres de la montaña. Sin embargo, muchas veces logramos verlos desde las alturas. Mi padre, quien era el antiguo jefe de la aldea, nos contaba que esos seres habitaban en lo más profundo de la montaña, donde solo hay oscuridad y humedad. Los describía como criaturas repulsivas que se alimentaban principalmente de mujeres y niños. Una o dos veces, cuando aún era pequeño, logré ver a uno de esos Yumaf desde la cumbre, entrando en una cueva cercana con una mujer y una niña en sus brazos… Mi hermana estuvo aterrorizada durante casi un mes después de presenciar eso.
Iris escuchaba atentamente mientras Harvey y Bokeer reflexionaban sobre los posibles escondites de los Yumaf.
—¿Tenías una hermana, Shuu? —preguntó Iris.
Shuu, sorprendido por la pregunta, decidió no responder y continuar con su relato.
—Creo que puede haber más de una cueva con esas criaturas, aunque dudo que sean más de tres o cuatro.
—¿Tres o cuatro Yumaf? —preguntó Iris.
—No, me refiero a tres o cuatro cuevas. Cada una de esas guaridas podría albergar entre nueve y doce Yumaf, ya que eran los que se lograban ver entrando en ellas. Además, los gritos que se escuchaban eran aterradores.
—¿Nunca defendiste a las personas capturadas por esas cosas? —preguntó Harvey, frunciendo el ceño, reprochando a Shuu por no haber intervenido.
—No. En aquel entonces, solo era un adolescente, y no era mi obligación. Además, en mi aldea estaba prohibido interactuar con los Yumaf. Si los enfrentábamos, ellos podrían llegar hasta nosotros. Lo más importante en ese momento era mantener a salvo a nuestra aldea.
—¡Pero si tu aldea se dedica a matar y destruir otras especies! ¡Son igual o peores que los Yumaf! —gritó Harvey, enfadado, mirando a Shuu, quien bajó la cabeza avergonzado.
—¡Harvey! —gritó Iris, deteniéndolo, consciente de que Harvey parecía querer culpar a Shuu por las acciones de los Yumaf o de las águilas de su aldea.
—Yo… yo jamás lastimé a nadie de otra aldea. Nunca lo he hecho… —dijo Shuu, con voz temblorosa.
—Iris, entiendo que él no fue quien lastimó a esa gente, pero… no haber hecho nada para ayudarlos también es una forma de abandonarlos a su suerte —dijo Harvey, saliendo de la cueva, dejando a todos en silencio.
Iris, preocupada por cómo se sentiría Shuu después de las palabras de Harvey, se acercó a él para consolarlo. Sabía que Shuu solo era un adolescente de catorce años cuando todo eso ocurrió.
—No hiciste nada mal, no te preocupes. Harvey solo está cansado —dijo Iris, abrazando a Shuu.
Iris salió tras Harvey para asegurarse de que no estuviera demasiado enfadado. Fue entonces cuando lo vio junto a la mujer que pertenecía a la aldea de los zorros, la misma que Jae había llevado a la aldea.
“Está de nuevo con esa mujer… ¿Por qué se le acerca tanto?”, se preguntó Iris, molesta.
—Parece que ellos se llevan bien, eso es bueno… Gisela no solía llevarse muy bien con las mujeres de mi aldea porque era más hermosa y no pertenecía a los conejos. Es bueno que ese hombre se le acerque —comentó Jae, con una sonrisa satisfecha.
—¿Qué? ¿Quieres decir que él…? ¿Él es quien se le acercó a ella? —preguntó Iris, sorprendida al ver cómo la hermosa mujer sonreía mientras hablaba con Harvey.
“Ella es realmente hermosa. Yo jamás podría compararme con una belleza como ella. Es entendible que a Harvey le guste ella,” pensó Iris, alejándose del lugar.
—Iris, ¿pudiste hablar con Harvey? ¿Qué le pasaba? —preguntó Bokeer al verla regresar a la cueva.
—No lo sé, no logré verlo —respondió Iris, esquivando la pregunta.
Durante esa noche, Harvey no regresó a la cueva, quedándose afuera, lo que hizo que Iris se sintiera cada vez más insegura.
**Dos días después**
—La nieve impide que coloquemos la sal en el exterior de las cuevas. ¿Qué deberíamos hacer, Harvey? —preguntó uno de los aldeanos.
—Pueden ponerla en el interior de sus hogares. Espolvoréenla en la entrada para impedir que los Yumaf entren —respondió Harvey, mientras Gisela lo seguía a todos lados.
“¿Por qué esa tal Gisela siempre está cerca? Me molesta que siempre se esté colgando de Harvey… Él es mi esposo,” pensaba Iris, enfurecida.
—Iris, ¿qué haces? Oh, esos dos están juntos otra vez. ¿Los estabas observando? —comentó Jae, acercándose a ella.
—No, ¿por qué lo haría? —respondió Iris, irritada.
—Bueno, ya que se ven tan bien juntos, es inevitable no prestarles atención, así que pensé que…
—¿No te cansas, verdad? —interrumpió Iris, mirando a Jae con fastidio.
—Iris, yo solo digo que…
—No has cambiado nada. Sigues siendo tan hipócrita y malicioso como siempre. Pero, ¿sabes? Es más fácil tratar contigo porque eres pésimo ocultando tus verdaderas intenciones —concluyó Iris, marchándose, dejando a Jae en silencio.
“Ella… ¿Por qué es tan testaruda? Debería simplemente dejar a ese tipo en lugar de enojarse conmigo,” pensó Jae, observando cómo Harvey apartaba a Gisela y seguía su camino, mientras ella continuaba coqueteándole abiertamente.
—Gisela solo es bonita. Nadie escogería a Gisela teniendo una mujer como Iris a su lado —murmuró Jae, mirando a la figura de Iris alejarse.
Harvey, por su parte, observó cómo Iris se alejaba, pero no dijo nada. Después de la discusión que habían tenido cuando Iris defendió a Shuu, Harvey había intentado evitarla. No sabía cómo disculparse y temía que ella siguiera molesta.
—Oye, Harvey, ¿no te gustaría ir a comer conmigo después? Últimamente, no te he visto comer con esa otra mujer, y yo no suelo agradarles mucho a las mujeres. ¿Qué te parece si lo hacemos juntos? —dijo Gisela con una sonrisa coqueta, acariciando el brazo de Harvey seductoramente.
Comment