—¿Qué sucede, Iris? ¿Te duele algo? —preguntó Shuu.
—No, no lo sé. Solo estoy un poco mareada —respondió Iris, sentándose sobre una pequeña roca mientras Shuu le daba un poco de agua.
—¿Estás bien? Vamos un poco más a la sombra, tal vez el sol te está afectando —dijo Shuu, preocupado, mirando el rostro pálido de Iris, quien se sujetaba del brazo de él para mantener el equilibrio. “Se ve algo pálida. Será mejor detenernos unos minutos antes de seguir. Espero que no le haya dado la enfermedad del sol”, pensó Shuu, refiriéndose a un golpe de calor por exponerse a altas temperaturas y hacer esfuerzo físico.
—Será mejor que no sigamos caminando, Iris. Deberías descansar porque…
Shuu pretendía seguir hablando, pero vio cómo Iris se llevó las manos a la boca y volteó rápidamente, vomitando en aquel lugar.
—¿Iris? ¿Estás bien?
—Sí, no es nada. Seguramente me hizo mal algo en la mañana, no te preocupes —respondió Iris mientras las sospechas en el rostro de Shuu se hacían cada vez más evidentes. “Esos síntomas… ¿No será que está…?” Shuu tomó a Iris en brazos mientras ella le pedía que la bajara, pero él no obedeció.
—Shuu, apenas te has recuperado de tus heridas. Bájame… Bluagh…
Iris sintió su estómago revolverse y las ganas de vomitar aumentaban hasta que se quedó profundamente dormida en los brazos de Shuu mientras él caminaba. “Debo llevarla a la aldea más cercana”, pensó Shuu, tratando de caminar lo más rápido posible con Iris en sus brazos. Sin embargo, le fue imposible seguir, ya que el sol comenzaba a ocultarse y debía encontrar un lugar seguro para quedarse antes de seguir su camino.
A la mañana siguiente, Iris despertó aferrándose fuertemente al cuerpo de Shuu, intentando buscar calor en él. Fue así que este se dio cuenta del mal estado en el que ella se encontraba.
—Iris, Iris despierta. Vamos, debemos seguir. Vamos, despierta.
Shuu tocó la frente de Iris, dándose cuenta de que la temperatura de ella parecía subir cada vez más mientras tiritaba por los escalofríos.
—Iris, tienes fiebre. Lo siento, tendré que llevarte así…
Shuu tomó a Iris en sus brazos, dándose cuenta de que bajo ella se encontraba un pequeño manchón de sangre. “¿Qué es eso? ¿Está lastimada? ¿Cómo no me di cuenta?” Shuu miró a Iris detenidamente, pero no vio ninguna herida, por lo que decidió olfatearla para ver de dónde provenía la sangre, dándose cuenta de que esta se encontraba en su entrepierna. “¿Será…? ¿Será mi culpa?” Pensó mientras sujetaba a Iris fuertemente y corría lo más rápido que podía en búsqueda de alguna aldea cercana.
—Debo encontrar algún lugar. Ella necesita tratamiento.
Shuu se repetía esto en voz alta para sí mismo cuando escuchó las voces de algunas personas cerca. Desesperado, corrió hacia allí encontrándose con una pequeña aldea de conejos, quienes tenían grandes madrigueras y algunos cultivos de frutos y vegetales. Shuu corrió hacia ellos y comenzó a pedir ayuda para Iris, quien aún jadeaba por el dolor intenso en su abdomen.
—¿Puedo ayudarle en algo? —preguntó un joven chico delgado, con cabello blanco, que se acercó.
—¡Sí! ¡Sí, por favor, ayude a Iris! ¡Por favor, te lo ruego! —gritó Shuu desesperado.
El joven observó a Iris unos segundos y luego pidió a Shuu que lo siguiera.
—Tráela a mi madriguera. Yo los ayudaré.
Los demás conejos parecían no tener mucho interés en lo que estaba sucediendo. “¿Acaso están teniendo relaciones al aire libre?” Pensó Shuu, consternado, al ver cómo algunas parejas de conejos se reproducían a plena luz del día y al aire libre como si fuera natural para ellos.
—Puedes dejarla sobre la cama. Traeré algunas cosas para tratarla y vuelvo —dijo el joven mientras Shuu deseaba que el dolor de Iris desapareciera.
A los pocos minutos, el conejo volvió con algunas hierbas y algo de agua tibia. Luego miró a Shuu y, dando un suspiro, comenzó a hablar.
—Hah, esto será complicado…
—¿Qué sucede? ¿Es grave? —preguntó Shuu mientras sostenía la mano de Iris sin soltarla.
—Bien, te explicaré a detalle lo que sucede y el tratamiento. Primero… soy Jae. Lamento la presentación tardía, pero necesitaba centrarme en el estado de la mujer primero.
—Sí, entiendo. ¿Entonces? —preguntó Shuu, nuevamente acelerado.
—Bueno, lamento decirte que tu pareja está a punto de perder a su bebé por su contextura física. Es comprensible que no sea muy visible. El problema es que, por lo visto, ella ha sufrido mucho estrés emocional y físico. Seguramente también ha estado haciendo fuerza, lo cual está prohibido para las mujeres durante el embarazo, por lo que…
Jae se quedó en silencio al ver la reacción de Shuu. “Parece que él no es el padre”, se dio cuenta Jae mientras seguía hablando.
—¿Ella estará bien?— Pregunto Shuu preocupado.
—Eso no puedo asegurarlo. Primero tenemos que saber quiénes son los cónyuges de ella y qué tan avanzado está el embarazo, porque dependiendo del padre podemos saber cuándo nacerá.
—Creo que solo tiene dos, uno que es el líder de la aldea de los jaguares y un aldeano de la aldea de los caballos salvajes. Ambos viven con ella en la aldea de los jaguares —dijo Shuu, tratando de mantenerse tranquilo, pero sin poder ocultar por completo su nerviosismo. “Ella tendrá hijos con sus cónyuges. ¿Qué estaba pensando? Quería que se quedara conmigo, pero ella ya tiene una familia”, pensó Shuu mientras se acercaba y sostenía la mano de Iris, quien se retorcía de dolor sobre la cama.
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