Shuu extendió la mano mostrándole a Iris lo que había recolectado, y esta, mirando la mano temblorosa de Shuu, le sonrió.
—Sí, me encantan, gracias, Shuu —respondió Iris.
Iris recibió los frutos que Shuu le estaba regalando y, tomando uno de estos, extendió la mano y lo colocó en los labios de Shuu con delicadeza.
—¿Comiste de ellos también? —preguntó Iris.
—Eh… No, pero son tuyos, los recolecté para ti —contestó Shuu.
—Sí, lo supuse, pero de igual forma come uno, por lo menos, Shuu.
Iris sonrió y obligó a Shuu a probarlos, luego se volteó y marchó, dejando a Shuu completamente sonrojado en el interior de la cueva. “Ella… ella tocó mis labios. ¿Por qué sigo… sigo poniéndome nervioso cerca de ella?” Shuu no podía entender sus propios sentimientos, pero aun así no podía evitar querer seguir acercándose más y más a Iris. Al día siguiente, durante la noche, Iris se despertó al escuchar chillidos fuera de la cueva, por lo que abrió los ojos y con cuidado intentó despertar a Shuu, quien entendió de inmediato lo que sucedía al ver el rostro pálido y temeroso de Iris.
—Shuu, ellos están… están afuera —susurró Iris.
Shuu se levantó, intentando hacer el menor ruido posible. Al mirar hacia la entrada de la cueva, pudo notar cuatro grandes siluetas moverse de un lado a otro en señal de confusión. “Son Yumaf, debemos salir de aquí. No tendremos ni la más mínima oportunidad contra cuatro de ellos. Debo sacar a Iris de aquí”, pensó Shuu al ver cómo la mano de Iris temblaba mientras intentaba mantenerse tranquila.
—Iris, yo saldré e intentaré distraerlos lo más que pueda. Mientras tanto, corre y escóndete —susurró Shuu.
—¿Qué? No, no, Shuu, no puedes. Ellos… te matarán si vas allí —susurró Iris.
Iris vio a Shuu levantarse del suelo para salir de la cueva, caminando hacia las fogatas que se encontraban en la entrada para enfrentarse a los Yumaf. Fue entonces que Iris sujetó la muñeca de Shuu con lágrimas en los ojos y le suplicó que se quedara.
—Shuu, no, por favor, no vayas. No me dejes sola, por favor. Ya… ya estoy cansada de esto. Estoy cansada de quedarme sola siempre. Soporté llegar a este mundo y perder a todos los que conocía, luego soporté alejarme de Harvey y Bokeer. Ahora… ahora no podría perderte a ti también, no puedo —susurró Iris.
Shuu miró a Iris, quien no podía detener sus lágrimas, y la abrazó cálidamente antes de darle un beso en los labios, sorprendiéndola.
—¿Shuu? —susurró Iris.
—Iris, por favor, corre y escóndete. No dejes que te encuentren… y no te lastimes —susurró Shuu.
Iris vio cómo Shuu comenzaba a salir de la cueva dejándola en el interior. Entonces se dio cuenta de que los Yumaf parecían no poder entrar hasta donde ellos estaban, por lo que tenían una oportunidad.
—¡Shuu, no salgas! —exclamó Iris.
Iris tomó la mano de Shuu y lo jaló hacia adentro, evitando que este llegara más allá de las fogatas que se encontraban en la entrada de la cueva.
—Iris…
—Ellos no están entrando. Parece que no pueden, así que quedémonos aquí hasta que salga el sol —dijo Iris mientras sujetaba fuertemente a Shuu y lo abrazaba para que este no se moviera. “No quiero perder a nadie más, no quiero quedarme sola de nuevo. Harvey y Bokeer no están aquí, los extraño y me separé de ellos por culpa de los Yumaf. No quiero alejarme de nadie más, no quiero quedarme sola de nuevo”, pensó Iris mientras miraba a Shuu, quien se encontraba sorprendido. “Ella tiene razón, los Yumaf no están entrando por el miedo que tienen al fuego. Estábamos tan desesperados que no nos dimos cuenta de que ellos no estaban entrando aquí”, pensó Shuu mientras observaba a Iris, quien parecía desesperada al aferrarse a él sin dejar que se moviera. No pudo evitar abrazarla para calmar su nerviosismo.
—Iris, tranquila, estoy aquí. Tranquila, no me iré a ninguna parte —dijo Shuu.
Shuu abrazó a Iris mientras se escuchaban los gruñidos de los Yumaf fuera de la cueva. Al paso de las horas, Iris y Shuu comenzaron a calmarse y se dieron cuenta de que el fuego comenzaba a ser más bajo.
—Iris, quédate aquí. Tengo que añadir más leña a la fogata para que no se apague —dijo Shuu.
—Te acompaño. Será más rápido, aparte tengo un poco de virutas de madera guardadas de cuando hice los platos —respondió Iris.
—Bien, vamos, pero no te acerques demasiado a la esquina, ¿de acuerdo? —pidió Shuu.
Iris asintió con la cabeza y ambos estuvieron trabajando juntos en hacer crecer las llamas del fuego durante toda la noche, hasta que vieron cómo los Yumaf se marchaban al amanecer. Finalmente, Iris y Shuu lograron relajarse unos minutos antes de tomar todo lo que les sería necesario y marcharse.
—Iris, ¿falta algo? —preguntó Shuu.
—No, nada. Estoy llevando todos los platos que hicimos. He hecho un bolso para que algunas cosas sean más fáciles de transportar —contestó Iris.
—Bien, si estás lista, entonces vamos —dijo Shuu.
Iris se apresuró a recoger las últimas cosas y corrió tras Shuu, quien salió de la cueva, revisando que todo fuera seguro para viajar junto a Iris hacia la aldea de los jaguares.
[Cuatro horas después]
—Iris, creo que es mejor que descansemos unos minutos para que comamos algo y luego sigamos —sugirió Shuu.
—Bien, entonces comamos y después seguimos… Oye, ¿crees que lleguemos hoy a la aldea? —preguntó Iris.
—Lo dudo mucho. Mi ala sigue herida, por lo que no puedo llevarte allí más rápido. Además, el terreno es algo inestable, por lo que podríamos llegar allí en unos cuantos días más. Mientras tanto, tenemos que encontrar un lugar donde quedarnos para pasar la noche. Lo malo es que no veo ningún lugar cerca —dijo Shuu mientras miraba a su alrededor, sin darse cuenta de que Iris lo observaba de reojo. “¿Algunos días? Pensé que podría ver a Harvey y Bokeer pronto. Bueno, no puedo hacer nada porque estamos lejos. De todas formas, no entiendo por qué él no ha dicho nada sobre el beso que nos dimos en la cueva… ¿Será que se arrepiente?”, se preguntó Iris, angustiada al pensar que la relación con Shuu podría quebrarse por lo sucedido.
—Iris… —llamó Shuu.
—¿Eh? Sí, dime.
—Iris, ¿sucede algo? Te ves distraída —observó Shuu.
Iris se quedó en silencio y negó con la cabeza antes de hablar.
—No, no pasa nada.
—Eh… bien, bueno, te decía que parece haber una cueva segura allí arriba, pero creo que será algo difícil de subir, es muy alto —dijo Shuu mientras apuntaba a una gran y alta pared de rocas en donde parecía haber una cueva, pero esta estaba a más de ocho metros de altura.
—Hm… sí, parece seguro. No es tan alto, vamos —respondió Iris, quien se preparó amarrando sus cosas a la cintura y comenzando a escalar la gran pared de rocas fácilmente. “¿Cómo puede subir así de rápido?”, se preguntó impresionado Shuu al ver que Iris subía cómodamente y con agilidad hasta la cueva. Al llegar ambos arriba, Iris se preparó y volvió a bajar, mientras Shuu solo observaba cómo ella se movía con tanta destreza.
—Iré por algo de leña y comida, ¿vienes conmigo? —preguntó Iris.
Shuu la siguió mientras ella bajaba rápidamente, llenando su bolso con lo necesario, y él hacía lo mismo. “Ella se maneja muy bien en esto”, pensaba Shuu mientras recogían todo lo necesario y subían a la cueva nuevamente con Iris. Al llegar arriba, Iris comenzó a cocinar de inmediato, mientras Shuu prendía dos pequeñas fogatas a la entrada de la cueva.
—Oye Iris, ¿no estamos demasiado profundos en la cueva? —habló Shuu.
—No, está bien así, Shuu. Ya que prenderás las fogatas en la entrada, es mejor mantenerlos un poco alejados —respondió Iris.
—Hmm… entiendo —dijo Shuu.
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