—Tú… eres la mujer de anoche, ¿verdad? —preguntó el hombre.
—Sí, gracias por haberme ayudado —respondió Iris.
—No es nada, es nuestro deber tratar de proteger a las mujeres de esas criaturas. Supongo que tus cónyuges no pudieron hacer mucho, ya que terminaste siendo llevada por esa cosa —dijo el hombre, sentándose al lado de Iris con una expresión seria en el rostro. Entonces, se dio cuenta de la angustia de Iris al mencionar a sus cónyuges—. Lo siento, no quería ser grosero, ¿acaso ellos están…? ¿Muertos?
—¡No! No, claro que no. Es solo que deben de estar muy preocupados en este momento. Ellos son muy protectores conmigo y yo… yo me puse en peligro sola al salir de la cueva para ayudar a mi amiga.
El hombre miró cómo Iris bajaba la mirada al suelo y jugueteaba con sus manos nerviosas. “Ella, ¿se puso en peligro para ayudar a otra mujer? Eso es inaudito. Las mujeres nunca se arriesgan por nadie; siempre buscan ser protegidas y atendidas por los hombres y nada más que eso”, pensaba el hombre.
—¿Cómo te llamas, mujer? —preguntó.
—Soy Iris, ¿y tú? —respondió ella.
—Shuu, soy Shuu del clan de las águilas. ¿Tú a qué tribu perteneces? —preguntó Shuu, mirando a Iris, quien parecía algo somnolienta.
—Me estaba quedando en la tribu de los jaguares. Mi primer cónyuge es el jefe de esa aldea y mi segundo cónyuge es de la tribu de los caballos, pero todos vivimos allí felizmente —explicó Iris.
Shuu miró el rostro de Iris y, dando un suspiro, le ofreció relevarla en la vigilancia para que ella pudiera dormir. “Hay mucha humedad y neblina afuera, apenas se logra ver algún rayo de sol. Menos mal que esta mujer prendió el fuego, eso podrá mantener alejados a los Yumaf por un tiempo”, pensaba Shuu mientras Iris se acostaba a dormir sobre las rocas.
—Qué mujer tan extraña, parece tan tranquila después de todo lo que pasó… Hum, tengo algo de escalofríos. Con esta herida me será imposible poder volar por un tiempo hasta que me cure por completo —murmuró Shuu para sí mismo mientras movía las ramas secas que se encontraban en el fuego.
Entonces decidió salir unos minutos para revisar el entorno alrededor de la cueva en la que se encontraban escondidos. “Escucho agua cerca”, pensó. Shuu caminó durante unos tres o cuatro minutos y terminó encontrando rápidamente la fuente del sonido que escuchaba, encontrándose así con una pequeña cascada. “Parece que hay algunos peces aquí”, observó.
Shuu miró detenidamente a los peces y, cuando vio la oportunidad, sacó sus garras y metió su mano en el agua rápidamente, atrapando los peces necesarios para comer junto a Iris. A las pocas horas después, Iris se despertó encontrando a Shuu preparando algo de comida para ambos.
—Shuu, ¿qué preparas? —preguntó Iris.
—Ah, ya despertaste, qué bien. No, nada, solo estoy preparando algo de comer porque me imagino que no has comido nada, ¿verdad? —respondió Shuu.
Iris miró a Shuu viendo cómo el rostro de este se veía extremadamente rojo, lo cual era bastante notorio por el color de su piel.
—Shuu, tú… ¿Te sientes bien? —preguntó Iris.
—¿Qué? Sí, claro. ¿Por qué no lo estaría? No soy débil —dijo Shuu sin tomar mayor atención a la pregunta de Iris.
Iris caminó rápidamente hacia él y, sentándose a su lado, puso su mano en la frente de Shuu, tomando su temperatura.
—Estás ardiendo… ¿Cómo es que no dijiste nada? Vamos, ve a acostarte. Yo terminaré aquí —ordenó Iris.
—Dije que estoy bien —insistió Shuu.
—¡Y yo dije que te irás a descansar! ¡Ahora ven aquí y acuéstate, yo terminaré lo que falta! —dijo Iris, levantando la voz molesta, haciendo que Shuu frunciera el ceño al no estar acostumbrado a ser intimidado por una mujer.
—Oye, dije que estoy bien, así que…
—Te dije que te quedes allí. Ahora espera, terminaré de preparar la comida —interrumpió Iris.
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