«Divórciate de mí, por favor.»
Estas palabras resonaron como un golpe seco en el corazón de Christopher Blackwood, el influyente y arrogante Duque de Armitage. Marianne, su esposa, una mujer que había soportado en silencio años de indiferencia y frialdad, finalmente rompía el vínculo que los unía. Para Christopher, esto no era más que un capricho pasajero de Marianne, un desplante que resolvería con palabras suaves y gestos calculados, como siempre lo había hecho. Pero esta vez, estaba equivocado.
Marianne, quien había llegado al altar con un amor puro y sincero, había visto ese sentimiento marchitarse lentamente ante los constantes desaires de Christopher. El amor que alguna vez había iluminado sus ojos se había transformado en dolor y vacío. Pero ahora, por primera vez en años, Marianne estaba decidida a tomar las riendas de su vida. La decisión de pedir el divorcio no fue impulsiva, sino el resultado de una larga introspección y del deseo de encontrar la felicidad lejos de un hombre que nunca la valoró.
Christopher, acostumbrado a que todo en su vida se doblegara ante su voluntad, no comprendía la seriedad de la petición de Marianne. Creyó que con unas pocas palabras dulces y promesas vacías, ella volvería a su lado como siempre lo había hecho. Sin embargo, cuando Marianne empacó sus cosas y se marchó sin mirar atrás, el duque se dio cuenta de que algo dentro de ella había cambiado irrevocablemente.
Días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. Durante ese tiempo, Christopher comenzó a enfrentarse a una verdad que siempre había ignorado: había amado a Marianne más de lo que estaba dispuesto a admitir, pero su orgullo y su incapacidad para expresarlo habían destruido cualquier posibilidad de un futuro juntos. El arrepentimiento lo carcomía. Cada rincón de su hogar, cada momento del día, le recordaba su ausencia.
Mientras tanto, Marianne redescubría su libertad lejos de la sombra del duque. En un pequeño pueblo alejado de la sociedad aristocrática, comenzó a forjar una vida propia, rodeada de personas que la valoraban por lo que era y no por su título. Allí, Marianne encontró un poco de la paz que tanto había anhelado. Aunque su corazón aún cargaba con cicatrices del pasado, aprendió a amarse a sí misma de nuevo.
Pero Christopher no estaba dispuesto a renunciar a ella tan fácilmente. Después de comprender la magnitud de su error, decidió buscarla, no como el duque arrogante que alguna vez fue, sino como un hombre dispuesto a luchar por la mujer que amaba. Cuando la encontró, Marianne no era la misma mujer que había dejado marchar. Había fuerza en su mirada, determinación en su voz. Y aunque su corazón todavía se estremecía al verlo, sabía que no podía permitir que él volviera a lastimarla.
«¿Qué debo hacer para que vuelvas a amarme, Marianne?» le preguntó Christopher, con una sinceridad que nunca antes había mostrado. Pero Marianne no estaba dispuesta a rendirse fácilmente. Si él quería recuperarla, tendría que demostrar que había cambiado, que su arrepentimiento era genuino y que estaba dispuesto a dejar atrás al hombre egocéntrico que había sido.
El camino hacia el perdón no sería fácil. Christopher tendría que enfrentarse a sus propios demonios, demostrar con acciones, no palabras, que su amor por Marianne era real. Para Marianne, significaba aprender a confiar de nuevo y decidir si su futuro estaba en las manos de un hombre que alguna vez la hizo sentir invisible.
En esta historia de segundas oportunidades, Marianne y Christopher se embarcarán en un viaje de redención, arrepentimiento y amor, descubriendo si es posible reconstruir lo que alguna vez se rompió.
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