Una tenue sombra se cernía sobre los pies de la chica. Cuidadosamente, Hades escaneó su cuerpo de arriba abajo y mostró una sonrisa mientras ella se levantaba rápidamente del suelo. Sus pies, su cuerpo; se estaban moviendo como si fueran a estallar en cualquier momento.
«¿Huirás también hoy?»
La chica puso sus manos sobre sus mejillas enrojecidas y brillantes, y asintió.
Lentamente caminó más cerca, Hades fijó sus ojos en los de ella y se bajó la capucha que cubría su cabeza. Su cabello castaño claro densamente trenzado, pequeños lóbulos y pupilas grises que eran claramente visibles en las sombras, aparecieron tímidamente debajo de la capucha.
«…¿Te perdiste y deambulaste alrededor?»
«No, no es eso; yo…»
Bajo la mano de su capucha y miro los labios azules de la chica. Tal vez ella noto quien era mientras se mordía el labio inferior y sonreía.
«Te ves con frío.»
«Solo un poco.»
«Se que no perteneces aquí, así que ¿Cuál es la razón para molestar al agente de Aqueronte y deambular por el borde de mi territorio?»
Hades dejó de hablar ahí y cerró su boca, presionando sus labios en una delgada línea.
La situación le era desconocida y la cálida sensación que recorrió sus entrañas le asustó. Cuando miró hacia abajo con un parpadeo de sus ojos grises con vergüenza, vio a la chica con los brazos cruzados alrededor de ella con todas sus fuerzas.
¿Estaba abrazando algo? No importa cómo la mirara, no había nada más que su cintura.
«Quería encontrarme contigo de nuevo».
Por una fracción de segundo, Hades olvido como pensar. Su corazón estaba latiendo tan rápido que no sabía qué hacer.
***
Hoy era la quinta visita de Perséfone.
Excepto por el desconcertante primer día, trataba constantemente de cruzar el río Aqueronte. Pero justo como hoy, siempre ha terminado en rechazo. Maldijo al barquero Caronte en su cabeza y deambulo por la orilla del río temprano, en busca de otra forma de cruzar.
Lo extraño es que, a pesar de que claramente había seguido la orilla del río, después de caminar por un tiempo, terminaba de regreso a la entrada del bosque.
Tomó un descanso porque sentía que todo le daba vueltas, se sentía tonta por que la situación no estaba a su favor.
«¿Has olvidado quién soy?» susurró en la noche.
Así como la chica luchaba con la determinación de no ser olvidada por aquel hombre, su madre se había encerrado en la determinación de no soltarla al mundo desde el momento en el que nació. Por eso, para ella es indispensable debido a esa ‘necesidad’.
Su deseo es tenerlo a él.
Al amo de Quinair, el señor del inframundo, el fin al que sucumbe todo en la tierra.
(n/t: Recuerden que Quinair es el casco de invisibilidad. )
«¿Qué debería hacer?»
Si el día volviera a transcurrir sin sentido de nuevo, ¿Cuándo debería venir de nuevo y encontrarlo así? Todo se volvió distante y sin esperanza. Pero justo en ese momento, sin ninguna advertencia, él apareció y la asustó hasta la muerte.
«¿Qué estás haciendo sentada ahí, sola en esta gloriosa oscuridad?»
«¿Hades…?»
«¿Huirás de nuevo hoy?» su profunda voz hizo que su corazón se acelerara mientras ella se sonrojaba y asentía sin comprender lo que le preguntaba, porque estaba encantada que aún la recordara. Él preguntó de nuevo con una sonrisa calmada, amable como siempre.
«…¿Te perdiste y deambulaste alrededor?»
«No, no es eso; yo…»
«Te ves con frío».
«Solo un poco.»
«Se que no perteneces aquí, así que ¿Cuál es la razón para molestar al agente de Aqueronte y deambular por el borde de mi territorio?»
Perséfone respondió de una vez, sus brazos estaban envueltos con fuerza alrededor de su torso mientras le confesaba.
«Estaba buscándote»
«…»
«En verdad, estoy tan feliz de que hayas venido a buscarme de esta manera.»
***
Durante bastante tiempo no dejó ir a Hades, y él solo se quedó mirando a la aferrada chica que atrapó sus brazos en los suyos. Aunque ella apenas le llegaba a los hombros, era mucho más fuerte de lo que esperaba, y sobre todo, más persistente de lo que había estimado que sería. Una fuerte carcajada salió de su garganta.
«¿Qué es esto?»
«Es una forma de expresar mi felicidad por haberte encontrado de nuevo».
«¿Así que nos conocemos lo suficiente como para expresar nuestra alegría de esta manera?»
Ella lentamente levantó la cabeza y lo miró con una sonrisa nerviosa. Sus agudos ojos parecían muy abiertos e inocentes, y Hades supo que nunca podría odiarla. Pero sería extraño y vergonzoso expresarle cómo se sentía.
El inframundo era todo sobre muertos e impotentes. Incluso ahora, ella encontraba su camino hacia la salida del inframundo, y supo que ella debía tener un deseo. Cuando se aparecía frente a él, se ponía ansioso. Su cabeza cayó mientras inhalaba profundamente, porque nunca había visto a una chica tan libre.
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