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Por Perséfone – Capítulo 5 La Chica Persistente

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Hermes, quien siempre había sido paciente y sereno, era reacio a visitar el inframundo cuando estaba lleno de energía lasciva y siniestra. El sonido combinado de los aullidos de los titanes le aterrorizaban hasta la médula. Ares usualmente se quedaba en el área de Flegeton(1) , pero cuando el lugar se cubría de una densa niebla, salía a vigilar las afueras del distrito, donde la locura y la demencia yacían debajo de la superficie.

 

Justo como hoy.

 

Cuando llegó al muelle del río Aqueronte, Caronte estaba tan nervioso que ni siquiera miró hacia atrás. “Al menos el rey ha llegado. Y esa ‘cosa’ esta ahí de nuevo.” Dijo claramente molesto.

 

“¿A qué te refieres con esa ‘cosa’?”

 

“La chica de ojos amarillos que está dando vueltas alrededor todo el tiempo, siempre persiguiendo el bote. Una esclava libre de Apolo.”

 

Los muertos resentían a los seres vivos con una pasión feroz, guardando rencor a las personas que pasaban sus días adorando al sol, incluida Perséfone.

 

Hades estaba orgulloso de sí mismo por haberla reconocido a primera vista, sin necesidad de ayuda externa. Recordó su rostro con todo detalle y lo grabó en su memoria.

 

La palabra ‘diosa’ la describe mejor. La forma en la que se escondió, haciéndose más pequeña dentro de la capa, mirando alrededor de la oscuridad con una mirada curiosa. Hades no podía apartar los ojos de su piel blanca, la clara indicación que ella estaba viva y respirando, pues era claramente diferente de la palidez de los muertos. Sus labios rosados se abrieron, dejando salir una pequeña bocanada de aire mientras respiraba. Ella se estremeció a pesar de que abrazaba la capa con fuerza, Hades quedó completamente hipnotizado con la vista.

 

¿Estaba fascinado con ella simplemente porque solo había visto cadáveres durante tanto tiempo? ¿Era por qué todos a su alrededor palidecen en comparación, a leguas de distancia de la belleza que poseía? Hades se preguntó a sí mismo mientras miraba como su forma se alejaba, su mirada la persiguió mientras ella desaparecía en la niebla.

 

“¿Hacia dónde se dirige?” Dijo Hades.

 

“Ella no dijo ni preguntó nada”. Hermes chasqueó la lengua con exasperación. Algunos seres vivos acechan alrededor de la tierra de los muertos de vez en cuando, ya sea para rogar que alguien regrese, o que accidentalmente se encuentren a sí mismos en medio del inframundo y nunca vuelvan a ver la luz del día de nuevo.

 

No importa cuales sean las razones, de cualquier modo, era irritante.

 

“¿A dónde se dirigió?” Hades preguntó.

 

“¿Por qué quieres saber?” Le contestó Hermes.

 

Hades se encogió de hombros con indiferencia. “Quiero saber qué está haciendo.”

 

“¿Por qué molestarse? Ella solo nos miró y corrió hacia quien sabe dónde.” Dijo Caronte, posicionando los remos en el borde de la barca y escupiendo una bola de flema ruidosamente. Apuntó hacia la niebla delante, donde se encuentra el bosque. Entonces Hades escaneó la niebla con ojos escrutadores, y cambió la dirección de sus pasos. Caronte corrió hacia él, jadeando mientras alcanzaba a su señor.

 

“No tiene caso razonar con ella. Solo rompe esa maldita nariz suya.” Caronte razonó mientras se reía burlonamente.

 

Hades, todavía intranquilo, detuvo su inspección y empezó a buscar a la chica. Pensó que ella estaba tratando de ser molesta a propósito. Pero era una molestia con la que quería involucrarse. Quería explorarla junto con las profundidades de sus emociones, las cuales le molestaban cada vez más.

 

¿A qué parte del vasto Aqueronte pudo haber ido? Entró en la boca del irregular bosque y la oscuridad envolvió su figura. Aunque era agonizante no le resultaría difícil encontrarla, en parte porque la chica no estaba saliendo de las inmediaciones del río Aqueronte y porque él conocía esa tierra como si fuera la palma de su mano.

 

Lo sintió una y otra vez, con cada latido de su corazón; una sensación difícil de describir, algo que solo podía sentirse, como si un clavo de latón se le hubiera clavado en el pie. No era su ostensible belleza lo que le había llamado la atención, sino las emociones que no ocultaba – La emoción o el afecto, por ejemplo, comenzaban en los ojos.

 

–‘¿Has olvidado quién soy?’

 

Su melodiosa voz fluyó suavemente a los oídos de Hades. Su corazón se sentía pesado. Era sorprendente como una sola reunión podía hacerle eso; se sintió como un afecto fanático. La determinación que entró en su cabeza se parecía ferozmente a la de su madre. No estaba seguro si por que eran familia era que no podía sacársela de la cabeza. A veces cuando esto sucedía, él entendía a su madre con una visión clara, como si se quedará viendo un paisaje inmóvil en el momento en el que el viento dejó de soplar repentinamente.

 

(N/t: Con madre, se refiere a la de él.)

 

‘¿Qué debería hacer?’

 

La vio sentada en la maleza del bosque, su cabello negro cubría su pequeña espalda, tentándolo a pasar sus dedos por la sedosa longitud. Sus ojos amarillos, que le dieron la sensación de ser alcanzado por un rayo, aún permanecían como la primera vez. Sus pantorrillas duras y el pecho rígido, el cuello tenso como si nunca se doblara, la mandíbula delgada y los labios carnosos.

 

Una belleza vulnerable, la belleza de una chica que ha sido confinada en una isla y sostenida únicamente por su madre y ninfas.

 

Decidió divertirse mientras aparecía frente a ella, y  preguntó con una voz curiosa.

 

“¿Qué estás haciendo sentada ahí, sola en esta gloriosa oscuridad?”

 

“¿Hades…?” Ella miró hacia arriba con sorpresa.

 

Fue una bienvenida para Hades, quien solo había conocido dos mujeres en toda su vida. Incluso cuando la chica lo llamaba por su nombre.

 

 

***

 

1 Phlegethon o Flegetonte es uno de los cinco ríos del inframundo, junto con Estiga, Lete, Cosito y Aqueronte. Por él corría fuego que ardía sin combustible alguno. Platón lo describía como “una corriente de fuego, que se enrosca alrededor de la tierra y fluye hacia las profundidades del tártaro.”

 

 

 

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