‘Por favor perdóname’.
Al darse cuenta que no podría escapar de la isla, Perséfone se revolcó en la desesperación. Su corazón dio un vuelco en su pecho pensando que esto es lo que Prometeo debió haber sentido cuando estaba atado en las montañas del Cáucaso, donde sus entrañas fueron carcomidas por un águila. Ella se sintió tan impotente dando vueltas en la isla, que era lo suficientemente pequeña como para ser rodeada en un día. Podía escuchar a la isla hablándole como si se burlara, diciéndole que se quedaría allí para siempre, y que moriría de cólera.
Este era el simbolismo del amor de su madre, Deméter. El único amor que Perséfone conoció en toda su vida, enjaulándola en esta remota isla donde la civilización estaba fuera del alcance. La única persona que la amaba era su madre.
Fue pura coincidencia que se topara con “esa cosa” una noche, cuando el cielo estaba completamente oscuro, extendiéndose interminablemente sobre el horizonte.
Recostada en su cama tarde en la noche, su mente la mantuvo despierta, pensando en el narciso que vio antes, en el borde del acantilado. Salió, asegurándose que las ninfas no la vieran, y se dirigió directamente a ese lugar. Evitó la luz de luz de las miles de estrellas parpadeantes y vio una luciérnaga que se precipitaba ferozmente al acantilado.
Todo en la isla era suyo para tomar, incluso las luciérnagas. Se inclinó cerca de donde flotaba la luciérnaga, y la atrapó con las palmas de las manos. Todavía se encendía y resplandecía, Perséfone la uso para iluminar su camino hacia las profundidades de la cueva. Llegó a las profundidades en poco tiempo, y se encontró con el muerto final.
Y ahí estaba. Una puerta que nunca había visto antes. Colocada ahí como si siempre lo hubiera estado, como si fuera una parte indispensable de la cueva.
“¿Qué es esta puerta?” Perséfone murmuró, su mano blanca abrió la puerta como si fuera la caja de Pandora.
Era un paraíso más allá de las palabras de Perséfone, quien siempre había soñado con un lugar fuera de la isla. La vista la cautivó, dejándola sin aliento, incluso si se trataba de una puerta que conducía al inframundo.
(n/t: JAJAJAJA llegó a la boca del lobo. )
***
Una espesa niebla la rodeaba por todos lados. La luna colgaba sobre las nubes, brillando con un intenso amarillo sobre la oscuridad. Perséfone, que estaba observando sus alrededores, se puso de pie. Estaba justo en medio del bosque, donde la niebla era abrumadoramente densa, y solo los diminutos sonidos del viento soplando y el flujo constante del bullicioso rio llegaban al oído.
Se ató bien la capa al cuerpo y caminó con pasos ligeros. Observó su alrededor mientras avanzaba, mientras el espació se volvía cada más claro, dejando la espesa niebla detrás, y se paró frente a una gran masa de agua.
Era el rio Aqueronte (1)- en el inframundo.
A varios metros de ella, los muertos estaban de pie en el muelle, la niebla los ocultaba a la vista. Fueron traídos a ese lugar por Hermes la noche anterior. Todos ellos tenían el rostro sombrío mientras hurgaban en sus bolsillos.
“Te apedrearé hasta la muerte bastardo”.
“¿Te importaría explicar porque nunca tuviste marido? Planeo ofrecerle algo de pasadista al dios de la muerte de la antigua Grecia, especialmente a Elysion (2)” …
“Ella siempre ha estado llena de monedas, Pero ¿Aún así es tan inútil?”
“Fui golpeado por un caballo, ¿Qué hay de ti?”
“No lo sé. Habrá una cosecha abundante en el próximo otoño, pero aún así estaba corto en provisiones. La haré pagar, ya verán.”
Perséfone los escuchó platicar mientras se acercaba. Se subió la capucha mientras inclinaba la cabeza, y tomó un lugar al final de la fila.
Con los alrededores cargados de niebla uno no sería capaz de ver que las personas esperando en el muelle no proyectaban sombras. Los muertos carecían de ella.
Pero Perséfone era diferente. Ella era una diosa, y lo dioses eran inmortales. Los muertos no sintieron el frio amargo, su piel azul resistió el aire helado, pero Perséfone tembló fuertemente.
Después de un corto tiempo una barca de extraño aspecto, que estaba cubierta de cuero de vaca, se detuvo frente al muelle, y la corriente de agua golpeó bruscamente contra los costados. La persona que manejaba la barca era un hombre de pelo fino que parecía un esqueleto.
Él rápidamente saltó al muelle, tirando de una cuerda de la barca para después amarrarla alrededor de un poste varias veces para asegurar el bote en su lugar.
Señalo con la cabeza al bote, indicándoles que subieran de uno en uno. Los cadáveres le obedecieron sin decir nada.
Al final de la fila llegó Perséfone.
“¿Tú otra vez?” Preguntó Caronte (3), el barquero, bloqueando su entrada con un remo.
“Moneda.” Caronte rápidamente volteó la palma de su mano.
“Ya te lo he dicho. No tengo ninguna moneda conmigo”. Perséfone respondió.
“¿Y no te dije que te fueras si no puedes pagar?” Dijo Caronte, claramente agitado por tener que repetirlo otra vez.
Perséfone frunció el ceño. Esta era la cuarta vez que le prohibía la entrada, ¿No se debería sentir mal por ella al menos? El barquero permaneció imperturbable ante la insistencia de Perséfone. Él la ahuyentó del bote y le dijo que no podía cruzar el rio Aqueronte incluso si lo intentaba.
Es por eso que ella no ha visto lo que hay más allá del rio Aqueronte, a pesar de haberse colado en el inframundo varias veces.
El tiempo no estaba de su lado.
Ella no comprende por qué solo se le permite permanecer en el inframundo durante la noche. Cuando la diosa Hécate (4) se alejaba, a ella también se le alejaba del inframundo- al igual que cuando el poder de Apolo había expulsado a la oscuridad.
Perséfone apretó con fuerza los puños a sus costados. Mirando hacia abajo, vio como la niebla envolvía su torso, empañando su cuerpo. Su viaje al inframundo sería una completa pérdida de tiempo si no lo conocía hoy.
La primera vez que supo de ‘él’, el gobernante del inframundo fue durante su tercera visita al lugar. Estaba amaneciendo, justo como ahora.
Perséfone se había interesado en el inframundo desde entonces. Incluso lo que sucedía más allá de rio llamo su atención.
***
1 El rio Acheron o Aqueronte era uno de los cinco ríos del inframundo, también conocido como el rio de la tragedia. Se cuenta que en sus aguas todo se hundía salvo la barca de Caronte, que accedía a pasar las almas de los difuntos a cambio del óbolo o de monedas de ceniza que se ponían a los muertos en los ojos para pagarle la travesía.
2 Elysion o los campos Elíseos en la mitología griega, era originalmente el paraíso al que se enviaban a los héroes, a quienes los dioses conferían la inmortalidad. A estos campos se llegaba atravesando las aguas del río Aqueronte, el inframundo y más allá del río Lete.
3 Caronte es el barquero que se encarga de transportar las almas de los muertos a través de la laguna Estiga y el río Aqueronte. Cobra el precio del pasaje: un óbolo. De ahí la costumbre de introducir una moneda en la boca del cadáver en el momento de enterrarlo. No admite las almas de los que no han recibido sepultura, obligándoles a vagar cien años por la orilla hasta que accedía a portearlos sin cobrar.
4 Hécate es la diosa griega de la magia, la hechicería, la brujería, las encrucijadas, el conocimiento trivial, y la nigromancia. Según lo dicho en La Casa de Hades, Hécate también es la diosa de la Niebla, y es la responsable de mantener el velo que separa el mundo de los dioses del mundo de los mortales.
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