Lidia entendiendo lo que la reina usó se levantó y haciendo una reverencia se despidió de los reyes para volver a su cuarto “Estoy, estoy agotada, es, es primera vez que me siento tan cansada, he usado este don muchas veces antes, pero jamás, jamás me había sentido tan desgastada después de usar esta habilidad como me siento ahora” Lidia entro en su cuarto y se sentó en la cama mientras veía a su alrededor todo completamente nublado “¿Qué me sucede?”, se preguntaba Lidia miraba mientras se mantenían los ojos abiertos. A las pocas horas después Camila se encontró en la puerta de la habitación de Lidia llamando a esta para ser atendida, al no escuchar respuesta, espero que todos los guardias se distrajeran y entro, encontrando a Lidia desmayada sobre la cama.
— ¡Señorita Lidia! ¡Señorita despierte! ¡¿Qué le sucede?! ¡Vamos abra los ojos! —Camila tomo a Lidia en brazos y la acomodo lo mejor que pudo sobre la cama para luego despertarla.
—Mmm… ¿Camila? ¿Cuándo? ¿Cuándo entras? —Pregunto Lidia mientras se sentaba aún un poco aturdida en la cama.
—Señorita, estuve llamando a la puerta por bastante tiempo, pero usted no contestaba y me preocupé, Cion me dijo que la estuviera cuidando, así que… Bueno, es mi deber protegerla. —Respondió Camila sin querer admitir que sentía gran cariño por Lidia, por el tiempo que la había estado cuidando en el pasado como su escolta.
Lidia sonrió disimuladamente y luego abrazo a Camila, Camila a pesar de que ya no tenía ningún deber con ella, aún seguía preocupándose y brindándole su apoyo, eso la hacía sentir menos sola en esa situación donde estaba dentro del castillo en territorio enemigo “Lo único que quiero es salir de este lugar pronto junto a Cion, quiero poder vivir una vida tranquila y pacifica junto a Cion y Javiercito” se decía a sí misma Lidia intentando mantener la calma.
Al día siguiente, Lidia fue llamada por la reina para reunirse con ella en el comedor real, donde solo la familia real y los más cercanos a ellos podrían quedarse. Lidia entró al lugar mirando detenidamente a su alrededor y recordando cuando el príncipe la había llevado allí porque quería presentarla como su futura prometida “Este sitio me trae malos recuerdos” se dijo Lidia recordando el rostro del príncipe queriendo convertirla a ella en su mujer. Al entrar en el comedor, ella fue dirigida hacia uno de los asientos disponibles en la mesa y se sentó, fue entonces que el rey empezó a hablar.
—Me ha contado mi reina que tú eras la jovencita con la que pensaba casarse mi hijo, y me ha dicho también que fuiste tú quien me salvo, dime, ¿realmente no quieres convertirte en la princesa heredera de este reino? ¿Tienes idea de cuantas jovencitas desearían tener la oportunidad que tú quieres desechar? —Pregunto el rey mirando a Lidia con el ceño fruncido.
Lidia tomo aire e intento mantener la calma, el rey, al estar sano, parecía haber recuperado completamente todas sus fuerzas, y su sola mirada era capaz de intimidar a cualquiera que se atreviera ni siquiera a pensar ir en su contra.
—Yo, estoy completamente seguro de mi decisión, su majestad, yo solo deseo tener una vida normal y pacífica, deseo poder vivir en un lugar lejos de conflictos junto al hombre que amo, deseo poder tener una familia, poder correr, saltar e incluso tirarme al césped sin importar lo que nadie diga, para mí su majestad, una vida tranquila y pacífica, es mucho más valioso que todos los lujos que yo pudiera tener.-Respondió Lidia.
El rey observó a Lidia seriamente, escuchando las palabras de esta, era evidente que lo que ella sentía y quería para la vida era real. Ella tenía muy claro lo que esperaba, por lo que el rey no podría insistirle en tomar una posición dentro del palacio si ella no lo deseaba, ya que era evidente que si la obligaban esta intentaría volver a escapar. “Es increíble que esta joven, teniendo la oportunidad de convertirse en princesa heredera, esté dispuesta a renunciar a todo eso por una vida tranquila y pacífica”, pensó el rey. Aunque en su interior sintió una pequeña decepción, también pudo comprender los deseos de Lidia y respetar su decisión.
El rey se recostó en su silla y suspiró antes de responder.
—Comprendo tus motivos, Lidia. La vida en el palacio no es para todos, y es admirable que tengas claridad sobre tus deseos y prioridades, no puedo obligarte a aceptar un destino que no deseas. Aunque podría haber sido una buena oportunidad para ti, no puedo negar tu deseo de tener una vida normal y pacífica, así que te concedo tu libertad y te aseguro que no te perseguiremos ni te haremos daño si decide partir. Pero recuerda que siempre serás bienvenida aquí si algún día cambias de parecer, puesto que tú fuiste quien salvo al gobernante de este reino.
Lidia asintió con gratitud y respeto hacia el rey. Aunque había esperado que el rey intentara persuadirla, estaba aliviada de que comprendiera su posición. Ella había sido sincera en sus palabras y no quería tener ningún lazo forzado con el reino o la familia real.
—Le agradezco su comprensión, su majestad. Mi deseo es encontrar la paz y la felicidad en otro lugar con las personas que amo. No puedo expresar lo suficiente mi gratitud por su generosidad al permitirme seguir mi propio camino. —respondió Lidia con sinceridad.
El rey sonrió levemente y asintió. Aunque hubiera deseado que Lidia aceptara su propuesta, respetara su determinación y admiraba su valentía al seguir su corazón.
—Espero que encuentres la felicidad que buscas, Lidia. Te deseo lo mejor en tu vida futura. —dijo el rey, dando por terminada la conversación.
Después de que el rey diera por terminada la conversación, la reina intervino de inmediato. Había estado escuchando en silencio, tomando en cuenta cada palabra que se había intercambiado.
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