—Cion ya debe de haber llegado a la posada… Espero que esté bien y no pasara nada en el evento… —Se dijo Lidia mientras las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos al pensar que no volvería a ver a la gente que tanto quería.
Después de algunas horas Lidia se quedó profundamente dormida sin darse cuenta de que el príncipe había entrado a verla, “Se ve tan hermosa, me gusta ver que estás aquí, tenerte donde mi vista, pueda encontrarte fácilmente, no te dejaré ir jamás, desde el primer momento en que te vi que siento este incontrolable deseo de hacerte mía, de tenerte por siempre junto a mí” pensaba el príncipe mientras se inclinaba sobre la cama para mirar a Lidia de cerca, fue entonces que noto como ella fruncía el ceño y parecía quejarse entre sueños.
—Tranquila, puedes dormir tranquila, nada puede pasarte ahora, no dejaré que vuelvas a aquel asqueroso lugar, desde hoy te mantendré a salvo siempre y no dejaré que vayas a ningún lado sin mí, te mantendré a salvo dentro de esta habitación y te daré todo, todo lo que desees, no dejaré que nada te lastime ni perturbe, serás feliz junto a mí. —Dijo el príncipe mientras miraba a Lidia fijamente mientras ella dormía, deseando que está fuera de él para siempre.
A la mañana siguiente Lidia se despertó encontrando la mesa de té que se encontraba frente la ventana completamente llena de comida “¿Qué es eso?” Lidia se levantó y camino en su camisón hacia la mesa viendo un gran desayuno en la mesa.
—Esto es ridículo, con esta comida podrían comer hasta ocho personas. —Dijo Lidia para sí misma viendo la comida servida frente a ella.
—No sé qué es lo que te gusta, así que pedí que sirvieran un desayuno contundente y variado para que comas todo lo que te guste. —Dijo el príncipe quién estaba entrando por la puerta de la habitación.
—Buenos días, su alteza… —Dijo Lidia siendo educada al ver que fuera de la puerta se encontraban los caballeros más cercanos al príncipe heredero.
Lidia miró lo servido y luego volteo a mirar por la ventana del cuarto “Quiero salir de aquí, el comportamiento del príncipe es molesto, es demasiado persistente y no parece escuchar en absoluto lo que yo quiero” pensó Lidia mientras miraba por la ventana, fue entonces que vio un carruaje detenerse en la entrada del palacio y salir de allí una hermosa mujer con cabello rojo como el fuego quien parecía entrar al palacio con gran seguridad y elegancia.
—Irene… —Susurro Lidia recordando a la villana de la novela.
El príncipe, quien se sentía intrigado por lo que Lidia observaba por la ventana, se acercó a ella y miro en la misma dirección, viendo a Irene ser escoltada por sus caballeros hasta el interior del palacio. “Esa mujer de nuevo, espero que no me genere problemas con Lidia o tendré que encargarme de ella” pensó el príncipe mirando a Lidia a su lado pensando que esta podría estar molesta, pero muy al contrario de lo que él esperaba Lidia parecía completamente feliz y emocionada al ver a Irene por primera vez.
—Lidia tú… —El príncipe confundido se quedó en silencio y luego volteo para salir de la habitación.
—Vendré a verte más tarde para que almorcemos juntos, así que prepárate para conocer a mi madre. —Dijo el príncipe mientras salía del cuarto.
Lidia frunció el ceño molesta al ver la actitud que tenía el príncipe y pensó en como escapar del palacio, fue entonces que mientras miraba hacia afuera vio a un caballero con el cabello verde azulado, este se veía algo desesperado caminando de un lado hacia otro con un rostro preocupado “Es Cien, ¿Por qué tiene esa expresión en su rostro?” Se preguntó Lidia quien intento abrir la ventana de la habitación notando que le era imposible.
—¿Qué? Está cerrada con maná, ¿Por qué? Hah… Ese maldito príncipe loco. —Dijo Lidia en voz alta colocando su mano en la ventana mirando a Cion fuera.
[La noche pasada en la posada]
—Buenas noches, señora Marta, ¿He? ¿Señora Marta que sucede? ¿Por qué está llorando? —Pregunto Cion caminando rápidamente hacia la anciana.
La dueña de la posada tenía cerrada la posada sin recibir nuevos inquilinos, ya que no se sentía de humor para atender a nadie por todo lo que había sucedido ese día, Cion al llegar vio a la anciana con los ojos llorosos detrás del mesón y se acercó a ella preocupado.
—Lidia, sé, se la llevaron, se llevaron a Lidia… Ella, no se resistió, siguió a ese hombre sin decir nada, parecía asustada porque nos pudiera pasar algo, por lo que lo siguió para protegernos, pero, pero ella. —La anciana abrazo a Cion quien, impactado por la noticia, corrió hacia la habitación de Lidia y toco la puerta repetidamente.
Cion tenía una mirada desconcertada, era imposible creer que Lidia se pudiera haber ido así nada más, que ella se alejara de su vida y la de su hermano. En el poco tiempo que habían estado juntos habían formado una linda amistad y los sentimientos que él sentía por ella habían crecido poco a poco, haciendo notar que lo que él sentía era mucho más que simple amistad. “No, no se puede haber ido, no puede, no, Lidia, no por favor, si te ibas a ir por lo menos deberías haberte despedido, sé que tú no te irías por tu propia voluntad sin despedirte, eres una mujer generosa y considerada, jamás nos dejarías de esta manera” Se repetía Cion en su cabeza mientras tocaba desesperadamente la puerta de Lidia, Marta que vio como Cion desesperado tocaba a la puerta de Lidia se acercó a él intentando calmarlo.
—Cion, muchacho, nadie responderá, ella no está, ese hombre, ese hombre se la llevo. —Dijo la anciana mientras que veía a Cion frunciendo el ceño con gran tristeza frente la puerta.
—Ella, ella no puede haberse ido, ella… Jamás se iría sin despedirse. —Dijo Cion mientras lágrimas comenzaban a derramarse por sus mejillas.
Fue entonces que una pequeña voz interrumpió desde el pasillo sorprendiendo a Cion y a Marta.
—Hermano, ¿Qué sucede? ¿Por qué estás llorando frente la puerta de Lidia? —Pregunto Javiercito preocupado.
El pequeño camino hacía Cion, quien se encontraba casi al final del pasillo y lo abrazo queriendo calmarlo, Cion tratando de controlarse se arrodilló en el piso mirando a su pequeño hermano parado frente a él. Javiercito entendía que algo debía haber sucedido con Lidia y al igual que a Cion eso le preocupaba, pero antes de preguntar decidió limpiar las lágrimas del rostro de Cion con sus pequeñas manos.
—Hermano, ¿Está todo bien? ¿Por qué estás tan triste? —Pregunto el pequeño acariciando el rostro de Cion.
—S… Sí, si ella, ella está bien, no es nada solo, solo quería hablar un minuto con ella, por eso vine a buscarla a su cuarto, pero parece que no está, ella… Ella tuvo que salir por un tiempo, volverá pronto. —Dijo Cion para no preocupar a su pequeño hermano.
Javiercito podía entender claramente que algo grave estaba sucediendo, pero se mantuvo en silencio y fingió ignorancia para no preocupar a su hermano “Parece que Lidia no está ¿Por qué se fue? Pensé que ella y mi hermano estaban enamorados, bueno, aunque… Parece que mi hermano sí lo está” pensó Javiercito para sí mismo mientras miraba el rostro de Cion, quien quería fingir estar bien dibujando una sonrisa falsa en su rostro.
—Bueno, vamos, debes ir a descansar Javier, vuelve a tu habitación, yo iré en unos minutos, tengo algo que hablar con la señora Marta, iré a acompañarte en unos minutos. —Hablo Cion mientras que Javiercito se marchaba de vuelta su cuarto.
Marta miró al pequeño entrar en su habitación mientras se quedaba a solas con Cion aún parados frente la puerta del cuarto de Lidia.
— ¿Cómo era el hombre que se la llevo? ¿Lo vio bien? ¿Puede darme una descripción? ¿Lidia dijo algo antes de irse? —Pregunto Cion esperando ansioso la respuesta de la anciana.
—Ella, parecía conocerlo aunque no se veía feliz al verlo, mejor dicho se veía bastante molesta e incómoda por la presencia de ese joven, él parecía un noble de alto rango porque traía varios escoltas, lamentablemente no logre ver el escudo de su familia porque traía una capa negra que lo cubría así que no sé a qué familia pertenece, no logre ver detenidamente su rostro, pero creo que tenía el cabello negro, puede que midiera un metro ochenta o algo así, no sé qué más decirte, Lidia, ella parecía querer evitarme problemas por lo que siguió a ese hombre sin discutir. —Dijo Marta mientras que Cion fruncía el ceño preocupado.
—Entiendo, bien, entonces… Señora Marta, ¿crea que sea posible que yo entre al cuarto de Lidia? Quisiera ver si hay algo que me dé una pista de a donde ha ido. —Dijo Cion.
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