—Señora Inés, buenos días. —Dijo Helena saludando a la señora Inés animadamente.
—Veo que dormiste bien jovencita, vamos ven aquí, ayúdame a pelar algunas frutas. —Respondió Inés mientras intentaba cortar manzanas con sus manos temblorosas.
—Bien, páseme eso, yo le ayudo, ¿qué es lo que está preparando? —Pregunto Helena mirando el desayuno.
En la mesa se encontraba algo de jamón, pan, frutas, mermelada y huevos, Helena observo la bandeja que la señora Inés estaba preparando y se dio cuenta de que era un desayuno bastante sencillo, en la bandeja solo había un pan con mermelada, una taza de leche, y un plato con frutas, “¿Eso es lo que come un príncipe?” Se preguntó Helena mirando lo preparado.
—Señora Inés…-La señora miro a Helena en cuanto esta dijo su nombre.
— ¿Qué sucede jovencita? —Pregunto.
—Yo… ¿Podría yo preparar el desayuno de su alteza la próxima vez? —Pregunto Helena nerviosa al pensar que podría ser reprendida por Inés.
— ¿Preparar tú el desayuno del príncipe Noah?… Sí, supongo que no habrá problemas, pero claro, deberás probar lo preparado frente al mayordomo para que este se cerciore que no hayas puesto nada indebido en los alimentos del príncipe, ¿estarás bien con eso? —Pregunto Inés esperando la respuesta de Helena.
—Si claro, no tengo problema con eso, estaré feliz de poder cocinar para su alteza. —Respondió rápidamente Helena.
—Espero que por lo menos tengas buenas habilidades culinarias, no quiero que intoxiques a su alteza por no saber cocinar. —Se escuchó agregar alguien desde la puerta de la cocina.
Al oír la voz masculina, Helena e Inés voltearon a mirar a Robert que se estaba uniendo a la conversación, este miro a Helena con el ceño fruncido y luego dio un gran suspiro.
—Su alteza aún no se ha levantado, se quedó en la biblioteca toda la noche y apenas regreso a su habitación en la madrugada, así que creo que aún tenemos tiempo, ¿qué tal si nos demuestras que puedes hacer, señorita Helena? —Pregunto el mayordomo queriendo probar a Helena.
Inés sonrió al escuchar la propuesta de Robert a Helena y asintió con la cabeza.
—Me parece una gran idea, ¿puedes preparar un delicioso desayuno, ahora señorita? —Pregunto la señora Inés mientras que Helena miraba los ingredientes que había en la cocina.
—Yo… Sí, creo que sí. —Respondió Helena preocupada, puesto que era primera vez que cocinaría para alguien más que no fueran los niños que vivían con ella en la cabaña.
Helena, nerviosa y apresurada, comenzó a tomar los ingredientes de los estantes de la cocina, mientras que el mayordomo e Inés la observaban “Harina, leche, huevos… También haré un poco de crema chantillí para el relleno, y lo decoraré con frutas, creo que es perfecto” pensó Helena, recordando que el día anterior, al entregar la bandeja al príncipe, este lo primero que había levantado de la bandeja había sido el pan con mermelada.
— ¿Qué es eso, señorita? —Pregunto la señora Inés.
—Es una masa bastante delgada, no creo que el príncipe pueda sostenerla para comer lo que le ha puesto dentro. —Dijo el mayordomo.
—Esto no es necesario que el príncipe lo sostenga, solo debe de usar el servicio, espero que le guste, ustedes ¿quieren probar un poco? —Pregunto Helena sabiendo que las dos personas frente a ella se preocupaban mucho por el príncipe.
Inés y Robert miraron un crepé frente a ellos y lo probaron, quedando encantados por el sabor que invadía sus lenguas.
—Esto, está delicioso. —Dijo la señora Inés.
—Es bastante dulce, estoy seguro de que a su alteza le encantara. —Agrego Robert con una sonrisa en su rostro.
Helena los miro por unos segundos hasta que el mayordomo, recobro la compostura nuevamente y le ordeno preparar nuevamente la bandeja para llevar el desayuno con el príncipe. Al llegar fuera de la puerta de su alteza Noah, Helena entro con la bandeja y dejo está en la mesa, esta vez, esperando a ver que Noah probara la comida. Noah se dio cuenta de la mirada preocupada de Helena al ver la bandeja, por lo que se sintió algo inquieto al principio al ver el desayuno, pensado que, talvez, ella sería otra persona enviada por su padre para acabar con él. Pero las palabras del mayordomo lo hicieron cambiar de parecer.
—Este desayuno fue preparado por Helena, su majestad, yo ya lo he probado con anterioridad en la cocina, y es seguro comer, espero lo disfrute su alteza. —El príncipe miro al mayordomo que acababa de hablar, y luego se llevó lo preparado a la boca.
El dulzor de la crema y las fresas invadía su paladar, mientras que se preguntaba, como la masa de lo preparado podía ser tan blanda y esponjosa, “Está delicioso” Fue lo único que pensó el príncipe mientras comía. Desde entonces, el mayordomo ordeno a Helena a encargarse de todas las comidas del príncipe, aunque claro, siempre con la supervisión de Inés en la cocina. Helena comenzó a acostumbrarse a vivir allí, mientras que cada fin de semana salía de regreso a la cabaña para llevarles dinero y comida a los niños.
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