El duque observó con atención al príncipe, notando la desesperación y el amor profundo que brillaba en sus ojos mientras permanecía junto a Helena. Era evidente que ambos estaban completamente entregados el uno al otro, dispuestos a sacrificarse por el bienestar del otro sin dudarlo. “Estos niños son dos inconscientes” Pensó el duque para sí mismo, con una mezcla de preocupación y ternura, “se aman demasiado, pero no son capaces de pensar con claridad en momentos de crisis.” El duque dirigió una mirada significativa a la jefa de las mucamas, Inés, quien entendió de inmediato sus intenciones. Sin necesidad de palabras, la jefa de las mucamas asintió y comenzó a dirigir a los invitados y sirvientes fuera de la habitación, dejando al duque solo junto al príncipe y a Helena.
― Sé que esto puede ser difícil para ti, mi sobrino, pero hay algo que debo revisar, algo que podría ser la clave para la recuperación de Helena así que necesito que confíes en mí y me dejes revisarla. ―Comento el duque con voz suave, consciente de la molestia que estaba causando al príncipe al pedirle que se alejara de Helena.
El príncipe frunció el ceño, lleno de esperanza y ansiedad al escuchar las palabras del duque. Si había una posibilidad de que Helena despertara, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para ayudarla.
― ¿Qué debo hacer? ―preguntó el príncipe, su voz temblorosa de emoción.
El duque sonrió con gratitud ante la disposición del príncipe para colaborar.
― Por favor, su alteza, permíteme intentar algo. ―Dijo el duque, sacando una piedra de maná de su bolsa y colocándola con cuidado en el pecho de Helena.
Con una mirada de determinación, el duque observó cómo la energía contenida en la piedra de maná comenzaba a interactuar con el cuerpo de Helena. Poco a poco, Helena empezó a absorber la energía de la piedra, mientras el duque observaba maravillado cómo las heridas comenzaban a sanar rápidamente ante sus ojos. El príncipe apenas podía contener su emoción al presenciar el milagro, sintiendo un nudo de gratitud y alivio en su pecho.
― Si esta piedra de maná puede ayudar a Helena a recuperarse, entonces hay esperanza. ―Susurro, el príncipe, mientras observaba el proceso de curación de Helena.
Mientras tanto, el duque continuó observando con concentración y determinación, sabiendo que cada segundo contaba para salvar la vida de aquella sirvienta que el príncipe tanto amaba. Después de varias horas y muchas piedras de maná, el cuerpo de Helena se encontró completamente curado. El príncipe decidió quedarse con ella todo el tiempo sin alejarse de su lado, mientras que los hermanos de Helena se enteraban por el mayordomo que ella ya se encontraba estable.
— ¿Por qué aún no despierta?… Explícame tío, dijiste que ella se recuperaría, pero ella aún no ha abierto los ojos. —Decía el príncipe mientras se aferraba a la mano de Helena.
—Su alteza, debe entender que lo que hizo Helena no fue algo sencillo, ella debió haber perdido mucha energía al absorber sus heridas. Las piedras de maná pudieron curar sus heridas físicas, pero no podrán ayudarla a recuperar la energía que perdió al curarlo, lo que ella hizo, fue algo que realmente no se ha visto en décadas, algo que solo hacia una tribu pequeña hace años, pero… Bueno, tu padre su majestad se deshizo de todos ellos. —Dijo el duque mirando a Helena, dando a entender que Helena pertenecía a esa tribu que había sido extinguida por el emperador en el pasado.
—Entonces ella… ¿Cuándo despertará? —Pregunto el príncipe sin importarle nada más que la salud de Helena.
El duque miró a su sobrino quien parecía agotado por lo acontecido y dio un gran suspiro “Esto será difícil” pensó el duque.
—Ella despertará cuando su energía sea recuperada, quizás un par de horas, un día o quizás dos, no es seguro, aunque gracias a la energía de las piedras de maná, ese proceso será mucho más rápido, puesto que ahora su cuerpo solo se encargará de recuperar su energía y no de recuperar su cuerpo. Ahora deberías descansar tu también sobrino, dado que no creo que quieras preocupar a Helena cuando ella despierte. —Concluyo el duque mientras salía de la habitación, dejando al príncipe en el interior junto a Helena.
Al día siguiente el príncipe despertó sentado al lado de Helena, está aún estaba inconsciente mientras que él sujetaba su mano aferrándose a ella. El príncipe miró el rostro de Helena, sus mejillas rosadas, su cabello ondulado caía sobre la almohada, sus pestañas largas y sus labios carnosos y rosados eran hermosos ante los ojos del príncipe quien se sentía hipnotizado por tal belleza.
—Despierta, por favor, no puedes quedarte así, quiero que vuelvas a mí, que me sonrías, que corras y comas todos esos postres que te encanta probar junto a mí, quiero volver a comer tu comida, y discutir contigo sobre proyectos y estrategias para ayudar a los ciudadanos… Por favor, Helena, debes despertar.—Susurraba el príncipe mientras besaba con delicadeza la mano de Helena.
—Hm… ¿Su? ¿Su alteza? ¡Su alteza! … ¡Su alteza ¿Cómo está?, ¿está herido? ¡Usted! …-Helena despertó, y se quedó mirando al príncipe al ver que los ojos del príncipe se encontraban llorosos.
Helena extendió su mano hacia el rostro del príncipe al ver que él se encontraba realmente preocupado y angustiado frente a ella.
—Su alteza. —Helena miro a Noah frente a ella, el cual se veía ansioso e indefenso.
El príncipe se abalanzó sobre Adela abrazándola con fuerza, el rostro de Helena se sonrojó mientras que ella no sabía cómo actuar ante la situación. Helena aún estaba confundida, aún recordaba lo sucedido en la cueva, incluso recordaba haber visto al duque allí, y ver las heridas del príncipe curarse, pero después de aquello todo se volvía borroso.
—Despertaste… Helena, no tienes idea lo preocupado que me tenías, ¿Por qué hiciste eso?, ¿Por qué?, ¿tienes idea lo preocupado que nos tenías a todos? —Pregunto el príncipe aferrándose fuertemente a ella.
—Su, su alteza, yo… Lo siento, lamento haberlo preocupado, pero no podía quedarme quieta, tenía que intentarlo, yo… No, no quería perderlo, no quería que sufriera, su alteza, de verdad lo siento, pero no me arrepiento de lo que hice, ya que solo seguí mi corazón. —Respondió Helena ante las palabras del príncipe.
El príncipe al escuchar las palabras de Helena se quedó en silencio, luego se alejó de ella soltando el agarre de aquel abrazo y la miro a los ojos, “Sé que no debería tener esperanzas, sé que no la merezco, pero, quisiera ser valiente, quisiera intentarlo por ella, aunque me rechace” reflexiono el príncipe acercándose a Helena y pegando su frente a la de ella. Helena miró los ojos del príncipe, aquellos ojos que eran tan distintos el uno del otro, uno era azul como el océano, mientras que el otro era completamente negro y oscuro como la noche, “Es hermoso” pensó Helena susurrando esas palabras en voz alta mientras lo miraba de cerca.
—Hermoso…-Susurro Helena.
El príncipe vio los ojos de Helena de cerca, dándose cuenta de que esta no parecía sentirse incómoda con la cercanía que él había mostrado al inclinarse sobre ella.
― Tú lo eres mucho más… —El príncipe, con una ternura palpable en sus ojos, respondió con suavidad.
Un suave rubor tiñó las mejillas de Helena al escuchar las palabras del príncipe, y su corazón dio un vuelco ante el tierno beso en su frente dado por el príncipe. En ese momento, comprendió plenamente los profundos sentimientos que el príncipe albergaba por ella “Él…” murmuró Helena para sí misma, su mente dando vueltas mientras procesaba la revelación.
Sin dejar tiempo para que el príncipe se alejara, Helena actuó por instinto, aferrándose al cuello de su camisa y atrayéndolo hacia ella con determinación.
― Su alteza… no se aleje ―Susurró Helena, su voz apenas un susurro cargado de emoción mientras el príncipe se inclinaba sobre ella, colocando una mano en el respaldo de la cama para sostenerse.
La cercanía entre los dos, era palpable, cargada de una tensión emocional que llenaba la habitación. Los ojos de Helena se encontraron con los del príncipe, y en ese instante, todo pareció detenerse.
Con un impulso irresistible, Helena se aferró con más fuerza a la camisa del príncipe, inclinándolo aún más sobre ella mientras cerraba la distancia entre sus labios. El beso fue suave al principio, un roce apenas perceptible que pronto se convirtió en un fuego ardiente que parecía consumir sus corazones.
En ese momento, no había nada más que ellos dos, perdidos en el éxtasis del amor compartido. En medio de aquel beso, el mundo desapareció, dejando solo el eco de sus latidos y el dulce susurro del amor que había florecido entre ellos y que al fin se habían animado admitir frente al otro.
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