Helena miró la espalda del príncipe, quien se marchaba, dejándola a ella parada sola en la sala, “Él parecía realmente molesto, jamás lo vi tan enojado, espero que mañana esté más tranquilo” pensó Helena volviendo a su habitación. A la mañana siguiente Helena se levantó temprano y preparo el desayuno para el príncipe, fue hacia su habitación y le dejo la bandeja con el desayuno sobre la mesa, volteo a mirar al príncipe, pero este la ignoro por completo mientras caminaba hacia el biombo para cambiarse de ropa.
—Su, su alteza, ¿quiere que lo ayude? —Pregunto Helena.
— ¿Qué? ¿Estás loca? ¡Sal ahora! —Grito el príncipe escuchando a Helena salir corriendo de la habitación.
El príncipe miró cuidadosamente hacia la puerta viendo que Helena ya se había marchado, su cara sonrojada no podía ocultarla ni siquiera detrás de sus grandes manos mientras ocultaba su rostro “¿Cómo puede ofrecerse a vestirme? ¿No tiene conciencia? Aún no lo puedo creer…” pensó para sí mismo el príncipe para luego mirarse en el espejo que se encontraba detrás del biombo en el que se estaba vistiendo, al ver su reflejo en el espejo, su mirada se oscureció por completo.
—Ella ya ha visto esta horrible apariencia antes, seguramente ni siquiera le parezco humano, no hay razón para que ella sienta vergüenza al verme así si me veo de esta forma. — Pensó el príncipe al ver su prominente joroba en su espalda y su ojo completamente negro en el espejo.
Helena, que salió de la habitación, corrió rápidamente hacia su cuarto y se apoyó contra la puerta luego de cerrarla deslizándose hasta llegar a sentarse en el frío suelo “¿Cómo? ¿Cómo se me ocurre? Él es un hombre, yo, realmente debo estar loca como ha dicho el príncipe, si él hubiera aceptado mis palabras yo…” Helena al imaginarse la situación se sonrojó completamente mientras cerraba los ojos con fuerza y mordía su labio con timidez, fue entonces que un golpe en la puerta de su cuarto la sacó de sus pensamientos.
—Señorita Helena, han venido unas personas buscándola, dicen ser sus hermanos. —Se escuchó la voz del mayordomo al otro lado de la puerta.
Helena, nerviosa, se levantó rápidamente y abrió la puerta mientras salía en búsqueda de las personas que habían ido en su búsqueda al castillo. Al salir y llegar a la puerta principal del castillo, ella se encontró con Massiel, Nicolás y Mateo, los tres parecían algo preocupados por ella, aún más cuando la vieron llegar con su rostro aún algo sonrojado.
— ¡Helena! —Grito Mateo
— ¡Helena, ¿Qué sucede? ¿Estás enferma?! —Pregunto, Nicolás.
— ¡Tienes el rostro rojo, debes tener fiebre, traje algunas hierbas, vamos, debes de beber algo, no puedes enfermarte hermana! —Añadió Massiel mientras se acercaba a Helena y posaba su mano en la frente de esta.
El mayordomo y la jefa de las mucamas que veían la situación sonrieron disimuladamente al ver la actitud de los tres jóvenes que habían ido a ver a Helena.
—Estoy bien, estoy bien, no se preocupen, es solo que me dio calor al correr hasta aquí. —Se excusó Helena mientras bajaba la mirada para no admitir que aún estaba avergonzada por lo sucedido con el príncipe.
— ¿Estás segura hermana? —Pregunto Massiel.
—Sí, si no es nada, vamos adentro, los mande a llamar para que me ayuden, así que vamos, déjenme presentarles a mis superiores en el trabajo.
Helena presentó a la jefa de las mucamas, Inés, y al mayordomo Robert a sus hermanos (los jóvenes que habían escapado con ella del hogar a quienes ahora consideraba su familia) para luego decirles que había mandado a llamar a sus hermanos para que los ayudaran con las reparaciones y orden del castillo. Ellos tenían experiencia arreglando cosas y eran buenos, ordenando, así que podían ser de ayuda para esperar al duque.
—Es una buena idea Helena, pero sabes bien que al príncipe no le gusta que personas desconocidas entren y salgan del castillo, tampoco tolera el bullicio y podría molestarse… —Agrego la mucama quién segura hablando, pero Helena la interrumpió.
—Eso lo sé, señora Inés, pero aun así, es imposible que tengamos todo preparado para la llegada del duque, solo nosotros tres. Debemos de contar con más manos para tener todo preparado, aparte, mis hermanos se mantendrán alejados de la habitación de su alteza, y solo se encargarán de arreglar los establos, el patio de entrenamiento y el salón, claro, con mi ayuda, pero ellos no subirán a los pisos superiores, así que no hay nada de que preocuparse. Yo jamás haría algo que lastime a su alteza. —Concluyo Helena mirando a sus hermanos, quienes entendieron de inmediato que deberían de obedecer.
—Sí, señora, si mi hermana dice que no debemos ir a los pisos superiores, entonces nosotros jamás subiremos, no pondríamos en peligro el trabajo de nuestra hermana, sabemos bien que ustedes han estado cuidando muy bien de ella y que ella se siente cómoda y apreciada aquí así que no queremos causar problemas, solo queremos ayudar. —Agrego Nicolás, mientras que Massiel y Mateo asentían con la cabeza.
El mayordomo, al escuchar las palabras de Helena y de sus hermanos, entendió de inmediato que estos eran personas leales, y que jamás pondrían en peligro la confianza que se le había dado a Helena, por lo tanto, no harían nada inapropiado.
—Está bien, pueden venir ayudar, también se les dará la cabaña del cuidador de los establos, el lugar no es muy grande, así que pueden vivir allí sin problemas mientras tanto. —El mayordomo miro a los jóvenes y les ofreció la cabaña cerca de los establos.
Los hermanos de Helena con una sonrisa aceptaron las palabras del mayordomo y se prepararon de inmediato para comenzar a trabajar. El príncipe Noah, que se encontraba en su habitación, pudo escuchar el bullicio afuera del castillo y al asomarse en la ventana pudo ver a los hermanos de Helena junto a ella ordenando fuera del castillo “¿Esos quiénes son?” Se preguntó el príncipe. Durante esa tarde, el mayordomo le explico la situación al príncipe, quien ya había leído la carta del duque y sabía que todos debían de prepararse para esperar a su tío.
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