Capítulo 87
Al oír lo que Ciel tenía que decir, Jace dudó un momento y Seo-yoon se quedó visiblemente sorprendida.
“¿Fue un error?”
“¿Así que admites que cometiste un error?”.
Ciel respondió rápidamente, como si hubiera estado esperando a que dijera exactamente eso. Nerviosa, Seo-yoon asintió y empezó a excusarse.
“No estaba en muy buenas condiciones ese día. Supongo que es porque estoy en un mundo nuevo…”.
“¡Santa! ¿No te dije que no te agotaras?”.
Jace reaccionó con la sorpresa tiñendo sus palabras. Al ver la preocupación en los ojos del príncipe heredero, Seo-yoon pudo calmar su asombro. Y no desaprovechó la ocasión.
Levantó una mano para tocarse una sien y fingió estar mareada. Inmediatamente, el príncipe heredero respondió.
Así es. Como es un Esper, es normal que reaccione así ante un Guía.
Seo-yoon miró furtivamente a Ciel. Entonces, sus ojos se encontraron. Ella se sobresaltó, pero no rehuyó su mirada.
Pero al final, no avanzó ni un solo paso desde el momento en que entró en la habitación.
¿Qué es esto? ¿Un Esper no se preocupa por el bienestar de la única Guía de este imperio? Su supuesta reacción era obvia para ella, así que no podía entender por qué reaccionaba así.
Sin embargo, ella quería terminar las cosas de una manera que no causara complicaciones para sí misma más adelante. Así que se aferró a Jace y le suplicó.
“Extraño tanto la comida de mi lugar de nacimiento”.
“Ahh, Santa… No había pensado en eso”.
“En mi país, me gustaba mucho comer comida picante. Pero eso no es habitual aquí en el Imperio. Antes no se me pasaba por la cabeza lo difícil que sería asimilarme a un nuevo lugar, pero estos días, echo mucho de menos la comida de mi lugar de nacimiento.”
“El chef de palacio puede cocinar cualquier cosa. Si me dices qué tipo de comida es, haré que la preparen enseguida”.
“Es muy amable, Su Alteza. Muchísimas gracias.”
Mirando fijamente a un solo punto, hizo todo lo posible para que se le llenaran los ojos de lágrimas. Luego, miró a Jace mientras batía los párpados, fingiendo estar agotada. Al mismo tiempo, dejó de guiarle.
Guiar era como un hechizo mágico al que los Espers nunca podían resistirse…
Con los molares rechinando, Ciel observó la farsa habitual de Seo-yoon, que utilizaba ese mismo truco para escabullirse como una locha y escapar de cualquier repercusión que pudiera surgirle. Aun así, ya no caería voluntariamente en esa trampa.
“Tú mismo lo has admitido: es tu error. Por lo tanto, no habría ninguna razón para que me disculpara, ¿verdad? ”
“¿Acaso eso importa ahora?”
Mientras Ciel explicaba esto con frialdad, Jace replicó enfadado. Ante esto, Ciel añadió.
“Alteza, soy duque de este país. Lo que la Santa ha dicho de mí no es más que una calumnia”.
“¡No, yo nunca…!”.
“No sólo eso, sino que también es una blasfemia contra la Familia Imperial que estés mintiendo a la cara de Su Alteza, Santa. Ya has admitido tu error delante de él”.
Seo-yoon se quedó sin habla. Esos ojos azules que la miraban eran tan fríos y feroces como los de una bestia salvaje. No pudo evitar sentirse frustrada por lo diferente que era la temperatura entre estos dos, a pesar de ser ambos Espers.
“Una vez que regrese al templo y me recupere, vendré de nuevo para demostrar que soy la Santa”.
“¿Qué es esto… Santa, no sería mejor para ti descansar aquí en el palacio en lugar de volver al templo? Le diré al chef que prepare la comida de tu país natal”.
Al oír esto, Seoyoon miró a Jace con ojos centelleantes. Se alegraba de oírlo.
“Su Alteza, muchas gracias. Le debo otro favor…”
“Entonces, tú también deberías dejar de hacer esto ahora. ¿Realmente tienes que decirle cosas tan duras a un paciente?”
Jace se volvió hacia Ciel.
“Sí, yo tampoco quiero eso. Sin embargo, espero que volvamos a tratar este asunto pendiente en otro momento, Alteza”.
La verdad es que Ciel quería seguir con el tema y llevarlo hasta el final ahora mismo, pero lo que más importaba ahora mismo no era la santidad, sino marcharse cuanto antes y volver al lado de Irene una vez más.
Aunque sólo fuera una huella para asegurarse de ello, deseaba que ella sólo le perteneciera a él.
Deseaba tenerla a su lado como antes, para poder protegerla. No importaba qué enemigos o peligros vinieran, él deseaba cuidarla como a un preciado tesoro.
Ante las palabras de Ciel, Jace asintió ligeramente.
“Por supuesto, también tienes razón. La Santa lo reconoció”.
Seo-yoon se sintió disgustada nada más oírlo, pero hizo un esfuerzo por levantar la comisura de los labios.
“Sí, admito mi error, Alteza. Lo siento”, dijo Seo-yoon.
“Es natural que tú también puedas cometer algunos errores, Santa. Como Dios te ha llamado aquí, eres una persona muy generosa”, respondió Jace amablemente.
Seo-yoon asintió y se secó las lágrimas con un pañuelo.
“Le debo otra cosa a Su Alteza”.
Qué situación tan sofocante y abominable. Ciel no veía la hora de salir de allí.
“Bien entonces, Su Alteza. Entiendo que esto significa que podemos seguir adelante y fingir que no pasó nada desagradable la última vez. Tengo muchas cosas que hacer ya que se acerca el verano, así que me excusaré”.
“…Sí, Duque. Puedes irte”.
Jace observó cómo el inexpresivo Ciel abandonaba la habitación. A decir verdad, no es que no pudiera deducir lo que Ciel quería decir cuando pronunció esas palabras, pero seguía sin poder creérselo.
Ella era la santa que había sido reconocida incluso por el sumo sacerdote del templo, y además de eso, el propio Jace sentía como si hubiera encontrado esa luz en su vida en el momento en que la conoció. Teniendo en cuenta quién era, no quería dudar de la santa. Y también se alegró de que Ciel no mostrara ningún interés por ella.
Con esto, Jace observó cómo Ciel abandonaba la habitación, con complicados pensamientos arremolinándose en su mente.
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