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Cómo rechazar a mi exmarido obsesivo capítulo 75

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Capítulo 75

 

Aturdida por un momento, no pude responder de inmediato.

¿Qué acababa de oír?

“Está bien, Rin. Esta madre tuya puede entenderlo todo. Cuando era joven, también solía admirar a los nobles que vivían en la capital”.

Estoy muy segura de que tengo una mirada estúpida en mi cara en este momento. Sin embargo, mamá no me miraba porque estaba mirando al aire, quizá rememorando el pasado.

“Estuve un tiempo en la capital antes de conocer a tu padre. Por aquel entonces, mi difunta abuela materna estaba en la capital. Solía ir mucho allí a visitar a mis primos, a pasar el rato todo el día…”

Mientras mamá rememoraba el pasado, yo corregí de inmediato el malentendido en el que se encontraba.

“No, mamá. No siento nada por el duque”.

“Fufu. Te falta mucho para engañar a tu madre, querida hija”.

“……”

“Cuando fui por primera vez a la capital, Rin, te digo que había un caballero con el que me había cruzado. Entonces, pensé que todos los nobles que vivían en la capital eran educados y amables como él.”

Estaba increíblemente conflictuada, pero al mismo tiempo, también sentía curiosidad por el pasado de mamá. ¿Cómo era de joven? ¿Era tan fuerte y valiente como ahora?

Al final, mi deseo de negar su incomprensión se desvaneció a medida que, sin saberlo, fui cayendo poco a poco en la historia que mamá me contaba.

“Creo que ahí empezó mi primer amor. Pero al cabo de un tiempo, mi abuela falleció y mi madre no tuvo más remedio que volver a nuestro pueblo natal. Entonces, conocí a tu padre. Cielos, de verdad. No pensaba que tu padre fuera un noble”.

Como si ahora estuviera inmersa en el pasado, mamá giró ligeramente la cabeza mientras una sonrisa se dibujaba en la comisura de sus labios. Su suave pelo coral ondeaba suavemente al viento y sus ojos verdes me miraban con ternura.

Me parezco mucho a mamá. Desde el color del pelo hasta el de los ojos.

Cuando sea mayor, ¿no me pareceré a ella? No pude evitar pensarlo.

Las dos, madre e hija, nos miramos en silencio.

Cuando mamá me miró, abrió los labios para volver a hablar.

“Me gustará quien te guste, Rin. Pero, hija mía…”.

“…¿Sí, mamá?”

“Si es posible, ¿no puedes vivir cerca de mí?”.

“……”

Yo también recordé el pasado. En esto, mis ojos curvados que llevaban alegría hasta ahora pronto cayeron hacia abajo.

Mamá no debe haber superado completamente el fuego del pasado todavía.

Sentí remordimientos hacia ella. Me acerqué a sus hombros y la abracé con fuerza. Ayer no sabía que sus hombros eran tan pequeños.

Con mi abrazo, mamá pareció un poco sorprendida, pero le dije,

“Mamá, tú también me gustas. Yo también quiero vivir contigo mucho, mucho tiempo”.

“Fufu, sabía que tú sentías lo mismo”.

La abracé fuerte un momento, pero luego volví al tema original.

“Pero sigues sin tener razón en una cosa, mamá”.

“¿Sobre qué?”

“¿Cuándo me he enamorado del Duque? No es así en absoluto, así que…”

“Dios mío, Rin. El amor no es algo malo. No hay razón para que lo ocultes”.

“No, realmente no siento nada por él”.

Aunque lo estaba negando rotundamente, mamá seguía con cara de no creerme. Más bien, me miraba con los ojos entrecerrados como si me estuviera calibrando exhaustivamente.

“Entonces, ¿por qué sigues buscando así al duque?”.

“…¿Yo?”

“Sí. Siempre que el duque no está, miras la puerta, como si esperaras el momento en que entrara”.

“……”

No pude contestar.

Obviamente, lo hacía porque le estaba evitando, no esperándole.

Pero, de nuevo, no podía ignorar las palabras de mamá. No sabía el alcance de su cuidado y atención hacia mí mientras me observaba.

“Bueno, terminemos nuestro paseo y volvamos adentro”.

“…Sí.”

 

* * *

 

Helen miró la mano de su hija, que sujetaba la suya con fuerza.

Aunque sabía que ya no era una niña, Helen no podía soltar fácilmente la mano de su hija, que estaba cubierta por el guante que no podía quitarse aunque hiciera calor.

La mano derecha de su hija era el claro indicador del pecado de Helen, que debía expiar durante el resto de su vida.

A decir verdad, ya se había dado cuenta de que el duque también sentía algo por su hija. Y además de eso, también notó que su hija había sido consciente del duque desde el primer día de su visita a su morada.

Pero, ¿cómo podía explicarlo?

La expresión “se enamoraron” no parecía suficiente.

¿Era mejor decir que eran dos personas que estaban destinadas a cruzarse?

Esta peculiar relación acabó por resultarle cierta a Helen cuando el duque la había visitado. En el salón, donde Helen, Irene y el duque estaban sentados, él había mirado a Irene como si supiera quién era desde el principio, con una mirada tan suplicante.

Y el día en que el duque abandonó la finca, el duque había mirado a su hija como si fuera a volver a por ella más tarde porque en un principio era suya.

No es que a Helen no le gustara el duque. Al contrario, le tenía bastante aprecio.

Pero el problema era que él era el cabeza de familia de una gran casa noble, y no podría actuar por sí solo.

Como una gran casa noble inevitablemente tenía vasallos y familias filiales, como todo un organismo, sin duda se opondrían a que Irene entrara en esa casa.

Además, era una joven con cicatrices en el cuerpo. La tratarían con desprecio, como si fuera una pecadora.

Helen no permitiría que insultaran así a su hija.

Jamás.

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