Capítulo 64
Sentada ahora en un sofá rojo con adornos dorados, posó sus ojos en Jace, que la contemplaba con asombro. Bajando las puntas de las cejas, lo miró con expresión llorosa.
“Le pido disculpas por imponerle una visita de repente, Alteza. Pero estaba tan preocupada que no podía soportarlo”.
“¿Quién te ha preocupado tanto, Santa?”.
Sin saber que se lo estaba inventando todo, Jace bajó la voz y le replicó. Parecía que sólo se sentiría aliviado cuando supiera quién se había atrevido a inquietar tanto a la santa.
No podía olvidar la sensación de éxtasis que lo invadió como olas en cuanto conoció a la santa.
En esta tierra sólo se creía que los guías eran una leyenda. Cuando ella le había infundido su energía por primera vez, él se había llenado de una sensación tan abrumadora y vertiginosa. Ni siquiera bastaba para ejemplificar aquella experiencia con la palabra “éxtasis”.
“La persona que me está preocupando no eres otra que tú”.
“¿Perdón?”
“Ya han pasado dos semanas desde que te guié, y sin embargo no me has llamado hasta ahora. Vine aquí porque me preocupé”.
“Dios mío… Jaja, fui yo quien te preocupó, Santa. Cuando dices guiar, ¿te refieres al acto de eliminar la energía impura?”.
“Ah, sí. Es como lo llamamos allá de donde vengo, pero no estoy segura de cómo se llama aquí.”
“Ahora que lo dices, yo también tengo curiosidad. Tendré que mirar en los archivos”.
“Sí. Por favor, avísame si lo encuentras”.
“Por supuesto.”
Durante la conversación, el asistente jefe regresó y trajo consigo una amplia variedad de refrescos de colores y un juego de tazas de té de uso exclusivo de la familia imperial. Con movimientos fluidos, sirvió té en las tazas del príncipe heredero y la santa.
Seo-yoon estaba embelesada: era como una escena sacada de una película. Tras recibir la atención de la santa, el jefe de asistentes salió del despacho del príncipe heredero con los hombros echados hacia atrás con confianza.
“Tome un poco, Santa”.
“Gracias”.
Saboreando el aroma del aromático té, prorrumpió en una exclamación tras dar un sorbo.
“Sabe completamente distinto al té que bebí en el templo”.
“Estas hojas de té sólo se distribuyen a la Familia Imperial, así que no podrás probarlas en ningún otro sitio”.
“Ya veo.”
Al escuchar sus palabras, Seo-yoon dejó escapar un suspiro de satisfacción. Se sentía como en las nubes todos los días aquí en el imperio. Nunca habría recibido la misma hospitalidad sincera en Corea.
La habían despreciado como a una simple guía de clase C y la habían obligado a trabajar prácticamente como una sirvienta. No quería recordar aquellos días, pero no podía evitarlo.
Al pensar en ello, palmeó el teléfono oculto en sus anchas mangas.
Cuando pensó en cómo había acabado en aquel lugar, le entraron ganas de enseñar los dientes y explotar de rabia, pero trató de calmarse. En lugar de pensar en eso, preguntó al príncipe heredero.
“¿Quieres que te guíe?”.
Cuando Seo-yoon formuló esta pregunta con voz clara y sonora, la mirada de Jace cambió. La mirada tras sus ojos color cielo, portadora sólo de ligera cortesía, pronto se oscureció.
Era imposible que Seo-yoon no supiera el significado de esa mirada. No, más bien, era un deseo. Ella anhelaba tanto el deseo posesivo de un Esper que sólo recibían los Guías superiores.
Al recordar a esos abominables Guías de alto nivel, Seo-yoon se rió para sus adentros, pero ninguno de sus sentimientos amargos se podía ver en la suave sonrisa de sus labios.
Con la misma sonrisa de santa que tanto habían alabado los sacerdotes en el templo, le tendió la mano.
“Deme la mano, Alteza”.
Como poseído, Jace hizo lo que le decían. Cuando su mano entró en contacto con la palma de la santa, fue como si la energía divina fluyera por su cuerpo.
Ante la sensación que antes no había tenido tiempo de sentir, prorrumpió en una exclamación mientras la energía impura de su interior era arrastrada.
Cerró los ojos y saboreó esta sensación de éxtasis, y tragó en seco. Ciertamente parecía que se había saciado, pero extrañamente, más bien se sentía sediento.
Seo-yoon sonrió inocentemente al príncipe heredero, que levantó lentamente los ojos mientras le dirigía una mirada más descarada.
“No debes estar tan satisfecho como antes”.
“…¿Cómo lo has sabido?”.
“Es una reacción natural. Después de todo, una guía adecuada no puede lograrse sólo con una mano.”
“Entonces… ¿Cómo se puede guiar correctamente, Santa?”
“Bueno…”
Seo-yoon se levantó de su asiento y se acercó al príncipe heredero. Los ojos de Jace se clavaron insistentemente en la santa mientras se acercaba a él.
Sus instintos le pedían a gritos que alcanzara su esbelta cintura y la subiera a su regazo. En ese momento, Seo-yoon se sentó en su regazo.
Si el jefe de asistentes hubiera estado aquí, por mucho que venerara a la santa, habría gritado indignado al ver aquello.
Sin embargo, en aquel despacho sólo estaban ellos dos, y allí no había nadie para impedírselo. Además, Jace no tenía intención de apartarla.
Era lo que ambos querían. Ligeramente, Seo-yoon apretó sus labios contra los de él. La energía vertiginosa que fluía ahora en él no podía compararse con el suave goteo que experimentaba con sólo sostenerle la mano. Todo parecía arremolinarse.
“Haa…”
Ante la vertiginosa y abrumadora sensación, un profundo suspiro brotó de sus labios.
“Dígame, Su Alteza…”
“…¿Qué pasa?”
Al experimentar este tipo de guía por primera vez en su vida, los ojos de Jace se desenfocaron y preguntó aturdido. Seo-yoon le acarició la mejilla.
“¿Dónde está el otro Esper además de usted?”.
Le habían dicho que había dos espíritus en el imperio, pero ¿dónde estaba el otro? ¿Por qué no había acudido aún a ella para recibir su guía?
La pregunta disgustó bastante a Jace.
Comment