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Cómo rechazar a mi exmarido obsesivo capítulo 50

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Capítulo 50

 

Quizá fuera acertado decir que el tiempo es medicina.

Es a través de la medicina llamada tiempo que los recuerdos empiezan a desvanecerse, que los recuerdos de amor desaparecían de la mente de uno. Cosas de las que no me había percatado en aquel momento pasaron ante mis ojos.

Él era la arrogancia encarnada. Ni siquiera echaba un vistazo a la comida que yo comía antes, y era tan quisquilloso con la suciedad que, si caía una sola gota de agua sobre su camisa o cualquier otra cosa, se la quitaba y la tiraba.

De todas formas, el agua desaparecía en cuanto se evaporaba.

No es como si fuera café, ni era algo como una sopa.

Y eso no es todo. Era como si no pudiera quedarse quieto en absoluto si yo no estuviera en casa. Cada vez que yo salía para hacer un trabajo de campo, no dejaba de bombardear mi teléfono con llamadas, armando pelea mientras me instaba a volver a casa enseguida. Si no era eso, se aseguraba de averiguar dónde estaba para venir personalmente a buscarme.

Sin embargo, una vez en casa, siempre me trataba como si no estuviera allí, como si ya hubiera hecho lo que tenía que hacer conmigo. ¿Por qué estaba tan ansioso por traerme a casa si iba a comportarse así?

Nunca dijo nada cada vez que me encontraba con Seoyoon u otros Espers, pero ¿por qué seguía insistiendo en conocer a todos los que conocía?

Tan mezquino. En serio, tan mezquino. Debería haberme dado cuenta de todo eso al principio y haberle llamado la atención.

No tengo ni idea de por qué tiré toda mi vida por la borda sólo por mi ex marido.

Pero aún me asustaba el afecto de ese tipo, de verdad.

Refunfuñé para mis adentros mientras le quitaba la piel a una patata asada. De repente me enfadé porque el recuerdo de las yemas de los dedos de aquel tipo pasó ante mis ojos. ¿Por qué me resultaban tan familiares? Comí las patatas peladas y sazonadas con un poco de sal.

Cuando ya me había comido tres, Mary acabó dándome un poco de azúcar. Al final, me comí las seis patatas de la cesta porque no podía soportar que sobraran.

“Mmh, como era de esperar. Las patatas asadas combinan mejor con azúcar”.

Quedaba un poco más de azúcar, pero no quise pedir más patatas asadas. Acariciándome el estómago lleno, me levanté del sofá y di vueltas por la habitación. Me remangué un poco el picardías para practicar algunas patadas.

Después de una serie de patadas -hacia delante, de lado, hacia atrás- me sentí más ligera. Fue entonces cuando volví a tumbarme en la cama.

Me sentí un poco consternada por no haber podido dar las buenas noches a mi familia. Por lo menos, debería levantarme temprano mañana para poder verlos antes.

Con práctica facilidad, me quité las horquillas que me mantenían el pelo recogido y soplé la luz de las velas. Cuando sólo quedaba la sutil luz de la luna para iluminar mi entorno, cerré los ojos y me sentí a la deriva.

Estaba a punto de sucumbir a las llamadas del sueño en ese mismo instante, pero mis nervios se tensaron en el momento en que noté la ligera sensación de la presencia de alguien entrando en mi habitación.

Casi no se oía sonido alguno de los movimientos de esa persona, y parecía como si estuviera muy acostumbrada a ello. Después de reencarnarme en este mundo, las únicas personas que antes se colaban en mi habitación eran mis familiares.

Aun así, puede que sea demasiado decir que se colaban en mi habitación para entrometerse, ya que lo único que hacían era comprobar si dormía bien. De todos modos, la última vez que ocurrió fue hace tres años.

Y, mi familia normalmente entraba por mi puerta.

No por la ventana.

No oía los pasos de esa persona, pero a medida que sus movimientos se acercaban más y más, sacaba tranquilamente mi katar, que siempre estaba cerca de mí. Era un hábito que adquirí en mi época en las fuerzas especiales, y llevaba tanto tiempo arraigado en mí que me resultaba difícil desprenderme de él.

Hasta ahora, había estado enterrando la cara bajo mi manta y mis almohadas, pero en el momento en que la presencia llegó a un brazo de distancia de mí, me abalancé e inmediatamente blandí el katar contra esa persona.

La afilada hoja rozó algo. Debí de errar el blanco, así que reajusté la puntería y volví a apuñalar.

Sin embargo, el intruso escapó o no a su represalia, se acercó a mí y me atrajo hacia su abrazo.

“Haa, Seohyun…”

“……”

Al oír ese nombre -un nombre que no tenía cabida en este mundo- me olvidé de respirar.

“Lo sabía. Realmente eres tú…”

El tono de su voz se mezclaba con una alegría palpable. Me giró para que le mirara y pronto me encontré con sus ojos azules, que parecían fríos bajo la luz de la luna.

Fue un grave error de cálculo. Debería haber considerado la posibilidad de que entraría en mi habitación. Debería haber confirmado primero la identidad del intruso antes de blandir mi katar.

Salí de mi ensueño. Con la mano libre que no sujetaba el katar, lo empujé bruscamente por el estómago para alejarlo.

No le hice ningún daño, pero al menos la distancia entre nosotros se había ampliado.

Ahora que estaba más lejos de él, Ciel me miraba con una expresión extraña.

“¿Por qué me miras con esa expresión?”.

Debía ser que me veía claramente. Efectivamente, la destreza física de un Esper era diferente a la de cualquier ser humano corriente.

No tenía ni idea de qué tipo de expresión estaba poniendo ahora mismo. Me sentía tan confusa que ni siquiera sabía qué pensar primero.

¿Cómo demonios me has reconocido? ¿Cómo es posible que me conozca?

Mi expresión era seguramente como un libro abierto para que él lo leyera ahora mismo.

Como no podía ser de otra manera, respondió sin que yo tuviera que expresar mis preguntas.

“Esposa mía, ¿creías que no reconocería tu guía?”.

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