Capítulo 29
Para cualquier persona normal sería imposible comprender la posesividad de un Esper y su deseo de monopolizar a un Guía.
Personalmente, nunca sentí un deseo tan intenso de monopolizar a alguien, así que no podía entender del todo cómo se sentiría. Sin embargo, desde mi punto de vista, tenía la impresión general de que esto tenía tanto aspectos positivos como negativos.
Por supuesto, hubo un momento en el que deseé que Ciel fuera totalmente posesivo conmigo.
He oído hablar de Espers que llegaron a esconder a sus Guías de los demás. También había otros Espers que eran completamente obedientes a sus Guías, escuchando todo lo que decían.
Aunque Ciel no necesitaba llevar su pretensión tan lejos, en cualquier caso, es cierto que los Espers persistentemente tenían un gran interés en los Guías.
La fiebre estaba debilitando mi cuerpo y, a medida que mi estado se deterioraba, también lo hacía mi fuerte aferramiento a los recuerdos del pasado que deseaba olvidar.
Al recordar la agobiante soledad que sentía cuando estaba cerca de él, un miedo atenazador surgió de repente en mi interior.
«Huu…»
«Rin, nuestra hija…»
Dejando escapar un suspiro pesado, miré a mamá, que me hablaba con un tono afectuoso y preocupado a la vez.
«Mamá… Por favor, quédate conmigo…».
«No te preocupes. Mamá siempre estará a tu lado».
El tono afectuoso de mamá no dejó de tranquilizarme, y entonces les eché una última mirada a ella, a mi hermano y a mi padre, antes de cerrar los ojos. Me miraban con expresiones tan graves.
Había visto esa mirada antes. Eran las caras que me saludaron cuando abrí los ojos en aquel ataúd años atrás.
Eran claramente los mismos rostros que vi entonces, y antes, su preocupación me resultaba totalmente indiferente.
Ahora, sin embargo, recé mientras mis ojos se cerraban, igual que hice durante la ceremonia de la mayoría de edad.
Estaba más desesperada que nunca.
Querido Dios todopoderoso.
Por favor, no permitas que esta familia sepa que Irene ha fallecido.
Por favor, que no se enteren de que he ocupado su lugar tan descaradamente.
Por favor, ahora que he recibido su amor y su cariño, no sé vivir sin ellos.
Por eso…
Lo haré mejor…
No dejes que esta familia lo sepa, nunca, por favor.
A diferencia de cómo había sido en el pasado, mi fiebre empeoró, y entraba y salía de la conciencia sin tener en cuenta mi voluntad.
Atrapada entre sueños extraños, o quizás delirios, dejé que mi mente se rindiera.
«¡Irene!»
Al oír los gritos llorosos de mamá, deseé despertarme más que nada, sin embargo estaba fuera de mi control.
* * *
Mientras la fiebre recorría mi cuerpo, tuve un sueño.
Incluso en mi sueño, estaba tumbada con fiebre. Afortunadamente, no era en el cuartel de las Fuerzas Especiales -que nunca quise recordar-, sino en el dormitorio del apartamento donde había vivido con Ciel.
Aquel día, ¿qué me causó la fiebre?
No podía recordarlo con claridad, pero mi suposición es que me había desplomado en medio de la guía.
Ciel solía aceptar tareas increíbles. Independientemente de que fuera un Esper de clase S con poder sobre elementos duales, las misiones que se le encomendaban eran casi imposibles.
O más bien, misiones tan viles que ni siquiera podían considerarse apropiadas para cualquier Esper.
Solía pensar que incluso un hombre arrogante y noble como él no habría sido capaz de hacer tales cosas, incluso si era debido a la codicia. Tal como parecía, era un hombre que tenía una gran cantidad de orgullo.
Por mucho dinero que le pagaran, no habría aceptado la tarea de limpiar los barrios bajos, que no eran otra cosa que vertederos.
Aunque fuera ese tipo de lugar, había gente viviendo allí. Pero aun así, siempre me preguntaba por qué aceptaba misiones tan implacables y absurdas.
Siempre que se ocupaba de esas misiones, Ciel me llevaba al límite. Me abrazaba a él y no me dejaba dormir en toda la noche.
En primer lugar, las notas entre nosotros eran demasiado diferentes. Por muy buena que fuera nuestra tasa de emparejamiento, la guía que yo podía proporcionarle siempre iba a ser limitada.
Desde el principio, me entregaba por completo a él, pero… una y otra vez, no me dejaba ir.
Cada vez que sentía su tacto caliente recorriendo mi piel, cada vez que lo sentía dentro de mí, me sentía tan abrumada que ni siquiera podía gritar; simplemente me aferraba a sus hombros y a su espalda, dejando arañazos mientras gritaba.
Tumbada ante él, siempre me sentía como si me hubiera convertido en una presa impotente frente a un depredador, ya que estaba tan empeñado en tomar hasta la última gota de mi guía.
Como si fuera un león presionándome, chupándome la sangre, desgarrando mi carne… y, al final, no podía hacer otra cosa que ofrecerle mi corazón sólo para que esa sensación vertiginosa de ser devorada se detuviera.
Cuando un cuerpo es enviado repetidamente al borde de sus límites, no tarda en enviar una señal de socorro por instinto de conservación. Esto, para mí, era fiebre.
Incluso si yo hubiera colapsado y me hubiera puesto así, en cambio, es inevitable que él estuviera bien. Era una sensación solitaria, pero familiar, y no esperaba mucho de su tacto.
Cierto, obviamente, así fue en el pasado.
Es así, así que…
‘Shh… Duerme más. Aún no puedes abrir los ojos’.
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