Capítulo 21
«¡Si mi hija así lo desea, así será! Muy bien, veamos… Debería pasar por el Reino de Yuria después de la próxima campaña de subyugación de monstruos. Ah, cierto, debería enviarles una carta primero, y luego…»
Parecía que papá tenía un conocido allí porque visitó el reino antes de que él y mamá se casaran.
Papá empezó a planearlo con ahínco. Mientras tanto, me volví hacia la tarta de chocolate que nunca había tenido la oportunidad de comer antes de ese día, cogí un trocito con el tenedor y se lo llevé a papá a los labios.
«Papá, come primero».
«No… Cariño, es tu primer…».
Con expresión bienintencionada pero torpe, papá intentó rechazar la tarta, pero yo me limité a sonreír y le acerqué el trozo.
Se rascó la cabeza un momento, pero enseguida se lo comió. Luego, cuando me volví hacia la tarta, esbozó una gran sonrisa.
En ese momento, un pensamiento cruzó mi mente por primera vez.
Si el hombre que acabaría siendo mi marido fuera como papá, sería estupendo.
No en un sentido externo, por el enorme físico de papá, sino por su lado emocional y reflexivo: un hombre que se comporta de forma tierna con su mujer y es un tonto con su hija, pero que también es muy fiable y confía mucho en su hijo.
Si es un hombre así, quizá pueda confiarle toda mi vida sin pensármelo dos veces.
Mientras juraba no dejarme influenciar tanto por las apariencias, como en mi vida pasada, sonreí alegremente a papá.
El pastel de chocolate que estábamos comiendo no era tan dulce ni tan suave como el que recordaba haber comido en Corea, pero aun así, su textura áspera y su sabor agridulce se extendían agradablemente por mi lengua.
* * *
Ciel estaba totalmente absorto revisando los documentos que le habían traído sus ayudantes.
Sólo había pasado menos de un día desde la ceremonia de mayoría de edad en el palacio imperial, sin embargo, sus ayudantes habían comprendido lo que el duque quería hacer, y por eso lo habían preparado todo a la perfección.
Era una investigación sobre la familia Closch. Hasta el momento en que sus ayudantes le trajeron los resultados, se sentía tan impaciente que no podía soportarlo.
Tenía todo tipo de escenarios corriendo por su mente mientras esperaba.
Al igual que el propio Ciel, ¿recibió ella también la revelación divina de Dios y retrocedió en el tiempo? Entonces, esa mujer. ¿También fue a Corea?
Si realmente es cierto que Lady Closch pasó por un cambio interdimensional como él, ¿llegó a conocer a su mujer? ¿Quizás era una amiga con la que su mujer solía quedar a veces?
Su impaciencia le llevó a todas estas especulaciones.
Cuando regresó, siguió recordando la voz que había oído. Una voz que resonaba dentro de su cabeza y dentro de su pecho.
Esa voz le decía que encontrara la verdadera estrella, no una sombra de la estrella.
También le dijo que ése era el camino hacia el auténtico imperio.
Sin embargo, no podía seguir el mandato de Dios.
No podía olvidarlo.
Los últimos momentos de Seohyun, como impresos tras sus párpados, seguían haciéndole sentir tan sofocado con sólo pensar en ello un instante. Cada vez que lo hacía, parecía que le hervía toda la sangre.
Al final, incluso pensó que su mente también podría arder en llamas, convirtiéndose así en un completo loco.
Aparte de eso, sus recuerdos del alboroto le producían un dolor insoportable.
Nunca podría olvidar -incluso después de muerto- la sensación de que todos los huesos de su cuerpo, empezando por los dedos de los pies y siguiendo hacia arriba, se rompían en pedazos, y como si su carne y todos sus órganos se retorcieran hasta reventar.
La furia de un Esper era leguas más poderosa que una bomba. Tal vez como un tifón, todo a su paso quedaría en desastroso desorden.
Seohyun tenía la constitución de una persona normal, y aún así se había metido de lleno en ese tipo de catástrofe.
Sólo para tratar de salvarlo.
Cuando ella se sacrificó así por su bien, ¿cómo podría él olvidarse de ella?
«Hah.»
Y al mismo tiempo, ¿cómo podría perdonarse a sí mismo?
La ira bullía en su interior, como si pronto fuera a explotar.
«Su Alteza…»
Uno de los ayudantes, que en ese momento se encontraba en la misma habitación que él, le había llamado con voz asustada. Si no hubiera llamado la atención de Ciel en ese momento, podría haber causado otro accidente porque estaba inmerso en su recuerdo del pasado.
En este momento, realmente necesitaba ser guiado ya. Sin embargo, como no quería recibir la guía de la santa, aguantó pacientemente lo mejor que pudo.
Sus órganos internos se sentían como si estuvieran siendo desollados, y su garganta se puso tan caliente hasta que finalmente se contuvo. La sangre caliente le golpeaba la garganta para que la vomitara, pero se aguantó las ganas de vomitar.
Con manos temblorosas, dejó los documentos sobre su escritorio, y luego se acercó a un cajón para sacar un frasco de agua bendita.
Después de beberla, consiguió calmarse un poco, y la feroz energía de su interior disminuyó lentamente. Sin embargo, al tratarse de una mera alternativa temporal a un Guía, el agua bendita no podía expulsar por completo esa energía.
Sólo la suprimía por el momento. Esa energía aún podía explotar en cualquier momento.
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