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Cómo rechazar a mi exmarido obsesivo capítulo 110

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Capítulo 110

-Alteza, absténgase de utilizar la red de contactos de emergencia para asuntos personales. ¿Qué vamos a hacer si falla cuando más importa? Por mucho que quiera usarla así, ¡no debería!

Ante la firme reprimenda de Ciel, Jace olvidó que había caballeros a su alrededor. Volvió a gritar.

«¿Asunto personal? La Santa ha desaparecido. ¿Personal? Tú, tú… ¡Esta vez no podrás escapar del castigo! ¡Tenemos la obligación de proteger a la Santa!»

-Ese es el deber del templo. ¿Por qué tuviste que retenerla en palacio y cargar con toda esa responsabilidad?»

«¡Ciel de Leopardt!»

-Hay un asunto importante que debo atender también en este lugar. Una ola de monstruos se desató recientemente en este territorio, dejándolo destrozado. ¿Me estás diciendo que los deje así y venga a tu lado de inmediato?

El príncipe heredero sintió el impulso de arremeter con furia aún más, pero no pudo. Tal y como había dicho el duque, una oleada de monstruos no era cualquier cosa. Aun así, no podía quedarse quieto. Sabía que la habilidad de Ciel ayudaría inmensamente en los esfuerzos por encontrar a la santa.

«No quiero repetirte de nuevo. Ven aquí. Yo mismo me encargaré de lo que está pasando allí».

-Aprecio tu iniciativa, pero… ¿Qué quieres decir con eso? No vendrá aquí, ¿verdad? Su Alteza el Príncipe Heredero. Creo que no estás siendo racional en este momento debido a tu ira desbordante. En primer lugar, tómese una taza de té caliente y recupere la compostura…

Sin seguir escuchando, Jace ordenó al vicecapitán de la guardia imperial.

«Corta la conexión».

«Sí, señor».

Salió de la base de la orden de caballeros con una mirada decidida. Por mucho que lo pensara, aquel no era el Ciel que él conocía. ¿Había sido poseído por el diablo? ¿Por eso era tan arrogante?

Con todo tipo de pensamientos rondándole la cabeza, Jace se marchó enfadado. Sin embargo, el jefe de los asistentes le preguntó.

«¡Perdone, Alteza! ¿A dónde va?»

«¡¿A dónde crees?! Tengo que averiguar qué demonios esconde. ¡Voy a la finca de Closch! Como Príncipe Heredero de este Imperio, ¿no debería visitar el lugar que ha sido asolado por la reciente ola de monstruos?»

Con su cabello dorado ondeando al compás de la brisa, Jace se precipitó directamente hacia donde le esperaba un carruaje. El encargado no pudo hacer otra cosa que quedarse boquiabierto ante lo repentino de la situación.

* * *

Ciel dejó la cuenta de cristal en el suelo, con una mirada incrédula en el rostro. A diferencia de la enorme bola de cristal que se utiliza en el palacio imperial, ésta era significativamente más pequeña. Se la entregó a David, que estaba a su lado.

«¿De verdad piensa venir…?».

Reflexionando sobre la idea, Ciel ladeó la cabeza. No esperaba que lo hiciera pronto, pero aquella mujer debía de haber cambiado de dimensión.

Por supuesto, aunque sabía que el príncipe heredero lo ignoraba, Ciel no se sentía obligado a hacérselo saber a Jace.

Había algo más urgente para él. Teniendo en cuenta que todo parecía un hilo muy enredado, no sabía por dónde empezar.

«Irene dice que se va a casar con el hombre que han elegido sus padres, y sin embargo el Barón y la Baronesa dicen que darán su bendición al hombre que ha elegido Irene… Definitivamente son de una misma familia. ¿Cómo han podido ponerme todos en el mismo aprieto, llegando a decir lo mismo?».

Mientras salía de la guarnición, Ciel murmuraba para sí mismo. Mientras David caminaba detrás de él, escuchó esto y habló.

«Yo también apoyaré la elección de mi hermana menor».

«…No me hagas esto. Ya tengo la cabeza bastante revuelta».

«Ah, claro.»

«¿Tu familia siempre ha sido tan testaruda?»

«Bueno, creo que es hereditario.»

«Haa…»

Verdaderamente. Esta era una familia muy unida.

Si Ciel tuviera que comparar, los nobles de la capital eran muy diferentes a ellos. Esos nobles, por cierto, estaban tan impacientes por conocerlo.

Mientras pensaba esto para sí mismo, los pensamientos de Ciel se desviaron y llegó a una realización.

De hecho, ¿cuántos nobles protegerían siquiera un territorio que está en las afueras del país como éste?

La tierra era estéril y los monstruos la invadían constantemente.

«Haaaa…»

Suspiró profundamente una vez más y regresó a la residencia del barón. Aunque no le negaban la entrada como antes, seguía sintiéndose tenso y ansioso.

Paró a una criada que pasaba y le preguntó dónde estaba Irene. Aunque aún no había recibido una respuesta definitiva de ella, le consolaba el hecho de que pronto podría ver a su esposa.

Sin embargo, su estado de ánimo decayó bruscamente debido a las siguientes palabras de la criada.

«Lady Irene está tomando el té con Lord Morgan en el jardín ahora mismo. ¿Lo acompaño, Alteza?»

La criada era servicial por derecho propio, pero Ciel no podía responder con facilidad. Apenas consiguió asentir con la cabeza.

Se reprendió duramente por haber olvidado al hombre del que debería haber sido más cauteloso.

Morgan de Allen.

Cuando Ciel recordó a aquel detestable Esper físico, lo que le vino a la mente fue el tipo de mirada que aquel hombre tenía para su mujer.

Mientras corría hacia el jardín, pronto encontró a Irene manteniendo una conversación amistosa con Morgan.

Cada vez que se encontraba cara a cara con Irene, ella sólo le dirigía una mirada severa o cortante.

Por eso, cada vez que la veía con una sonrisa tan brillante como aquella -una sonrisa que no era para él-, Ciel sentía un dolor punzante en el corazón, como si estuviera a punto de romperse en mil pedazos.

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