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Sobreviviendo en un nuevo mundo – Capitulo 29

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—¡Hagler merecía lo que sucedió! —gritó Shuu con furia.

—¿¡Qué dices!? ¡Mi hijo no merecía que lo mataras de esa manera! —exclamó el jefe de la aldea, lleno de ira.

Shuu sintió las manos de Iris apretando su hombro al escuchar la palabra *matar*. Ella no entendía del todo lo que sucedía, pero sabía que Shuu debía tener una razón importante.

—¡Tú sabías lo que él estaba haciendo! ¡Jamás le pusiste un alto! —gritó Shuu, su voz temblaba de rabia—. ¡No podía quedarme quieto después de saber lo que le hizo a mi hermana! ¡Ella solo era una niña de doce años y tuvo que morir por la crueldad de tu hijo!

Iris, asustada, no entendía completamente la situación. “¿Shuu?” Pensó, confundida, pero sin dudar de él. Sabía que Shuu no haría algo sin una razón de peso.

—Permitiste que tu hijo lastimara a mi hermana… permitiste que él la llevara hasta su muerte —continuó Shuu, apretando los puños tan fuertes que sus garras se clavaron en sus palmas, haciéndolo sangrar—. Eso no podía perdonarlo, yo no podía. Y aun así, tú lo dejaste sin castigo. ¿Cómo esperabas que no quisiera acabar con él?

Las lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro. Iris, poco a poco, empezaba a entender más sobre el dolor de Shuu. “¿Es por eso que se negó a hablarme sobre su hermana?”, pensó ella.

—¡YO SOY EL JEFE DE LA ALDEA! ¡ERA MI DECISIÓN ELEGIR SI MERECÍA UN CASTIGO O NO! —bramó el jefe, su voz autoritaria, pero Shuu no retrocedió.

—Sí, y aun así dejaste que tu hijo siguiera lastimando a otros. ¡A él no le bastó con destruir la vida y las esperanzas de mi hermana! Fue por otra pequeña. ¿De verdad lo hubieras castigado si hubiera matado a otra niña? —preguntó Shuu, sin dejar de mirarlo fijamente.

El jefe de las águilas frunció el ceño, pero guardó silencio.

—Eso pensé. Nunca lo ibas a castigar, ¿verdad? Por eso decidí hacerlo yo mismo. Es cierto que tuve que huir después, porque las águilas no podemos matar a los de nuestra propia raza. Pero no me importa, no me arrepiento. Al menos liberé a la aldea de una escoria como él. Tal vez no pude salvar a mi hermana, pero logré salvar a esa niña de diez años que tu hijo estaba torturando —dijo Shuu, alzando la voz para que todas las águilas que lo perseguían pudieran escuchar la verdad.

*—¿El hijo del jefe?*

*—No puede ser… el jefe jamás perdonaría algo así.*

*—Pero nunca nos dijeron por qué Shuu mató a Hagler…*

*—¿Entonces el hijo del jefe lastimaba a niñas?*

El jefe de las águilas abrió los ojos, asustado. Se dio cuenta de que sus subordinados empezaban a dudar de él tras las palabras de Shuu. “No puedo permitir que esto se sepa”, pensó, volteando hacia sus seguidores.

—¡No, eso no es cierto! ¡Mi hijo no sabía lo que hacía! ¡Hagler no quería lastimar a esas niñas! ¡Fue culpa de ellas por tentar a mi hijo! —gritó el jefe, desesperado.

Shuu e Iris quedaron en shock ante esas palabras, y el silencio envolvió a todas las águilas.

*—¿Entonces era cierto?*

*—¿El hijo del jefe lastimaba a esas niñas?*

*—¿El jefe está justificando un acto tan horrible solo porque era su hijo?*

*—¿Cómo pudo ocultar algo tan deplorable?*

Shuu sintió la mano de Iris sujetar su brazo con fuerza. Los aldeanos comenzaron a increpar al jefe, cuestionando su autoridad y sus decisiones. Aprovechando la distracción, Iris se acercó y susurró:

—Shuu, vámonos. Están distraídos.

Shuu vio cómo los aldeanos ignoraban las órdenes del jefe, y aprovechó el caos para tomar a Iris en sus brazos y alzar el vuelo. “Debemos escondernos en una cueva cercana hasta mañana. No podemos ir a la aldea ahora, no quiero guiarlos hasta allí”, pensó mientras volaban.

—Shuu, ¿estás bien? —preguntó Iris al aterrizar en una cueva, observando cómo Shuu se alejaba hacia el fondo.

—No creo que podamos encender una fogata hoy. Eso podría atraer a los de mi aldea. Será mejor quedarnos aquí en silencio —dijo Shuu, evitando mirarla a los ojos.

Iris, que había escuchado toda la discusión con el jefe, ya tenía una buena idea de lo que había pasado.

—Shuu, tú…

—Iris, iré a hacer guardia afuera. Toma mi capa y descansa. Te dejo mi bolso, tiene algunos frutos que te pueden gustar —dijo Shuu, intentando evitarla, dejándole su bolso y preparándose para salir de la cueva.

“No puedo dejar que se aleje así”, pensó Iris. Se acercó rápidamente a Shuu y lo sujetó por el brazo.

—Shuu…

—…

Shuu guardó silencio, avergonzado y con miedo de que Iris lo odiara por lo que había hecho. Pero al voltear a verla, solo vio preocupación en su rostro.

—Iris, yo…

—Shuu, por favor no te alejes. Somos una familia. Te quiero, y no puedes dejarme fuera de esto. Todo lo que te lastime también me afecta a mí. Tú y yo somos uno.

Iris lo abrazó, y fue entonces cuando Shuu cayó de rodillas, rompiendo en llanto. Era la primera vez que Iris lo veía así, tan angustiado y desesperado. “No quiero que me odie por lo que hice, pero no me arrepiento de haber matado a Hagler por lo que le hizo a mi hermanita”, pensaba Shuu, aferrándose a Iris mientras ella trataba de consolarlo.

Después de una hora, Shuu se calmó un poco y comenzó a hablar.

—El jefe de mi aldea me ha estado persiguiendo durante casi tres años. Cada invierno sale a buscarme, pero siempre me escondí lejos de las montañas. Como escuchaste, maté al hijo del jefe. Esa es la razón por la que me persiguen. Y quería irme de la aldea de los jaguares para no ponerte en peligro.

Shuu sintió la mano de Iris sobre su espalda, dándole apoyo.

—Shuu, ¿qué fue lo que pasó realmente?

—No quería que Hagler lastimara a otra niña. Mi juicio se nubló… Solo podía recordar el cuerpo destrozado de mi hermana. No podía permitir que otra niña pasara por lo mismo —dijo Shuu, con la voz entrecortada.

Iris entendió lo que quería decir. “Su hermana… por eso evitaba hablar del tema. El hijo del jefe hizo algo tan horrible”, pensó mientras abrazaba a Shuu con más fuerza. Comprendía la desesperación que él había sentido al ver a su hermana morir por culpa de alguien que jamás fue castigado, y cómo, al ver que el mismo hombre iba a hacerle lo mismo a otra niña, no pudo evitar actuar.

Shuu se cubrió el rostro, sus manos temblaban de nerviosismo.

—Shuu, estoy aquí. No te dejaré solo. Puedes contar conmigo, ¿de acuerdo? Yo jamás te abandonaré —le dijo Iris, sosteniendo sus manos con firmeza.

“No te dejaré solo. Lo que pasó no fue tu culpa”, pensaba Iris mientras recordaba el rostro del jefe de la aldea de las águilas, lleno de resentimiento hacia Shuu por haber matado a su hijo. Aunque ese hombre hubiera hecho tanto daño, el jefe seguía protegiéndolo solo por ser su hijo.

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Chapter 29