—Funcionará, solo debemos confiar. El fuego mantendrá a los Yumaf a raya, y con la sal los acabaremos al guiarlos a un rincón donde habremos colocado la trampa. Al caer en ella, la sal les caerá encima y morirán. Si todos siguen los pasos sin equivocarse, no habrá problema. Es por eso que deben trabajar en equipo y confiar en que todo saldrá bien. Todos tenemos personas que nos esperan, así que demos lo mejor —dijo Iris en respuesta a la pregunta de uno de los hombres, quien estaba nervioso por participar en la emboscada.
“Todo saldrá bien, sí… Está todo preparado. Cuando esto termine, al fin podremos estar tranquilos. Quizás incluso podríamos apartarnos e irnos a otro lugar”, pensaba Iris mientras repartía los cinturones con sal entre los hombres que los acompañaban.
—Si logramos acabar definitivamente con los Yumaf, podríamos vivir en tranquilidad por mucho tiempo, todos en la aldea —comentaban algunos de los hombres, mientras Iris miraba a Shuu, quien parecía algo distraído observando hacia la cima de las montañas.
“¿Qué estará observando?”, se preguntó Iris sin poder ver nada en particular.
—Shuu, ¿sucede algo? ¿Estás bien?
—Sí, sí, todo está bien, Iris. No te preocupes. Entonces, ¿ya están listos? —preguntó Shuu, aunque seguía algo distraído.
—Eh… sí, ya están listos… Shuu, ¿seguro que estás bien? —insistió Iris, preocupada.
Shuu se acercó a ella y la besó tiernamente en los labios.
—Sí, claro, no hay nada de que preocuparse —respondió Shuu con una sonrisa. Aunque inquieta, Iris decidió no seguir preguntando para no incomodarlo.
Pasaron unos minutos, y los hombres comenzaron a colocar las trampas de fuego y sal en las entradas de las cuevas de los Yumaf.
—Iris, ya estamos listos. Será mejor que te alejes con Shuu, el sol está por ponerse y será peligroso —dijo Harvey, mirando a Shuu para darle la orden de retirarse.
—Bien, Harvey, me llevaré a Iris lejos de aquí, no te preocupes, yo la protegeré —dijo Shuu, tomando a Iris en sus brazos y desplegando sus alas para comenzar a alejarse. Sin embargo, al volar, Shuu notó que dos figuras los seguían desde el cielo.
“No… Estoy con Iris, es peligroso”, pensó Shuu mientras la sujetaba con más fuerza. Iris, al notar su reacción, miró hacia atrás y vio dos águilas que los seguían.
—Shuu, ellos son…
—Son de mi tribu. No te preocupes, todo estará bien —respondió Shuu, acelerando el vuelo. Iris hundió su rostro en el pecho de Shuu, intentando protegerse del viento frío que la golpeaba con fuerza, casi como si fuera hielo.
Al detenerse en tierra, Shuu bajó a Iris con cuidado.
—Iris, ¿estás bien? Lo siento, no debería haber volado tan rápido.
—No te preocupes, está bien, entiendo —respondió Iris, temblando por el frío.
“Ella no está acostumbrada al frío de los aires, menos aún en invierno. No debí haber ido tan rápido”, pensó Shuu, abrazándola para darle calor. En ese momento, las dos águilas que los habían seguido aterrizaron frente a ellos y se acercaron rápidamente.
—¡Shuu! ¡El jefe quiere verte! ¡No puedes seguir huyendo después de lo que hiciste! —gritó una de las águilas.
“¿Después de lo que hizo?”, se preguntó Iris, confusa. Entonces, sintió cómo dos personas la sujetaban por los brazos desde atrás, lo que le hizo soltar un pequeño grito de asombro.
—¡Iris! ¡Déjenla, ella no tiene nada que ver con esto! —gritó Shuu, enfurecido. Los hombres que la sujetaban se rieron y uno de ellos intentó besarla para provocarlo.
—¡¡¡DIJE QUE LA SUELTEN!!! —Shuu, lleno de rabia, desplegó sus garras y atacó con una velocidad difícil de seguir. En un instante, liberó a Iris de las manos de los atacantes, la sujetó con fuerza y abrió sus alas, provocando una ventisca mientras se elevaban rápidamente hacia el cielo.
—¡Iris, sujétate bien! ¡Te sacaré de aquí! —dijo Shuu, mientras Iris se aferraba a él con todas sus fuerzas.
“¿Qué querían decir con huir? Él me dijo que lo habían echado de su lugar, entonces… ¿Por qué?”, se preguntaba Iris, tratando de entender.
—¡Iris, los estamos perdiendo! Creo que lo mejor es… ¡Aah!
Shuu se vio cara a cara con otra águila, tan grande como él, aunque menos ágil. Logró esquivarla fácilmente y siguió ascendiendo, pero Iris comenzó a respirar con dificultad.
—Shuu, de… detente, es… difícil respirar.
Al ver el rostro de Iris, Shuu descendió para no privarla de oxígeno. “Debo tener más cuidado”, pensó. Al poco tiempo, se dio cuenta de que aquella águila continuaba persiguiéndolos, hasta que decidió bajar por completo a tierra.
—Shuu, ¿qué sucede? ¿Los perdimos? —preguntó Iris.
—No, Iris, pero no puedo seguir poniéndote en peligro. Este es mi problema, no puedo arriesgarme a que te lastimen —dijo Shuu, mientras el cielo se oscurecía al caer la noche.
“Llevamos más de cuarenta minutos volando. Será difícil escapar con ella. Lo mejor es entregarme para que ella esté a salvo”, pensó Shuu, pidiéndole a Iris que se quedara detrás de él.
—¡Shuu, ya basta de escapar! ¡No puedes huir más! ¡Debes pagar lo que le hiciste a mi hijo! —gritó el jefe de la tribu de las águilas, acercándose.
Shuu sintió la mano de Iris sobre su brazo y temió que ella descubriera su pasado y comenzara a odiarlo.
—¡Hagler merecía lo que le pasó!
—¡¿Qué dices?! ¡Mi hijo no merecía morir así!
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