—¡Iris, ya despertaste! Vamos, Harvey, quería mostrarte algo, pero estábamos esperando a que despertaras. ¡Vamos! —gritó Bokeer con una enorme sonrisa, tomando a Iris con uno de sus brazos y llevándola rápidamente hacia la cueva donde estaban secando la sal.
Iris se sorprendió al ver lo que allí se encontraba cuando entró.
—¡Iris, Bokeer, qué bien que ya están aquí! Vengan, les mostraremos lo que logramos en estos últimos dos días —dijo Harvey.
Iris miró a su alrededor, viendo grandes cuencos de madera llenos de sal marina. “¿En dos días? ¿Fueron los dos días que no volvió a la cueva? ¿Estuvo haciendo esto esos dos días?”, pensó, observando los más de veinte cuencos repletos de sal, que parecían pesar más de veinte kilos cada uno.
—Esto… Harvey, tú…
—Hemos estado trabajando en esto durante estos días. Cocinamos el agua marina para acelerar su evaporación y conseguir la sal más rápido de lo normal. Más de veinte personas ayudaron en esto, así que salió algo rápido —explicó Harvey.
Iris bajó de los brazos de Bokeer y caminó para revisar la sal. Metió su mano en el interior del cuenco y sacó un puñado de sal, perfectamente seca. “Esto es fantástico. Podremos defendernos durante todo el invierno si logramos…” Iris comenzó a mirar a su alrededor y luego se volteó rápidamente para mirar a sus cónyuges.
—Esta sal, Harvey, creo que tengo una idea. ¿Podrían ir a buscar a Shuu? Necesito preguntarle algo.
Harvey intercambió una mirada con Bokeer, y ambos fueron en busca de Shuu, quien estaba ayudando a algunas familias con el alimento que cazaba en los alrededores.
—¡Shuu! Qué bueno que te encontramos rápido. ¿Qué hacías? —preguntó Bokeer, mirando a Shuu, quien entregaba presas a las familias.
—Bokeer, ¿ya despertó Iris?
—Sí, la llevamos a ver la recolección de sal que se logró en estos últimos días y nos pidió que viniéramos a buscarte. Así que, vamos —dijo Bokeer.
Harvey permaneció en silencio, observando cuántas personas se llevaban las presas que Shuu había cazado para ayudar a las familias. “Realmente se preocupa por las personas de la aldea, ha ayudado mucho últimamente”, pensó Harvey al ver las sonrisas en los rostros de los aldeanos.
Al regresar con Iris, todos vieron cómo ella pedía a las mujeres de la aldea y a algunos hombres que empacaran la sal en pequeñas bolsas de piel, las cuales ayudarían a transportarla.
—Iris, amor, ¿qué estás haciendo?
—Oh, bueno, Harvey, creo que podríamos tener una oportunidad para deshacernos de los Yumaf definitivamente esta vez. Por eso necesito poder hablar con Shuu.
Harvey miró a Shuu y lo hizo pasar frente a Iris para que ella explicara mejor lo que tenía planeado.
—Iris, entonces, ¿para qué me necesitas? —preguntó Shuu, viendo cómo Iris se le acercaba con una sonrisa en el rostro.
—Llévanos con los Yumaf…
—¡!
Shuu y los demás presentes se sorprendieron al escuchar las palabras de Iris, pidiéndole que la llevara a la cueva de los Yumaf.
—¡¿Qué?! ¡No! ¿Qué estás diciendo, Iris? —gritó Harvey, preocupado.
—Calma, Harvey, no te enojes.
—¿Cómo esperas que no nos enojemos si estás diciendo que quieres ir a un lugar tan peligroso? —interrumpió Bokeer, mostrándose molesto por primera vez ante Iris.
Shuu, al escuchar el regaño de los cónyuges hacia Iris, intervino.
—Iris, ¿por qué quieres ir allí? Sabes que es peligroso, y no creo que me estés pidiendo ir solo por curiosidad o capricho. Entonces, ¿por qué? —preguntó Shuu, esperando la respuesta de Iris, sabiendo que no se pondría en peligro por un mero capricho.
—Bueno, gracias por preguntar y no alterarte, Shuu. La cosa es simple: tenemos suficiente sal para poder acabar con los Yumaf fácilmente si los emboscamos. Esas cosas no parecen razonar como se debe, por lo que sería más fácil tratar con ellos si los emboscamos de imprevisto. Es la primera vez que podríamos hacerles frente, así que creo que es lo mejor. ¿Qué piensan?
Iris hizo que sus cónyuges se miraran entre sí, analizando la situación. Luego, los tres asintieron con la cabeza y ella esperó la respuesta.
—Bien, creo que puedo llevarlos, pero solo a Bokeer y a Harvey. Me niego a llevarte a ti, Iris —dijo Shuu, mirándola decidido.
—¡¿Qué?! ¿Por qué, Shuu? —reclamó Iris, frunciendo el ceño.
—Estoy de acuerdo con Shuu. Tú no vendrás, Iris. Es demasiado peligroso —dijo Harvey, apoyando las palabras de Shuu.
—¡¿Qué?! No soy tan frágil. ¿Olvidaron acaso que ya me enfrenté a uno? Y logré escapar, ¿verdad?
—Tienes razón, Iris. Ya te enfrentaste a uno, y te capturó. Te perdimos durante meses. ¿Sabes la desesperación que sentimos al ver cómo esa cosa te llevaba lejos de nosotros y no pudimos salvarte? —dijo Harvey, con los ojos atormentados al recordar la escena.
—No nos arriesgaremos a que eso vuelva a suceder. No estoy dispuesto a perderte otra vez —agregó, mientras Iris observaba el dolor en su rostro.
Iris miró también a Bokeer, dándose cuenta de que temblaba de miedo. “Bokeer… él es el mayor de todos nosotros. Nunca demuestra abiertamente lo que siente, pero ahora parece tan frágil”, pensó.
—Lo siento, Harvey, Bokeer. Prometo que no me pondré en peligro, pero debo ir. Prometo mantenerme alejada de las cuevas, pero tengo que verlas, aunque sea de lejos, para saber dónde colocar la sal y emboscarlos.
Harvey dio un paso adelante y la abrazó con fuerza antes de hablar.
—Iris, ¿por qué tienes que ser tan terca? Está bien, vendrás con nosotros, pero no puedes acercarte demasiado y estarás con Shuu en todo momento. Él puede volar, así que puede alejarte de allí rápidamente en caso de peligro.
Iris miró a Shuu mientras Harvey la abrazaba, y Shuu asintió.
—No me opondré mientras ella esté a salvo, pero debemos tener más cuidado. Las cuevas son muy oscuras y albergan de nueve a doce Yumaf por cada cueva. De joven, vi que había cuatro de estas, así que podemos prepararnos bien —dijo Shuu.
Durante los siguientes días, Iris se encargó de preparar todo lo necesario para el ataque. El frío se intensificaba y la nieve comenzaba a elevarse, por lo que necesitaban apurarse.
—Harvey, será luna llena en dos días. Tendremos que apresurarnos antes de que ellos vengan aquí.
—Lo sé, Iris, pero no podemos contar con eso. Últimamente, atacan de noche, sin importar si es luna llena o no. Parece que, mientras más frío hace, menos esperan a que sea luna llena —respondió Harvey.
Al día siguiente, Iris y unos cuarenta hombres de la aldea, incluidos sus cónyuges, se dirigieron a las cuevas donde se albergaban los Yumaf. Shuu los guio con gran precisión y cautela para evitar ser detectados.
—Llegamos —susurró Shuu.
—Vengan aquí. Les he preparado una bolsa de sal a cada uno. Cada bolsa tiene tres kilos. Coloquen toda la sal que puedan sobre sus cuerpos. Luego les entregaré cinco bolsas de un kilo cada una. Estas las llevarán en cinturones, para que estén listos si tienen que enfrentarse a un Yumaf —dijo Iris, entregándoles las armas y explicando cómo colocar trampas con sal y fuego en las entradas de las cuevas.
—Iris, ¿qué haremos si esto no funciona? —preguntó uno de los hombres.
—Funcionará. Solo debemos confiar. El fuego mantendrá a los Yumaf a raya, y con la sal los acabaremos. Confíen en el plan, trabajen en equipo y todo saldrá bien. Todos tenemos personas que nos esperan, así que demos lo mejor.
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