Iris salió a encontrarse con Óscar y Bokeer, quienes estaban ocupados procesando el café para distribuirlo por los alrededores de la aldea.
—¿Iris, ya está listo el café? ¿Dónde deberíamos ponerlo? —preguntó Bokeer, mientras sostenía un saco de café recién procesado.
—Lo principal sería distribuirlo alrededor de toda la aldea para que los Yumaf no se acerquen. Además, sería prudente dejar uno o dos kilos de café en cada hogar, por si ocurre alguna emergencia. Si sobra café, espárcelo por el suelo; eso no solo espantará a los Yumaf, sino que también mantendrá alejados a los insectos molestos —respondió Iris con determinación.
Óscar y Bokeer asintieron, comprendiendo la urgencia en las palabras de Iris. Sin perder tiempo, comenzaron a esparcir el café según sus indicaciones. Una vez que se aseguró de que todo estaba en orden, Iris decidió retirarse a descansar junto a Shuu. Mientras se dirigían a su cueva, ella no pudo evitar notar cómo la mujer que Jae había traído a la aldea se acercaba cada vez más a Harvey, coqueteándole sin ningún disimulo.
“¿Qué cree que está haciendo?” Pensó Iris, apretando los puños con molestia. Shuu, que caminaba a su lado, notó su reacción y sonrió con suavidad.
—No te preocupes —dijo Shuu con una voz tranquila—. Harvey te ama. No tiene interés en ninguna otra mujer que no seas tú.
—¿Qué? ¿De qué hablas, Shuu? —preguntó Iris, tratando de disimular el sonrojo que comenzaba a teñir sus mejillas.
—Harvey te esperó durante mucho tiempo. No tiene ojos para nadie más. No tienes que preocuparte por esa mujer.
Avergonzada por haber sido descubierta, Iris se levantó y se dirigió a la cueva con Shuu siguiéndola. Una vez dentro, Iris comenzó a revisar el lugar, su mente llena de pensamientos.
—Shuu, ¿hay alguna laguna cerca? —preguntó, tratando de distraerse.
—No hay ninguna cerca a la que podamos llegar a pie, pero vi una hace un tiempo, a unos cuarenta kilómetros de aquí. ¿Por qué lo preguntas? —respondió Shuu, intrigado.
Iris se quedó en silencio, meditando sobre la información. Finalmente, se sentó en la cama de piedra, cubriéndose con las pieles cálidas que la resguardaban del frío.
—Quizá sea demasiado pronto para pensar en eso —murmuró para sí misma—. Primero debemos deshacernos de los Yumaf para que esta gente pueda vivir en paz.
Shuu, percibiendo la preocupación en su voz, se sentó a su lado y comenzó a masajear sus hombros, intentando calmarla.
—Tranquila, todo estará bien. No tienes que cargar con todo sola. Estamos aquí para apoyarte —dijo con suavidad, posando un beso en su espalda antes de recostarla sobre la cama.
La noche avanzó, y Bokeer y Harvey se unieron a ellos en la cueva, compartiendo el calor y la compañía. Al amanecer, Iris fue despertada por el frío que comenzaba a penetrar en la cueva, una señal clara de que el invierno había llegado.
—Iris… —Harvey susurró preocupado.
—Sí, ya lo sé —respondió ella, saliendo rápidamente de la cama.
Juntos, Iris y Harvey se dirigieron a buscar a los aldeanos de confianza, aquellos que les ayudaban a administrar la aldea.
—Kathy, ve con las mujeres y asegúrate de que la sal no absorba humedad —ordenó Iris con firmeza.
Kathy, siempre dispuesta a ayudar, asintió y se marchó rápidamente para cumplir la tarea.
—Óscar, despierta a los hombres. Debemos prender las fogatas alrededor de la aldea y esparcir el café que nos queda —dijo Harvey, tomando la iniciativa.
Mientras Harvey y Óscar se encargaban del fuego y el café, Shuu y Bokeer revisaban la carne seca y guardaban los alimentos recolectados. La aldea estaba más organizada que nunca, y Harvey no pudo evitar sentirse orgulloso del progreso.
Después de asegurar que todo estuviera listo para el invierno, Iris regresó a la cueva y comenzó a coser más ropa abrigadora para sus hijos y sus cónyuges. El frío era intenso, y ella sabía que debían estar preparados.
—Iris, ¿qué estás haciendo?— preguntó Harvey, acercándose para observar su trabajo.
—Estoy haciendo una puerta para evitar que entre tanto frío —respondió Iris mientras anudaba los palos de bambú con cuidado.
—Déjame ayudarte, te lastimarás las manos si sigues apretando tan fuerte —dijo Harvey, tomando el relevo.
—¿Qué les pusiste dentro de los palos? Parecen más gruesos de lo normal —preguntó, curioso.
—Les puse un poco de algodón en mal estado y hojas secas. Kathy me dio algo de algodón que consiguió Óscar al obtener unas ovejas. Creo que servirá como aislante junto con las hojas secas, aunque preferiría usar algo más. El algodón es muy valioso aquí —respondió Iris, concentrada en su tarea.
Harvey terminó de hacer la puerta y la colocó en la entrada de la cueva. La calidez del interior, combinada con la fogata y la nueva puerta, hacía que la cueva se sintiera acogedora.
—Iris, Bokeer está preparando la comida. ¿Vamos? —dijo Harvey, invitándola a unirse a ellos.
—Harvey, ¿ustedes no sospechan dónde podrían estar escondidos los Yumaf? —preguntó Iris, rompiendo el silencio.
Harvey frunció el ceño, pensativo.
—No, no tenemos idea. Se dice que nuestros ancestros conocían la ubicación de sus cuevas, pero aun así, en ese entonces no pudieron enfrentarlos. Todos se alejaron lo más que pudieron y se protegieron con fuego, pero más allá de eso, no sabemos nada —respondió, frustrado por la falta de información.
Antes de que pudieran continuar la conversación, Shuu entró en la cueva, cargando al pequeño Eldar en sus brazos.
—Yo sé algo al respecto —dijo Shuu, captando la atención de Iris y Harvey.
—¿Shuu? ¿Qué es lo que sabes? —preguntó Harvey, girándose hacia él, con el ceño fruncido.
Shuu, que ahora sostenía al pequeño jaguar Eldar en sus brazos, suspiró antes de continuar.
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