**[Una semana después]**
—¡Iris! —La voz de una mujer resonó desde la entrada de la cueva—. Ha llegado el segundo grupo de recolección de granos. Tenemos dos cuencos de piedra llenos de café ya tostado. ¿Hacemos el mismo proceso con lo que han traído?
Iris, que estaba ocupada revisando los granos de café que acababa de tostar, levantó la mirada y asintió.
—Sí, por favor —dijo con serenidad—. Y asegúrense de guardar la sal en la cueva de recolección para evitar que se eche a perder. Traten de mantenerla alejada de la humedad.
Mientras Iris continuaba con su tarea, Harvey, ya en mejor forma, se encargaba de guiar a los grupos de recolección en busca de más granos de café. Bokeer y Shuu, por su parte, viajaban en busca de agua cada vez que los cuencos de piedra se secaban. En sus días libres, se dedicaban a crear nuevas armas para enfrentar a los Yumaf, quienes representaban una amenaza constante para la aldea. A diferencia de antes, las mujeres ya no se limitaban al cuidado de los niños; ahora también participaban activamente en otras labores.
—Iris, ¿puedes ayudarme? —una mujer se acercó a Iris, sosteniendo una red de pesca entre sus manos—. Creo que me equivoqué en el tamaño de esta red.
Iris dejó lo que estaba haciendo y caminó hacia la mujer. Examinó la red con atención.
—Oh, ya veo —dijo con una sonrisa comprensiva—. Es bastante grande, pero eso es aún mejor. No te preocupes, nos será de mucha ayuda. Buen trabajo.
La mujer, visiblemente aliviada, sonrió agradecida mientras Iris se alejaba para asistir a otras mujeres, quienes estaban pelando frijoles y separándolos en una gran fuente de madera.
—Veo que han avanzado mucho —comentó Iris, notando la cantidad de frijoles que habían acumulado.
—Sí, los niños también han estado ayudando —respondió una de las mujeres, sonriendo con satisfacción—. Parece que les divierte hacer esto con nosotras.
Iris observó cómo todos trabajaban juntos, sintiendo una profunda satisfacción al ver a la comunidad unida. “El invierno se acerca, y durante esa temporada, los Yumaf son más poderosos debido a la falta de sol. Todo lo que estamos preparando nos ayudará a defendernos de esas bestias”, pensó mientras se dirigía a su hogar. Allí, sus dos hijos jugaban en el suelo, transformados en jaguares.
—Niños, no peleen. Pueden lastimarse —advirtió Iris, con tono firme pero cariñoso.
—No te preocupes, Iris —intervino Harvey, sentado a su lado—. No son tan frágiles. Déjalos jugar; así se acostumbran a cazar.
Harvey se acercó a Iris y la besó suavemente en el cuello. Ella suspiró, sintiendo el calor de su amor, y lo abrazó, recordando todo lo que habían vivido juntos. Sin embargo, su momento fue interrumpido cuando Shuu y Bokeer entraron en la cueva, con expresiones serias en sus rostros.
—Shuu, Bokeer, ¿qué sucede? ¿Tuvieron algún problema en la recolección? —preguntó Iris, preocupada por la tensión en el ambiente.
—No, no es eso… —Shuu vaciló, su nerviosismo era palpable. Parecía querer decir algo, pero las palabras no salían. Fue entonces que Bokeer, impaciente, lo interrumpió.
—¡Shuu dice que se marchará de la aldea al terminar el proceso de producción de sal! —exclamó Bokeer, con voz firme y un dejo de frustración—. ¡Iris, debes decirle algo!
La sorpresa se reflejó en el rostro de Iris. Se levantó rápidamente y se acercó a Shuu, mirándolo a los ojos con una mezcla de confusión y preocupación.
—Shuu, ¿es eso cierto? —su voz temblaba ligeramente—. ¿Realmente piensas irte?
Shuu bajó la mirada, incapaz de sostener la intensidad de la mirada de Iris.
—Sí, Iris, es lo mejor —respondió con voz queda—. No pertenezco a esta aldea. Me quedé por los niños y porque Harvey no estaba en condiciones de protegerte, pero ahora que él ya está recuperado, ya no tengo razón para quedarme aquí.
El corazón de Iris se encogió ante esas palabras. Luchando por mantener la calma, mordió la comisura de sus labios antes de hablar de nuevo.
—¿Dices que no tienes razón para quedarte? ¿De verdad piensas eso? —preguntó, con un tono que reflejaba la desesperación que empezaba a invadirla.
Shuu, sin poder mirarla a los ojos, asintió con tristeza. “No… ¿Por qué? Pensé que le importaba, que se quedaría con nosotros”, reflexionaba Iris mientras veía a Shuu dar la vuelta para salir de la cueva. La desesperación la golpeó de nuevo, y sin pensarlo, corrió tras él.
—¡Shuu! Detente.
Shuu se detuvo en seco, pero no se atrevió a mirar atrás. Sabía que si veía el rostro de Iris, su determinación podría desvanecerse.
—Shuu, ¿realmente quieres irte? —la voz de Iris era un susurro, lleno de dolor—. Dime, ¿no quieres quedarte aquí?
Shuu permaneció en silencio, luchando internamente con sus propios temores. Sabía que su pasado podría poner en peligro a Iris y a toda la aldea. “El jefe de mi aldea seguramente me estará buscando. Si me encuentra, pondré en riesgo a Iris y a todos aquí”, pensaba mientras intentaba alejarse. Pero justo cuando intentaba dar otro paso, sintió los brazos de Iris, rodearlo por la espalda. Ella temblaba, y aunque él no podía ver su rostro, sabía que estaba llorando.
—¿Iris? —susurró Shuu, su voz cargada de preocupación.
—No puedes irte… No te lo permito… —Iris repetía las palabras como si estuviera intentando convencerlo, pero también a sí misma, mientras lo abrazaba con fuerza. Shuu, incapaz de ignorar el dolor de Iris, finalmente se giró para mirarla. Lo que vio le rompió el corazón: el rostro de Iris estaba empapado en lágrimas.
—Iris, ¿por qué? —preguntó con suavidad, su voz llena de una mezcla de confusión y dolor.
—No puedes… te lo prohíbo… te golpearé si me dejas —respondió Iris, su desesperación evidente en cada palabra, mientras lo aferraba aún más fuerte.
Bokeer y Harvey, que habían presenciado la escena desde la distancia, se miraron entre sí antes de sonreír con complicidad y retirarse, dándoles el espacio que necesitaban.
—Ella lo hará su cónyuge —comentó Bokeer en voz baja, mientras se alejaban.
—Sí, seguramente —respondió Harvey, sin rastro de resentimiento en su voz.
—¿No te molesta, Harvey? —preguntó Bokeer, curioso.
—No, claro que no. Si ella es feliz, eso es suficiente para mí. Además, él merece ser parte de esta familia por todo lo que ha hecho por nosotros —dijo Harvey con firmeza, mientras ambos se alejaban, dejando a Iris y Shuu solos en el bosque.
De vuelta en el claro, Shuu acarició con suavidad la mejilla de Iris, limpiando algunas de sus lágrimas con el pulgar.
—Iris, yo solo quiero protegerte… Te amo… No podría perdonarme si te pongo en peligro —dijo, su voz quebrándose ligeramente al final.
—No me pondrás en peligro… No lo harás… Así que no te vayas —suplicó Iris, su mirada fija en él, sus ojos suplicantes.
Shuu la observó en silencio durante unos instantes, debatiéndose entre su deber y sus sentimientos. Finalmente, suspiró, rindiéndose al amor que sentía por ella.
—Iris… —murmuró antes de abrazarla con fuerza y besarla con ternura en los labios. El beso fue lento y dulce, lleno de promesas no dichas. Al separarse, Iris lo miró con determinación.
—No te dejaré ir… Nunca —dijo con firmeza.
Esa noche, Iris y Shuu permanecieron juntos en la cueva. Harvey y Bokeer, comprendiendo la importancia de ese momento para ellos, decidieron ayudar en la producción de secado de carne en otra parte de la aldea, dándoles la privacidad que necesitaban.
—Iris, ¿estás segura? —preguntó Shuu, con un toque de inseguridad en su voz.
—Sí, más que nunca. Ya lo hablé con Harvey y Bokeer, y ellos no se oponen… Quiero que seas mi cónyuge, Shuu —declaró Iris, su voz llena de convicción.
Con un gesto decidido, Iris descubrió su cuello, invitando a Shuu a marcarla. Shuu, comprendiendo la importancia de ese momento, la mordió suavemente en el cuello, sellando su vínculo de por vida. Sentimientos profundos e intensos pasaron entre ellos a través de la conexión que ahora compartían. Iris sonrió, feliz de saber que estarían unidos para siempre.
“Jamás habría pensado que esto terminaría así. Cuando lo conocí, lo primero que pensé fue que era guapo, pero un poco intimidante. Con el tiempo, descubrí lo dulce y tierno que es, un hombre amable y leal. No quiero dejarlo ir jamás”, opinaba Iris mientras Shuu la besaba apasionadamente, entregándose el uno al otro durante toda la noche.
Al amanecer, Iris fue despertada por sus pequeños hijos, quienes se acurrucaron a su lado. Shuu, sorprendido por la repentina llegada de los niños, sonrió mientras observaba a la mujer que amaba rodeada de sus hijos. El corazón de Iris se llenó de felicidad.
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