—Solo quedan ochenta kilómetros, Iris. Quizás en dos días ya estemos allí. ¿Estás feliz? —preguntó Shuu, mientras prendía una fogata dentro de una pequeña cueva e Iris amamantaba a sus hijos.
“Dos días… En dos días más podré volver a ver a Harvey y Bokeer. Harvey estará muy feliz al ver a los niños,” pensaba Iris, con una sonrisa en su rostro, mientras dejaba a sus niños dormidos sobre unas pieles cálidas.
—Claro que estoy feliz. Podré ver a Harvey y Bokeer, los niños al fin conocerán a su padre y allí está toda la gente que quiero. Ese lugar es mi hogar —respondió Iris.
Shuu sonreía con nostalgia al mirarla. “Cuando lleguemos, seguramente tendré que marcharme. Dudo que sus cónyuges me den la bienvenida a su hogar,” pensó Shuu, pero aun así se sentía feliz por la alegría de Iris.
—Mientras tú seas feliz… —susurró Shuu.
—Iris: ¿Qué dijiste, Shuu?
—No, nada. No importa. Vamos a dormir, mañana será un largo día —dijo Shuu, acostándose al lado de los bebés y tapándolos con la capa que siempre usaba.
Iris observó a Shuu recostarse al otro lado y no pudo evitar sonreír al ver lo amable que él era al preocuparse con tanta sinceridad por los niños. “Él será un padre excepcional, es tan amable y gentil,” pensó Iris, quedándose dormida mientras deseaba que llegara pronto el siguiente día para encontrarse con Harvey y Bokeer.
Al día siguiente, Iris se despertó encontrando a Shuu extendiendo sus alas en la entrada de la cueva. Este se volteó y sonrió a Iris, para luego mostrarle una gran canasta que había estado practicando hacer para ella.
—Iris: ¿Qué es esto, Shuu?
—Hace tiempo estuve pensando en cómo sería más cómodo viajar para ti cuando mi ala estuviera completamente sana. Y bueno, me parece que este es el mejor método, más ahora que tienes a los niños —dijo Shuu, invitando a Iris a entrar en la gran canasta para así llevarla más rápido a la aldea de los jaguares.
“La canasta es bastante espaciosa y cómoda, parece que pensó en todo cuando la hizo,” pensó Iris, mientras acomodaba a los niños en el interior y comía algo antes de comenzar a viajar con Shuu. A los pocos minutos después de que ella terminara de acomodar todo, Shuu tomó completamente su forma de águila y, tomando firmemente la canasta con sus garras, comenzó a volar suavemente para no hacer mucho movimiento en la gran canasta donde transportaba a Iris y los bebés.
Después de casi seis horas, ya estaban llegando a la aldea de los jaguares. Iris se sorprendió bastante al darse cuenta de que volando se habían demorado mucho menos que a pie por el bosque.
—¡Iris, vamos llegando! Comenzaré a bajar, prepárate. Puede haber algo de movimiento.
—¡Bien! —respondió Iris, tomando en sus brazos a sus pequeños bebés y preparándose para el descenso de Shuu, el cual fue cuidadoso y delicado para que ni Iris ni los niños se lastimaran.
—¡PREPÁRENSE!
—¡DETENTE! ¿QUÉ HACE UN ÁGUILA EN NUESTRA ALDEA?
—¡¿QUIÉN ERES?! —preguntaron todos los aldeanos de la aldea de los jaguares a la defensiva, al ver a Shuu en la aldea.
“Una bestia águila, las cuales eran conocidas por ser feroces y despiadadas. Los antiguos líderes de la aldea de las águilas habían atacado varias veces otras aldeas, matando a todos a su paso con tal de robar alimento para los inviernos. Estos hombres bestia no se apiadaban ni de mujeres ni de niños; solo se enfocaban en sobrevivir ellos mismos, y las únicas mujeres que sobrevivían a ellos eran quienes se convertían en cónyuges por obligación de ellos,” pensaron los aldeanos.
—Eh, lo siento, yo… Yo… —comenzó a decir Shuu, nervioso.
—Kathy… —interrumpió Iris, apareciendo detrás de Shuu, viendo a Kathy con uno de sus hijos en brazos.
—Iris: ¡IRIS! ¡IRIS, AMIGA! —Kathy corrió hacia Iris y la abrazó rápidamente, mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas, sintiéndose culpable de todo lo que había sucedido.
—Iris: Kathy, tranquila, todo está bien. Nadie te culpa. Fue mi elección, así que no te sientas mal. Ahora dime… ¿Dónde están Harvey y Bokeer? —preguntó Iris, viendo cómo el rostro de Kathy cambiaba por completo, mostrando una gran angustia.
—Kathy: ¿Realmente eres Iris, la mujer del jefe?
—Iris: Sí. ¿Por qué se quedan en silencio? ¿Qué sucede? ¿Él está bien? —preguntó Iris, mientras sus manos comenzaban a temblar por el nerviosismo de que algo le hubiera pasado a Harvey.
“Harvey tiene que estar bien. Les dije que se quedaran, les dije que se mantuvieran a salvo. Él… Él tiene que estar bien,” pensó Iris, sintiendo la mano de Shuu colocarse en su hombro y darle apoyo. Luego, Shuu tomó en sus brazos a los pequeños hijos de Iris para que esta pudiera relajarse, ya que sus manos temblaban con los niños en sus brazos.
—Shuu: Yo los cuidaré, Iris. Tú ve a hablar tranquila.
Dijo Shuu, mientras el resto de los aldeanos lo miraban molestos por verlo allí. Iris se alejó unos pasos con Kathy y uno de los cónyuges de esta para que le contaran lo que estaba pasando.
—Kathy: Iris, bueno, después de que ese Yumaf te llevó, todo cambió en la aldea. Harvey cedió su puesto de líder a mi esposo Yin para así poder ir en tu búsqueda junto a Bokeer. Ellos fueron varias veces a buscarte, pero no encontraron rastro de ti. Harvey comenzó a salir todos los días, ya no dormía y no comía nada. Su… Su estado empeoró un día que salió a buscarte y Bokeer lo trajo de vuelta a la aldea. Todos le estuvimos diciendo que descansara, que comiera, pero él… Él no se quería rendir y seguía buscándote. Él…
—Iris: ¡¿Él?! ¡¿Él qué…?! —preguntó Iris, desesperada, sin poder contener sus lágrimas por la angustia.
—Kathy: Es mejor que lo veas tú misma, Iris… —dijo Kathy, tomando la mano de Iris y guiándola hacia una nueva cueva, la cual estaba perfectamente decorada con flores y piedras preciosas.
“Este lugar es hermoso,” pensó Iris, mientras era guiada al fondo de la cueva, encontrando allí a Harvey recostado sobre una cama, cubierto por pieles cálidas.
—Iris: Har… Harvey, amor, ¿qué? ¿Por qué está así? —preguntó Iris, viendo a Harvey inconsciente, sin responder a sus llamados. Su piel se veía pálida, con grandes ojeras bajo sus ojos y completamente delgado. “No… ¿Por qué está así? No puede ser, él no puede…” pensó Iris, aferrándose al cuerpo de Harvey, abrazándolo fuertemente. Escuchó una voz detrás de ella y volteó, viendo a Bokeer observándola sorprendido y emocionado.
—Bokeer: ¡Iris! Iris, estás aquí. Sí, por fin. Iris, lo siento, no pude protegerte, lo siento. Te amo, te amo, lo siento —repetía una y otra vez Bokeer, mientras abrazaba a Iris. Ella se desplomó de rodillas en el suelo, soltando un grito desgarrador. “¡Noooo! ¿Por qué ustedes? ¿Por qué Harvey?” Pensó Iris, aferrándose a Bokeer, quien la sostenía mientras ella lloraba desgarradoramente al darse cuenta de cómo se encontraban en realidad sus amantes.
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