Iris salió a ver qué sucedía fuera de la madriguera, encontrándose con una terrible escena. Shuu estaba de rodillas en el suelo, mientras varios aldeanos lo apedreaban. Jae, tratando de disimular su sonrisa, se acercó a Iris por detrás y la sujetó por la muñeca, tratando de calmarla y darle consuelo.
—Es terrible, no puedo creer que Shuu pudiera hacer algo tan atroz como secuestrar o lastimar a una mujer y niños —dijo Jae, mientras intentaba mantener a Iris cerca de él al explicarle por qué estaban todos los aldeanos furiosos con Shuu.
—¿Qué? ¿Qué acabas de decir, Jae? Eso es imposible. Shuu jamás lastimaría a alguien. Es más, es capaz de arriesgarse a sí mismo por ayudar a otros. Esto no está bien —pensó Iris, sin poder creer las palabras de Jae. Corrió hacia Shuu, interponiéndose entre él y las piedras que lanzaban los aldeanos, siendo golpeada en la frente por una de ellas.
—¡Iris! ¡No, ¿por qué te interpusiste?! ¿Estás bien? —preguntó Shuu.
—Eres un tonto, ¿por qué no te defiendes? Ellos te están lastimando. Mira tu rostro. ¿Cómo puedes dejar que le hagan esto a tu rostro? —respondió Iris, mientras abrazaba a Shuu.
Jae, que deseaba separar a Shuu de Iris, se sintió culpable al ver una gota de sangre deslizarse por la frente de Iris debido a la piedra que le habían lanzado. “No, esto no era parte del plan. ¿Por qué se interpuso?” Se preguntaba Jae, al ver la reacción genuina de Iris al correr hacia Shuu y abrazarlo.
—Iris, yo no hice nada, lo juro. De verdad, yo no he lastimado a nadie —dijo Shuu, tomando las manos de Iris.
—Lo sé, claro que lo sé, Shuu. Yo confié en ti. Sé muy bien que tú no lastimarías a nadie, así que no me des explicaciones. No hace falta —respondió Iris, mientras Jae observaba molesto cómo Shuu abrazaba a Iris con fuerza. Fue entonces que Iris se volteó y miró directamente hacia Jae con una mirada fría y penetrante. “Esta vez fuiste demasiado lejos, Jae…” pensó Iris, muy consciente de cómo era Jae en realidad. Había decidido seguirle la corriente en su falsa personalidad por la ayuda que este le había dado durante el parto y por dejarlos quedarse en su madriguera.
—¡Díganme, ¿alguien tiene pruebas de que Shuu hiciese algo contra ustedes?! ¡Shuu y yo hemos estado viviendo aquí durante ya treinta días con ustedes! ¡¿De verdad piensan que él sería capaz de lastimarlos?! —gritó Iris, tratando de proteger a Shuu. Fue entonces que, entre todos los murmullos de la gente que comenzaba a dudar, se escuchó la voz de una mujer.
—¡No podemos confiar ciegamente en un águila! ¡Ellos suelen matar animales más débiles solo por diversión al sentirse más fuertes! ¡Son despreciables! —exclamó una mujer con voz alta, mientras se acercaba a Iris y Shuu.
Shuu bajó la cabeza, sintiéndose culpable, cuando sintió la mano de Iris sujetar fuertemente la suya.
—Está bien, entiendo. Puede que tengan razón, ustedes conocen mejor a las águilas que yo. Pero yo conozco mejor a Shuu que ustedes, así que nos vamos. Shuu, ve por los niños, nos largamos de aquí.
—¿Qué? No la estamos echando a usted o a sus hijos, señorita. Solo queremos que se vaya el águila —dijo un hombre, acercándose a Iris, mientras miraba a Jae, que se encontraba detrás de ellos mirando molesto la escena.
“Ella no puede irse. Las demás mujeres de la aldea son todas liberales, tienen sexo con cualquier hombre en cualquier lugar solo por algo de comida o por diversión. Ni siquiera muestran sentimientos por otras personas, solo les interesa el placer y recibir atención. En cambio, Iris… Iris es la primera mujer que conozco, que muestra sus sentimientos hacia otros tan abiertamente. No puedo dejar ir una mujer como ella,” pensaba Jae, molesto al darse cuenta de que Iris estaba a punto de marcharse por el plan que él mismo había hecho para echar a Shuu de la aldea.
—Si él se marcha, yo me voy con él. Estoy muy agradecida con su hospitalidad con nosotros hasta ahora, pero nos marchamos. No nos quedaremos en un lugar donde insultan o desconfían de mi familia —dijo Iris en voz alta, dejando claro que consideraba a Shuu parte de su familia.
Jae frunció el ceño y dio un paso adelante para intervenir y no dejar que ella se marchara.
—Iris, detente, esperen. No, no es necesario que ustedes se vayan. Seguramente debe haber otra explicación. Tal vez Sofía y sus niños están en otro lugar. Vamos, esperemos un poco. Tal vez no sea culpa de Shuu. No podemos dejar que Iris se vaya con sus niños por culpa de un malentendido.
Iris se quedó en silencio y miró a Jae, molesta, entendiendo claramente lo que este planeaba. “Esa mujer seguramente está escondida. No te dejaré pasar esto, Jae. Sé muy bien que eres tú quien planeó todo esto,” pensó Iris. Tomando la mano de Shuu, entró a la madriguera, tomó a los niños y sus bolsos, y se prepararon para marcharse. Cuando salieron nuevamente de la madriguera con sus cosas, vieron a Sofía frente a la multitud junto a los niños.
—Eh… Señorita Iris, lo siento. Supe que hubo un malentendido por mi culpa al salir a jugar con los niños sin avisar. Lo siento, no es necesario que se vaya. Ellos ya entendieron que no es culpa de ustedes —dijo Sofía, mirando de reojo hacia Jae, que fruncía el ceño para luego sonreír hipócritamente y acercarse a Iris.
—Oh, esto es muy bueno, ¿verdad, Iris? Ya no habrá malos entendidos. Vamos, quédense. No es necesario que te vayas. Piensa en los pequeños —dijo Jae.
Iris se acercó a Jae y, molesta, comenzó a hablarle en voz baja.
—No debiste hacer esto, Jae. Yo jamás abandono a la gente que considero importante para mí. Me decepcionaste —susurró Iris.
Concluyó, tomando la mano de Shuu y saliendo de la aldea con sus dos hijos en brazos. “Pensé que él podría ser diferente, que tal vez esa actitud algo retorcida que tenía podía cambiar, pero me equivoqué. ¿Cómo pude pensar algo así después de tan solo un mes de conocerlo? Es mejor volver. Quiero ver a Harvey y Bokeer pronto,” pensó Iris.
Durante el día, Iris y Shuu siguieron caminando a paso lento, ya que no querían poner en peligro a los niños. Así fueron pasando los días y se encontraban más y más cerca de la aldea de los jaguares.
Comment