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Sobreviviendo en un nuevo mundo – Capitulo 17

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—No es nada, no podría dejar a una mujer embarazada a punto de dar a luz en la intemperie —respondió Jae con una sonrisa gentil.

Al llegar la noche, Jae prendió una fogata sobre la madriguera, al igual que todos los otros aldeanos que usaban ese método para mantener alejados a los Yumaf. Iris recordó lo que le había dicho Harvey anteriormente: “Él dijo que muchas aldeas estaban siendo atacadas últimamente por los Yumaf y que muchas mujeres y niños estaban muriendo. ¿Aquí no han llegado esas bestias?”, se preguntó para sí misma, observando las medidas de seguridad de la aldea. Hacían ocho fogatas controladas alrededor de la aldea y una pequeña fogata encima de cada madriguera, las cuales alejaban a los Yumaf sin causar daño a quienes se hospedaban adentro.

—¿Los Yumaf no llegan hasta aquí? —preguntó Iris.

—Sí, claro que llegan, pero no se atreven a entrar. Nosotros vivimos en madrigueras bajo tierra y sobre estas tenemos las fogatas, así que a ellos se les hace imposible entrar. Algunas veces sufrimos algunas pérdidas, pero es mínima en comparación con otras aldeas —respondió Jae.

Durante los siguientes tres días, Iris fue mimada por Shuu y Jae, quienes la cuidaban para que su embarazo llegara a término. Al cabo de una semana, los dolores de parto comenzaron.

—¡¡¡DUELE!!! ¡¡¡DUELE MUCHO!!! —gritaba Iris asustada mientras sostenía la mano de Shuu.

—Tranquila, todo está bien. Vamos, solo debes pujar un poco más. Vamos, tú puedes.

—¡NO PUEDO! ¡NO PUEDO, ESTO DUELE! —gritó Iris nuevamente al sentir las contracciones del parto. Fue entonces cuando vio el rostro de Shuu acercarse al de ella. Sujetando su mano, él comenzó a hablarle calmadamente.

—Iris, vamos, tú puedes. Solo un poco más y el dolor desaparecerá. Tú eres una mujer fuerte, puedes con esto. Vamos, yo estoy aquí, no te dejaré sola.

Shuu puso su frente pegada a la de Iris, y esta, con un último grito, pujó lo más fuerte que pudo. Dos llantos se escucharon a la par repentinamente. Shuu, sorprendido, miró hacia donde se encontraba Jae junto a sus padres, mostrándole dos hermosos bebés.

—Se parecen a Iris —pensó Shuu, mirando el cabello castaño de ambos niños, con la única diferencia de que tenían los ojos celestes como Harvey.

—Iris, lo hiciste muy bien, mira… —dijo Shuu, tomando a ambos bebés y acercándolos a Iris para que los observara.

Iris miró a ambos niños y, con lágrimas en los ojos, besó sus frentes con cariño.

—Son, son hermosos, mis, mis pequeños —dijo Iris, tomando la mano de Shuu y agradeciéndole desde el fondo de su corazón el apoyo que este le había dado en cada momento desde su primer encuentro. “Shuu, Shuu nos salvó a los tres. Si Shuu no me hubiera rescatado de ese Yumaf, seguramente ahora ninguno de nosotros estaríamos aquí”, pensó Iris, besando a Shuu en los labios con ternura.

Luego del parto, Iris se quedó en reposo, descansando para poder recuperarse del cansancio que le había dado el trabajo de parto.

—Shuu, ¿tú tienes pensado irte con ella a la aldea de los jaguares, verdad? —preguntó Jae.

—Sí, claro. No puedo dejarla sola, es peligroso —respondió Shuu frunciendo el ceño.

—Tienes razón, pero debes entender que ella deberá quedarse un tiempo más aquí antes de irse. Es peligroso que tenga esfuerzo físico tan pronto después del parto. Mis padres y yo lo hablamos y creemos que lo mejor sería que Iris y tú se queden unos días más aquí para poder recuperarse por completo. Además… lo mejor hubiera sido que ella tuviera a los niños en algún río de agua templada, pero como no había ninguno cerca, su parto fue un poco más doloroso de lo normal. Por eso es mejor dejar que se recupere por completo antes de marcharse. Bueno, y eso incluye también el bienestar de los niños. Ellos son muy pequeños aún como para estar viajando con ustedes que no saben qué peligros pueden encontrar —dijo Jae.

—Tienes razón. Lo mejor sería volver una vez que ella esté más recuperada y que los niños estén más adaptados al ambiente —dijo Shuu, considerando seriamente todo lo que Jae le había dicho.

Al día siguiente, Shuu habló del tema con Iris, quien comprendió las opiniones de Shuu y Jae, aceptando lo que estos le habían dicho.

—Bien, entonces en unas dos semanas más podemos volver. ¿Serán suficientes dos semanas, verdad? —preguntó Iris a Jae, quien la observó mostrándose completamente amable.

—Eso tendremos que verlo según la evolución en el estado de los niños, pero claro, tu decisión es lo más importante, ya que eres su madre —respondió Jae, acercando su mano a la de Iris.

“Él es tan delgado, podría ser confundido con una mujer por su delicado cuerpo”, pensó Iris, mirando los ojos rojos de Jae. Shuu, que estaba presente, se acercó a Iris y sujetó su mano rápidamente para evitar que Jae, se le acercara aún más. “Ese maldito pajarraco”, pensó Jae, mientras mostraba una sonrisa gentil y apenada a Iris por la acción que había hecho Shuu.

—Jae, ¿dónde vas? —preguntó Iris al ver a Jae voltearse para salir de la madriguera y dejarlos a ella y a los niños junto a Shuu.

—Iré a quedarme en la madriguera de mis hermanos, así les doy algo de privacidad a ustedes —dijo Jae, mostrándose lamentable frente a Iris.

—No, no es necesario que te marches. Puedes quedarte aquí, este es tu hogar, nosotros somos los intrusos, así que…

—¿En serio no te incomoda que me quede? Digo, ustedes son pareja y no quiero ser una molestia —dijo Jae, esperando escuchar a Iris negar la relación con Shuu, pero eso no sucedió. Muy por el contrario, esta parecía admitir tener algo con él.

—No nos molestas para nada, ¿verdad, Shuu? Así que no te preocupes, Jae, puedes quedarte sin problemas. Nosotros no tenemos problemas contigo. Es más, te debemos mucho —respondió Iris.

“Si dejo que ella siga hablando con esas mujeres de la aldea, seguramente me rechazará”, pensó Jae, mirando a Iris hablar tiernamente al pequeño Eldar y acercándose a Shuu para darle un beso en la mejilla por la ayuda que este le brindaba en el cuidado de los pequeños.

—Shuu, ¿ya se durmió el pequeño Lórien?

—Sí, acaba de quedarse dormido. ¿Quieres que lo acueste junto a Eldar? —preguntó Shuu, esperando la respuesta de Iris.

Iris acostó a ambos niños juntos sobre la cama de pieles. Luego tomó la mano de Shuu y se fue a la cama con él para descansar. Jae, al darse cuenta de toda la situación, se sentía frustrado al no ver avances en su relación con Iris. “Es culpa de esa maldita águila. Si no fuera por él, ella me prestaría más atención a mí”, pensaba Jae, una y otra vez frustrado al ver a Iris y Shuu tratándose con tanto cariño frente a él. “Tengo que hacer algo”.

A la mañana siguiente, Iris se levantó temprano para amamantar a los pequeños cuando escuchó un fuerte bullicio fuera de la madriguera.

—¡¡¡Tiene que haber sido él!!!

—¡¡¡Sí, él es el único capaz de hacer algo entre nosotros!!!

—¡¡¡Dinos dónde está Sofía y los niños!!!

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