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Sobreviviendo en un nuevo mundo – Capitulo 3

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—Oh, verdad… Soy Harvey, el jefe de la aldea, líder de los jaguares. Dijo el hombre presentándose ante Iris, quien aún se sentía intrigada por todo lo que había visto anteriormente: el hombre convertirse en un animal (jaguar) y aquel extraño monstruo blanco de piel traslúcida que la había atacado.

—¿Jefe de la aldea? —preguntó confundida Iris.

—Sí —respondió Harvey.

—Oh, qué bien, entonces supongo que puedo preguntarte a ti, ¿qué era esa cosa que me atacó antes, verdad? —Iris se sentía completamente perdida ante lo que estaba sucediendo, así que esperaba que Harvey pudiera explicarle un poco de lo que sucedía.

—Sí, claro, no tengo problemas en explicarte, pero… ¿De verdad nunca habías visto uno u oído hablar de ellos? —preguntó Harvey, dando a entender que era natural saber de qué se trataba.

—He… bueno, es que yo… bueno, no, nunca supe de… —balbuceó Iris.

—Está bien, no te fuerces a explicarme. No te obligaré a decirme algo si no quieres. Bueno, por donde empiezo, esa criatura que viste se llama Yumaf. Como viste, no tienen ojos, por lo que solo se guían por la audición y el olfato. Solo salen durante las noches y se alimentan de los machos, mitad bestias y de las mujeres de las aldeas. Son muy veloces y fuertes, pero tienen una debilidad: su poca coordinación y equilibrio. Es por eso que logramos escapar hoy de él —explicó Harvey.

—Esas cosas, ¿atacan todas las noches? Digo, ¿están siempre en peligro o esperando ser atacados por ellos? —preguntó Iris, cada vez más intrigada.

—No, claro que no. Solo los días de luna llena salen de las cuevas subterráneas para alimentarse. Hemos intentado encontrar aquellas cuevas para hacer una emboscada durante el día, pero es imposible encontrarlas. Parecen ser muy profundas y oscuras para nosotros —respondió Harvey mientras miraba a Iris, que lo escuchaba atentamente.

—Esas cosas, su piel era… —dijo Iris, tratando de recordar.

—Pegajosa, lo sé… siempre dejan rastros de esa cosa que segregan al desplazarse, pero se seca rápido, por lo que no podemos guiarnos por ellas —completó Harvey.

—Entiendo —dijo Iris.

Iris se quedó en silencio pensando en aquel aterrador monstruo y no podía evitar pensar que la piel pegajosa de los Yumaf se parecía mucho a la de los moluscos, como las babosas, que segregan mucos. “Quizás es una estupidez lo que estoy pensando, pero si no lo es, podría ser una solución para toda la gente que vive aquí”, pensó Iris mientras veía a Harvey extender su mano hacia ella para que lo siguiera y así mostrarle toda la aldea. En aquel lugar, ella pudo ver muchos hombres mitad bestia, los cuales parecían estar en movimiento todo el tiempo, mientras que las mujeres solo se dedicaban a cuidar a los niños, principalmente a las más pequeñas de la aldea.

—Hay pocas mujeres, ¿eso se debe a ese Yumaf, Harvey? —preguntó Iris.

—Sí, de cierta forma sí. No específicamente a ese Yumaf en particular, pero sí a otros que han atacado la aldea en repetidas ocasiones. Esas cosas están más interesadas en alimentarse de las mujeres, así que no son muchas hoy en día —explicó Harvey.

Iris observó todo y se mantuvo en silencio. Después de algunas horas, Harvey le hizo la pregunta a Iris de si quería quedarse y, si era así, él mandaría a preparar una choza para ella, ya que las hembras solían vivir en chozas y los hombres sin parejas en cuevas.

—Sí, prefiero quedarme aquí por ahora —respondió Iris.

—Bien, entonces mandaré a preparar una choza para ti ahora mismo. Eso puede demorarse un poco, así que puedes elegir una de las cuevas para quedarte, mientras tanto —dijo Harvey.

—¿Una cueva? Bien, está bien, pero… ¿Cuál? —preguntó Iris, mirando la pequeña montaña de piedra que se encontraba frente a ella. Aquel lugar parecía ser donde los machos creaban sus hogares antes de ser elegidos por las mujeres como cónyuges.

—Cualquiera. Tú puedes elegir la que más te acomode, aunque… no hay mucha diferencia entre una y otra, ya que todas son muy oscuras y frías, así que… —Harvey se quedó en silencio mientras Iris pensaba en las palabras que él le decía.

“¿Entonces tendré que quedarme en casa de uno de los hombres de esta aldea? ¿Ellos no se negarán a darme asilo en sus casas?” Se preguntaba Iris mientras se sentaba en una de las pequeñas rocas que estaba en el camino.

—¿Sucede algo, Iris? —preguntó Harvey.

—No, no es nada, solo… ¿No crees que se pueden molestar los demás si les pido asilo en sus casas? —dijo Iris.

—No, claro que no. Seguramente se sentirán felices de poder ayudar a una mujer como tú —respondió Harvey.

—¿Cómo yo…? —preguntó Iris, confundida.

Harvey se volteó por completo para mirar a Iris a los ojos y luego habló con confianza.

—Sí, claro, me refiero a una mujer hermosa como tú —concluyó Harvey.

Las mejillas de Iris se sonrojaron intensamente por las palabras de este. “¿Qué? ¿Por qué dice algo así como si nada?”, pensó Iris.

—Bien, sigamos. Terminaré de mostrarte el resto de la aldea. Bueno, mira, aquí es donde los hombres asan las presas cazadas para las mujeres. Por aquí dejan las frutas recolectadas y acá guardamos algo de los alimentos para el invierno, aunque… claro, no tenemos mucho y el invierno se encuentra cada vez más cerca —dijo Harvey mientras Iris lo escuchaba atenta y miraba cada lugar que él le mostraba.

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Chapter 3