—No me refiero a los guardias Lidia, tú eres una mujer y yo un hombre, estamos solos en tu habitación durante la noche y aunque seamos amigos, eso no quita el hecho de que te encuentre realmente hermosa, así que es mejor que me vaya… —Dijo Cion haciendo que el rostro de Lidia se sonrojara completamente, haciéndola parecer una manzana madura.
Cion sonriendo dulcemente al ver el rostro sonrojado de Lidia, se volteó para marcharse sin esperar sentir la mano de Lidia, sujetarlo nuevamente “Sé, sé que él solo lo dice en broma, lo sé, pero… Desearía que fuera verdad, yo… No quiero alejarme de él nunca más” pensó Lidia mientras sujetaba nerviosa el brazo de Cion.
—Lidia… —Susurro Cion volteando y viendo a esta completamente nerviosa sin querer soltarlo.
—No, no te vayas… Por favor, Cion no te vayas. —Repitió Lidia levantando la mirada y viendo a Cion a los ojos.
Lidia parecía desesperada, por lo que Cion la abrazo rápidamente tratando de calmarla, “No debí decir eso, seguramente la incomode e hice sentir asustada, debo de controlarme, no quiero que me tenga miedo” pensó Cion cuando sintió las manos de Lidia envolver su cintura correspondiendo a su abrazo.
—Cion, quédate ¿sí?, solo contigo me siento segura en este lugar. —Dijo Lidia mientras Cion se apartaba del abrazo y tomando su mano la guiaba a la cama para que ella descansara.
—Está bien entiendo, vamos acuéstate, me quedaré a tu lado hasta que te duermas, ahora descansa que no te dejaré sola, puedes estar tranquila. —Respondió CIon ante la petición de Lidia de no marcharse.
Durante toda la noche Cion se quedó acompañando a Lidia viendo como ella dormía a su lado plácidamente “Lidia te sacaré de aquí, lo prometo, prometo que podrás volver a tu vida cotidiana con normalidad, incluso si mi vida depende de ello” Dijo a sí mismo Cion prometiéndose sacar a Lidia del palacio bajo el precio que fuera. A la mañana siguiente, al despertar, Lidia se dio cuenta de que Cion ya se había marchado, dejando junto a ella nada más que el olor a menta que siempre desprendía de él “Cion…” Lidia sonrió al sentir el olor a menta que desprendía la cobija con la que estaba tapada, fue entonces que la voz de alguien se escuchó al otro lado de la puerta.
— ¡Dije que estoy autorizada para estar en la biblioteca, ¿con qué derecho me sacan de allí?! —Hablo fuertemente la voz de una mujer.
—Señorita, está prohibido entrar a este pasillo, lo lamento, pero son órdenes del príncipe heredero, así que… —Se escuchaba la voz de Cristian hablando con una dama al otro lado de la puerta de la habitación.
Lidia, escuchando las palabras de los escoltas que la estaban cuidando, discutir con otra persona al otro lado de la puerta, decidió ir a escuchar a escondidas colocando su oído contra la puerta.
—El rey me ha permitido la entrada a la biblioteca, ustedes no tienen ningún derecho a bloquear mi camino. —Dijo la mujer mientras que Lidia escuchaba atentamente lo que sucedía afuera de su habitación.
—Señorita Irene, por favor no haga nuestro trabajo más difícil, el príncipe nos ha ordenado no dejar que nadie entre en este pasillo, nosotros no podemos desobedecer las órdenes que se nos ha dado directamente. —Dijo Cristian mientras intentaba retener a la dama.
Lidia al escuchar el nombre de la dama que se encontraba al otro lado de la puerta se emocionó queriendo salir de inmediato a ver si realmente era ella, la villana, su personaje favorito de toda la novela. Lidia abrió la puerta y salió encontrándose frente a sus escoltas e Irene que la miraron algo asombrados al notar que esta seguía en camisón de dormir.
—Cristian, ¿Qué sucede aquí? —Pregunto Irene mirando a Irene con ojos brillosos.
—Lo sentimos, señorita Lidia, por favor vuelva a su habitación, el príncipe nos ordenó que no se encontrara con la señorita Irene, así que por favor vuelva adentro. —Dijo Cristian algo preocupado.
Lidia, al ver como Mark y Cristian parecían preocupados e Irene la observaba con tanta curiosidad y molestia, decidió intervenir aún más.
—Cristian, dime primero ¿Qué es lo que sucede con la señorita? ¿Por qué están discutiendo con ella? —Pregunto Lidia sabiendo claramente lo que sucedía.
Cristian, respetando las órdenes dadas por Lidia, quien era ahora la joven a quien debía de proteger y obedecer, comenzó a hablar.
—Mi señorita, el príncipe, ha ordenado que nadie entre en este pasillo porque no quiere que usted se vea incomodada por las visitas que llegan al palacio. —Respondió Cristian.
—Bien entiendo, pero ese no es motivo para tratar de ese modo a una señorita… ¿Señorita, puede decirme que es lo que usted necesita? —Pregunto Lidia volteando a mirar a Irene.
—Bueno, el rey me ha dado autorización para poder entrar a la biblioteca y sus escoltas me están negando la entrada porque según ellos están siguiendo órdenes. —Dijo Irene con una mirada molesta hacia los escoltas.
Lidia camino frente a Irene y miro a Cristian y Mark de manera inocente, intentando usar las cualidades que le había dado la diosa en ellos.
— ¿En serio está prohibido ir a la biblioteca real? —Pregunto Lidia con mirada inocente.
—Sé, señorita, eso, usted no tiene tal prohibición, es solo que… Bueno, el príncipe no quiere que nadie la moleste, por ese motivo ha negado la entrada a este pasillo a todos los invitados. —Respondió Mark sonrojándose, pero aun mirando con menosprecio a Lidia.
—Oh, entiendo, pero yo quiero quisiera poder ir a la biblioteca también y la presencia de la señorita no me molesta, así que, ¿Por qué no nos llevan? —Pregunto Lidia.
Los escoltas al escuchar las palabras de Lidia no pudieron negarse, por lo que esta entro a su cuarto pidiéndole a Irene que la acompañe y se cambió de ropa rápidamente para luego acompañar a Irene hasta la biblioteca “Ella es tan hermosa, realmente es mucho más hermosa que como la detallaban en la novela, increíble” pensaba Lidia mirando a Irene sin disimulo haciendo que esta se pusiera nerviosa al sentir la mirada de Lidia sobre ella.
—Oye, ¿tú que estás haciendo en el palacio? ¿Eres invitada de sus altezas o algo así? —Pregunto Irene mientras caminaba elegantemente al lado de Lidia.
—Hah, eso… No, no exactamente, en realidad, pues… El príncipe heredero me ha traído hasta aquí, él, quiere que sea su prometida o algo así y yo, pues no puedo negarme. —Dijo Lidia haciendo que Irene la mirara curiosa.
— ¿Por qué no podrías negarte? —Respondió Irene con completa sinceridad y comprensión.
Lidia al escuchar las palabras de Irene le dieron ganas de llorar, era verdad, ella podía negarse, pero el príncipe jamás aceptaría que eso sucediera, la diosa intervenía cada vez más y más en la historia haciendo que el príncipe se obsesionara más con ella.
—Sí, supongo que teóricamente tiene razón, pero… Bueno, no importa, y dígame ¿está buscando algún libro en especial? —Pregunto Lidia a Irene mientras entraban a la gran biblioteca de la familia real.
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