—Su alteza. —Dijo Robert.
—Adelante. —Se escuchó la voz profunda y melodiosa venir del interior de la habitación.
El mayordomo abrió la puerta, entrando junto a Helena. El príncipe, al ver a Helena de pie frente a él, frunció el ceño ligeramente antes de pedirle al mayordomo que se marchara. Helena, nerviosa al ver al príncipe molesto, se quedó quieta en el mismo lugar, mientras que Noah le ofrecía que se sentara.
—No se preocupe alteza, estoy bien así. —Respondió Helena ante el ofrecimiento del príncipe a sentarse en el sofá.
—Helena, tus hermanos se quedarán aquí en el castillo hasta que tengamos completamente controlada la situación con los monstruos, así que si necesitas algo de su casa puedes decírmelo y enviaré a alguien por ello. — Dijo el príncipe mientras observaba a Helena.
Helena sujeto su falda con nerviosismo y luego negó con la cabeza. “Parece preocupada o nerviosa por algo” pensó el príncipe al mirar a Helena frente a él.
— ¿Qué sucede Helena? ¿Alguien te ha estado intimidando? Dímelo, si es así yo… —Pregunto el príncipe mientras mantenía su mirada fija en ella.
—No su alteza, no se preocupe, no es nada de eso. —Respondió Helena mientras levantaba su mirada para ver al príncipe observarla con preocupación.
Las manos de Helena soltaron su falda relajándose rápidamente “Pensé que me había llamado para regañarme dado que parecía enojado cuando entramos” Helena miro nuevamente al príncipe y una sensación de alivio la invadió cuando se dio cuenta de que este no estaba molesto con ella ni nada parecido.
— ¿Acaso ese caballero de hace un momento te estuvo molestando?, ¿él se atrevió a ser grosero o…? —El príncipe no alcanzo a terminar de hablar cuando Helena lo interrumpió abruptamente negando con la cabeza y manos moviéndolas de un lado a otro.
— ¡No! ¡No, claro que no su alteza! ¡El caballero Evans jamás haría tal cosa! —Respondió Helena abruptamente sin darse cuenta de que la mandíbula del príncipe se apretaba y su puño ejercía fuerza contra su silla molesta.
— ¿Evans? —Pregunto el príncipe.
Helena sonrió y luego siguió hablando “El caballero Evans es un caballero femenino, pero a pesar de ser mujer estoy segura de que es muy leal al príncipe, incluso creo que es más leal al príncipe que al duque, sería genial si el príncipe la conoce y logra reclutarla como su primer caballero” pensó Helena sin darse cuenta de que mientras ella se perdía en sus pensamientos el príncipe la miraba molesto. El príncipe se levantó de su silla sin dejar hablar a Helena y le pidió que se retirara de la habitación, ella no pudo entender para que la había llamado, pero aun así siguió la orden del príncipe y se retiró del cuarto, dejando al príncipe solo en la habitación con sus pensamientos.
— ¿Evans? ¿Por qué habla de manera tan familiar sobre ese caballero? —El príncipe se negó a admitir lo que sentía, pero al ver por la ventana allí recordaba la escena de Helena junto a ese caballero.
El príncipe recordó esa sensación que sintió en su pecho cuando vio a Helena sujetando la mano de ese caballero para ayudarlo a ponerse de pie. Ese nudo en el estómago que parecía provocar que se apretara su pecho y le costara respirar, esa sensación que ponía todo su cuerpo tenso y lo hacía querer correr hacia ella y alejarlo de ese hombre que sea hacía llamar caballero del duque.
—Evans…-Repitió por última vez el príncipe antes volver a sentarse en el escritorio.
Durante los siguientes días, Helena se fue acercando más y más a Evans mientras que el príncipe la observaba a la distancia. Los hermanos de Helena, Massiel, Nicolás y Matías fueron al pueblo para avisarle a Amarando que no se preocupara por ellos, ya que no se estaban quedando en la cabaña y que estarían por un tiempo quedándose en el castillo del príncipe. Amaranda se quedó mucho más tranquila al saber que sus hermanos ahora estaban a salvo, mientras que ella trabajaba en la iglesia del pueblo como ayudante del sacerdote.
—Señora Inés, ¿el príncipe no me ha llamado hoy? —Pregunto Helena mientras miraba a la jefa de las mucamas con angustia.
—Helena… He, el príncipe está un poco ocupado hoy, es por eso que él no te ha llamado. —Respondió Inés.
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