—Su alteza, usted es el heredero legítimo al trono, pero antes que eso eres mi sobrino, admito que no he podido estar muy presente estos últimos años, pero yo… —El príncipe, al escuchar las palabras de su tío, el duque se acercó a este aún más molesto que antes.
— ¿Qué no has estado muy presente?, es mejor decir que no ha estado en absoluto en mi vida, si no fuera por el escudo que está en la armadura de sus caballeros, jamás lo hubiera reconocido. —Dijo el príncipe mientras fruncía el ceño y chasqueaba la lengua.
El duque se levantó y camino hacia el príncipe mientras mostraba una expresión de tristeza en su rostro “Le falle, entiendo que se sienta de ese modo, pero…” El duque miró al príncipe y luego se arrodilló ante él bajando su mirada al suelo.
—Su alteza, usted es mi sobrino, hijo de mi amada hermana, la emperatriz, sé que en el pasado jamás estuve a su lado, pero… En ese entonces no tenía el poder necesario para poder intervenir y protegerlo. —El duque levanto la mirada para ver al príncipe quién estaba de pie frente a él.
El príncipe se volteó alejándose del duque y luego hablo dándole la espalda.
—Tienes razón, duque, también eres mi familia, así que, por eso, solo por eso, diles a tu gente que pueden ir al castillo, no dejaré que se queden aquí bajo el frío, así que muévanse, y ayuden a trasladar a los niños al castillo con nosotros. —Dijo el príncipe mientras se alejaba y tocaba la puerta de la cabaña para luego entrar y encontrarse con Helena, que estaba dándole algo de pan a los niños.
El príncipe habló con Helena invitándola a ella y a sus hermanos al castillo, para que estos estuvieran a salvo mientras se trataba el problema con los monstruos. Helena vio a sus pequeños hermanos tan delicados que le fue imposible negarse al ofrecimiento del príncipe, puesto que sabía que, aunque el castillo estaba en muy mal estado, este era completamente seguro ante los monstruos.
—Está bien su alteza, abrigaré un poco más a los niños y vamos. —Respondió Helena ante el ofrecimiento del príncipe.
Al llegar al castillo, el príncipe decidió enviar a Inés y a Robert atender al duque y a sus caballeros, mientras que el mismo se encargó de llevar a los niños a la habitación donde se quedarían, la cual quedaba en el tercer piso del castillo. Al entrar los niños notaron que el lugar estaba en mal estado, pero aun así era mucho más cálido que la cabaña donde vivían.
—Hermana, ¿viviremos aquí ahora? —Pregunto uno de los niños.
—Sí, Miguel, arreglaré la habitación ahora mismo para que puedan dormir todos aquí, así que mientras tanto siéntense y esperen que traeré lo necesario. —Dijo Helena con una sonrisa mientras que el príncipe observaba a los niños emocionados mirando el alrededor.
Al paso de las horas la habitación estuvo lista y los niños se acostaron frente la chimenea, Helena y el príncipe dejaron a los niños durmiendo mientras ellos iban en camino a su habitación. El príncipe invitó a Helena a entrar a su habitación para luego comenzar hablar sobre lo que había visto en los papeles que había estado revisando anteriormente. Helena, nerviosa, comenzó a excusarse por haber revisado los papeles del príncipe sin su autorización, sin esperar que el príncipe en realidad la felicitara y le pidiera ayuda para entender algunos de los reportes y conclusiones que ella había escrito en aquellos documentos.
—Ven aquí Helena, quiero que me expliques esto que escribiste aquí. —El príncipe se sentó en su escritorio tomando alguno de los papeles que se encontraban aún sobre la mesa, y comenzó a señalar para que Helena le explicara.
El príncipe con Helena estuvo varias horas conversando sobre las nuevas ideas para poder proteger el territorio. Cuando tocaron la puerta se vio entrar el mayordomo a la habitación, este traía con él una bandeja con la suficiente comida para el príncipe y para Helena. El mayordomo confundido al ver a ambos tan concentrados en los papeles tosió para que le prestaran atención, era extraño que alguien aparte de él viera los documentos del príncipe.
—Creo que, si ponemos algunas piedras de maná que absorban la luz solar y puedan reflejarla durante las noches, entonces podríamos por lo menos formar un camino seguro que pueda mantener a los trolls y a los orcos lejos de las aldeas. —Helena tomo otro de los papeles al hablar.
—Tienes razón, aunque creo que la muralla con incrustaciones de piedras de maná puede ser aún más segura para alejar a los monstruos del territorio. —Respondió el príncipe Noah mientras se daba cuenta de la presencia del mayordomo e interrumpía a Helena para que esta comiera con él.
El mayordomo miró a ambos mientras que el príncipe le decía que tomara un poco de los fondos que había en el tesoro del castillo y que lo invirtiera en los proyectos de seguridad que había recomendado Helena.
—Su alteza, ¿Cuánto debería de invertir en este proyecto? —Pregunto el mayordomo Robert.
El príncipe que estaba comiendo junto a Helena miro al mayordomo y levanto la mano mostrándole la palma.
—Cincuenta mil, saca cincuenta mil de monedas, oro y compra todo lo que sea necesario, aprovecha que está el duque y habla con él sobre las gemas, en su territorio tienen dos minas de ellas, así que estoy seguro de que podemos hacer un buen negocio. —Dijo el príncipe mientras miraba a Helena que comenzaba a toser abriendo los ojos al escuchar la cantidad de dinero que se gastaría en el proyecto.
—Su, su alteza, creo, creo que podríamos minimizar algunos costos por sí… —Helena no alcanzo a terminar de hablar cuando vio al príncipe sonreírle y detener sus palabras.
—Tranquila, no te preocupes, tenemos bastantes recursos para este tipo de cosas. —Dijo Noah sonriendo, viendo el nerviosismo de Helena al escuchar una cantidad tan alta de dinero.
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