—Hermana, ¿no es agotador? —Pregunto una de las niñas.
—Dicen que vive un monstruo en ese castillo, ¿no te ha hecho daño? —pregunto otra.
—Puedes volver, aquí podemos buscar otra manera, dicen que el hombre que vive en ese castillo da mucho miedo. —Agrego, otro de los pequeños.
Helena, al escuchar las palabras de los niños de la cabaña sonrió, recordó el rostro del príncipe heredero y luego una expresión de tristeza la invadió.
—Niños, no deben de decir esas cosas, quien vive en ese lugar no es un monstruo, ni tampoco es malo, él no me hará ningún daño, al contrario, el dueño de ese castillo, es un príncipe, él es… Muy guapo, tiene un cabello castaño, ojos azules y parece ser bastante alto, aparte, a pesar de ser un príncipe, es bastante gentil, mucho más gentil que muchos otros hombres que no tienen ni una gota de sangre de la nobleza, y que aun así son muy malvados y crueles.-Los niños escuchaban las apalabras de Helena con atención.
José, Mateó y Amaranda, observaban como Helena les explicaba a los más pequeños como era vivir en el castillo, y como defendía al príncipe de los rumores que habían escuchado anteriormente.
—Yo diría más bien, que es alguien… Cauteloso, él no es aterrador, solo diferente, y todos somos diferentes en el mundo, todos tenemos algo que nos diferencia del resto, que nos hace únicos, hay personas que son muy hermosos y elegantes, pero son muy malvados, ustedes más que todos deberían saberlo, acaso ¿olvidaron cómo nos trataban esas personas que se hacían llamar benefactores con nosotros? La mayoría de ellos eran nobles, que llevaban dinero al hogar, pero al mismo tiempo, cuando nos acercábamos, ellos nos golpeaban, se burlaban de nosotros y nos humillaban, ellos solo fingían ser buenos, con esos rostros elegantes y hermosos, pero en realidad tenían mucha maldad en su interior. Es por eso que no pueden dejarse llevar por rumores, o por las apariencias, incluso mirémonos, vean donde vivimos, cuantos rumores había sobre esta casa, y ustedes saben muy bien que esos rumores no eran ciertos, este lugar se convirtió en nuestro hogar, gracias a esta casa hemos estado a salvo los últimos años. —Dijo Helena mientras recordaba todo lo que habían tenido que pasar en el pasado.
—Entendemos Helena, pero es que tú eres como nuestra hermana y… Ese lugar, todas las personas que han trabajado allí dicen lo mismo y todas dejaron el empleo, incluso cuando estaban trabajando para un príncipe, entonces, creo que es algo extraño. —Agrego Amaranda.
—Sé que están preocupados, pero de verdad estoy bien, en el castillo todos son amables, y tampoco es mucho lo que debo de hacer, solo son cosas básicas y apenas me he encontrado con el príncipe, como mucho lo he visto una o dos veces al día. —Respondió Helena con una sonrisa en su rostro mientras tomaba las manos de su amiga para calmar la angustia y preocupación.
Después de algunas horas estando junto a sus amigos, Helena les entrego algo de dinero, algunas compras y se despidió nuevamente para volver al castillo. Todos los niños parecían tristes al ver que Helena se marcharía de nuevo, estos llevaban años viviendo juntos. Helena los había salvado a todos ellos de los maltratos del cuidador, quien se suponía que vería por el bien de ellos, pero que, en vez de eso, los maltrataba diariamente, los obligaba a trabajar y sacaba provecho de estos con gran descaro.
—Vuelve pronto, hermana Helena. —Dijeron los niños más pequeños, los cuales tenían alrededor de seis a diez años. Mientras que los mayores se despedían de ella prometiendo cuidar bien de la casa y de los niños, todos los mayores, quienes tenían alrededor de diecisiete a diecinueve años, tenían pequeños trabajos para ayudar con los gastos del hogar, los cuales eran bastantes al tener que cuidar y proteger a quince niños menores.
Al regresar al castillo, Helena se dio cuenta de que se escuchaba un fuerte sonido detrás de la cocina, justo en el lugar donde normalmente ella lavaba la ropa de la casa. Helena curiosa por el sonido salió a ver de qué se trataba, encontrándose entonces al príncipe Noah cortando leña fácilmente fuera de la cocina, Helena miro el tamaño que tenía aquella hacha que usaba el príncipe y no podía creer como era posible levantar algo tan grande y pesado. “Esa hacha no pude ni siquiera moverla la última vez que estuve ordenando, incluso le pedí ayuda al mayordomo y aun así no pudimos, el mayordomo me dijo que la dejara donde estaba nada más, puesto que era muy difícil moverla, pero… El príncipe la toma y corta leña con ella con tanta facilidad” pensó Helena sorprendida viendo como sudaba el príncipe. Helena entró a la cocina nuevamente y preparo rápidamente un té caliente para el príncipe, sabiendo que este se encontraba afuera, bajo la nieve, cortando leña para la calefacción del castillo “Ese tipo de cosas deberían de hacerla los sirvientes ¿Por qué el príncipe lo hace entonces?” Se preguntó Helena preocupada, sabiendo que el príncipe debía de estar sufriendo un gran dolor por la gran joroba en su espalda, y aún más esforzándose fuera bajo el frío.
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