—Robert, tú y yo ya no tenemos las mismas energías de antes, no podemos descuidar a nuestro príncipe por ser necios, ya no podemos hacernos cargo de las cosas del castillo como lo hacíamos antes, más aún después de que me lastime la pierna, así que esta jovencita nos será de mucha ayuda. — Concluyo la señora Inés mientras que un pequeño brillo de esperanza se dejaba ver en los ojos de Helena
Helena fue llevaba a una de las habitaciones del castillo, esta no se veía limpia ni mucho menos ordenada, pero era mucho mejor que estar fuera en la ventisca. “Este lugar es mucho peor de lo que se comentaba, supongo que necesitan mucha ayuda para mantener el castillo en pie, daré lo mejor de mí para hacer que ellos sientan que me necesitan como mucama, así podre ganar mucho dinero y ayudar a los niños” Pensó Helena mientras ordenaba un poco su nueva habitación. Al día siguiente, Helena se levantó antes que el sol saliera, para así prepararse y comenzar a limpiar, esperando poder complacer a todos en el castillo, y así demostrar que les podía ser útil.
—Veo que se despierta temprano señorita Helena, bueno, ya que está levantada, tome, este será su uniforme, así que cámbiese y luego baja a la cocina, tendrá que acompañarme a saludar al joven maestro. —Dijo el mayordomo mientras que Helena miraba a su alrededor buscando a la jefa de las mucamas.
Helena volvió a su cuarto para cambiarse de ropa y de inmediato bajo a toda prisa hacia la cocina, allí se encontró con un campesino quien acababa de ir para dejar la despensa de ese mes. Helena miró al hombre y este con los ojos mirando al suelo tomo el dinero que el mayordomo le entrego y salió rápidamente del lugar sin decir ni una sola palabra.
—Que bien ya está aquí, bueno, tome la bandeja y venga conmigo, la guiaré hasta la habitación del príncipe Noah. —El mayordomo comenzó a caminar frente a Helena mientras la miraba de reojo hacia atrás.
El mayordomo se veía algo inquieto, pero no decía nada, aunque Helena podía notar un claro sentimiento de preocupación venir de él. “Espero que esta jovencita no sea grosera con el príncipe Noah, ya corrimos a todas las demás sirvientas que servían aquí antes, porque ellas se quejaban del príncipe o actuaban groseramente frente a él” pensaba el mayordomo mientras cerraba los ojos y fruncía el ceño preocupado. Al llegar frente al cuarto, el mayordomo toco la puerta débilmente, para que luego se escuchara apenas una voz grave y rasposa.
—Adelante Robert. —La voz del hombre al otro lado de la puerta parecía triste, solitaria y cansada.
Robert abrió la puerta para entrar, Helena inmediatamente se dio cuenta del hombre que se encontraba frente a ella, el cual era el príncipe Noah, heredero de la corona, quien había sido abandonado por el emperador en las orillas de la frontera, donde los demonios y monstruos atacaban diariamente “El príncipe, él es…” Helena camino con una mirada imperturbable en sus ojos, sorprendiendo al mayordomo y al príncipe, quienes no habían esperado esa reacción en ella, puesto que la apariencia del príncipe era bastante grotesca para la mayoría de las personas. La gran joroba en la espalda del príncipe era la maldición que había sido transmitida a él por su padre, y la marca en su rostro, la cual se encontraba oculta bajo su cabello, espantaba a todos quienes lo veían.
— ¿Qué es esto, Robert? —Pregunto el príncipe mirando a Helena.
—Su alteza, lo lamento, debería haberle avisado con anterioridad de la decisión de la señora Inés, pero esta señorita parece ser bastante eficiente, creo que es muy tenas y puede que…-El mayordomo parecía querer darle toda una explicación al príncipe, pero este lo detuvo.
—Bien, entiendo, solo espero que no haga demasiado ruido y que no entre en este cuarto, y… No entres en la biblioteca. —Dijo el príncipe mirando directamente a los ojos a Helena.
Helena lo observo unos segundos y asintió con la cabeza antes de responder. El príncipe era reacio a involucrarse con los demás, por lo que alejo inmediatamente a Helena de él, diciéndole que se mantuviera lo más alejada posible “Ella seguramente se sentirá incómoda y tendrá miedo de estar cerca, ya estoy acostumbrado a que me llamen monstruo, pero la señora Inés y Robert ahora necesitan ayuda de alguien más para mantener este lugar en pie” pensó el príncipe mirando a Helena marcharse de la habitación. Al día siguiente, Helena se levantó aún más temprano que el primer día y se dirigió directamente a la cocina, encontrándose allí con Inés, quien parecía estar cocinando el desayuno para el príncipe.
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