Capítulo 80
“¿No sería engorroso hacer eso? En mi opinión, puesto que ya tienes esas goletas de las praderas a tu costa, sería mejor llevártelas contigo”.
Ante las palabras de mamá, la expresión de Rouman destelló brevemente con un atisbo de frustración, pero pronto se borró de su semblante.
Era el mayordomo jefe de una casa noble, así que sin duda se le daba bien ocultar su expresión. Aun así, por mínimos que fueran los cambios en sus expresiones faciales o en los movimientos de sus músculos, no sería capaz de engañar a mis ojos.
Pareció reflexionar un momento y sacó otro sobre del bolsillo interior de su pecho.
“Entonces, por favor, no rechace esto”.
Me tendió otra carta a mí, no a mi madre. Era obvio quién era el remitente, pero no la rechacé. Quería saber qué demonios pasaba por la cabeza de aquel hombre.
“Por favor, dame un momento entonces. Voy a resolver esto rápidamente”.
“Sí, por favor, adelante”.
Con la luz verde de mamá, Rouman ordenó a los sirvientes que dejaran de traer los regalos que seguían llegando a la mansión. Las expresiones de todos transmitían confusión o lamento, pero fingí no darme cuenta aunque podía entender lo inconveniente que era para ellos.
“Rin, vuelve a tu habitación por ahora. Yo me encargaré de que este lugar quede limpio”.
“…Sí.”
“Hoy no tenemos más remedio que comer por separado. Dile a Mary que te envíe la comida por separado a tu habitación.”
“…Qué lástima.”
“Yo pienso lo mismo.”
Dándome un ligero beso en la mejilla, mamá no tardó en caminar hacia Rouman.
Con carta en mano, subí las escaleras. El corazón aún me latía con fuerza.
Quizás tensión por el disgusto, o…
“Maldito ex marido”.
En cuanto entré en mi habitación, me apoyé en la puerta, respirando agitadamente. Conscientemente, me obligué a inspirar y espirar profundamente varias veces, y luego me dirigí al sofá para sentarme.
La carta, lacrada con el escudo de armas de la casa Leopardt, estaba rasgada.
Cuando abrí el sobre, sentí débilmente su aroma. Extrañamente, estaba nerviosa. Afilada como una espada, rechacé sin rodeos su propuesta, pero sólo la carta que me envió despertó sutiles sentimientos.
“Es la primera vez que me envía una carta…”
Antes ni siquiera me enviaba mensajes de texto por teléfono, pero ahora me mandaba una carta. Me invadió una inquietante expectación. Era un sentimiento que ni yo misma podía comprender.
“Querida Lady Closch…”
El contenido de la carta, en contra de mis expectativas, no era largo. A pesar de haberla enviado junto con una gran propuesta, el mensaje principal de esta carta era una pregunta sobre cómo me había ido en mi vida diaria más que sobre la propuesta en sí.
¿Estás comiendo bien?
¿Sigues bebiendo agua fría a menudo?
¿Qué tal te sienta en las manos el arco que te compré?
¿Te ha visitado alguien más?
Estaba lleno de preguntas mundanas sobre mi día a día. Luego, fue en la segunda mitad de la carta donde escribió lo que quería decir.
〈 Por favor, no te niegues. 〉
Ya era demasiado tarde para esta petición, y no tenía la más mínima intención de hacer lo que decía, incluso si hubiera leído esto de antemano.
“¿Por qué haces esto ahora?”
Nunca me miraste cuando quise que lo hicieras, pero por qué ahora…
“¿Realmente no sabes que la Seohyun que conocías ya ha muerto y ahora se ha ido?”
Así es. La Seohyun que conocías hace tiempo que murió. Pero por qué me buscas tanto hasta el punto que es…
“…Como si me amaras.”
Tiré la carta al azar sobre mi escritorio y me levanté. Junto a la ventana, vi cómo los vagones cubiertos se marchaban uno a uno. Sintiéndome sofocada, me quité los guantes.
Entonces se revelaron los dibujos ocultos bajo ellos.
El dibujo de la rosa era ahora un poco más grande que antes y, extrañamente, parecía como si las flores se hubieran abierto ligeramente, como si estuvieran floreciendo.
Quizá fuera porque había probado a guiar a un Esper.
A los guías se les trataba con mucho cariño, sobre todo en el Imperio. Sí, quizá por eso me envió una propuesta. Tal vez sólo quería que yo fuera su Guía exclusiva y su cordero de sacrificio, como lo fui en el pasado.
“Pero Ciel, ya soy lo suficientemente sabia como para no volver a vivir como lo hice en el pasado. Ya no soy la misma mujer que sólo anhelaba tu amor”.
Habiendo saboreado el precioso amor y afecto de mi familia, ya no estaba desesperada por una sola persona. Cuanto más lo sabía, más codicia sentía por él, pero en realidad no me importaba.
Al ver partir el último de los vagones, me volví de nuevo hacia la carta que había enviado. Sin duda, papá estaría un poco desconcertado, pero sabía que no tenía la culpa de reaccionar así.
Un pensamiento fugaz pasó por mi mente: un deseo de que papá se diera prisa en volver a casa. Entonces, justo cuando salía el último vagón, vi a papá atravesando las puertas a caballo. Le seguían pequeñas carrozas.
En un instante, la entrada de la mansión se llenó de otras carrozas que parecían fuera de lugar. Volví a ponerme los guantes a toda prisa y salí de nuevo de mi habitación.
“Mamá, ¿ha vuelto papá?”.
“Sí, eso parece. Pero qué sincronización tan impecable”.
Papá instó entonces a su caballo a galopar más deprisa, dejando atrás la lenta procesión de carrozas, que eran conducidas con cuidado para no chocar con nada en la estrecha carretera.
Lo primero que noté fue lo demacrado y agotado que parecía, e inmediatamente sentí lástima.
Era por el bien de la familia, pero con lo duro que debía de haber trabajado, me sentí culpable por haberle pedido quizás que hiciera demasiado.
En cuanto me vio, papá saltó del caballo.
“¡Rin! ¡Hija mía! ¡Papá ha vuelto!”
gritó papá con los brazos abiertos, y yo corrí directamente hacia él. Mis pensamientos extrañamente ansiosos desaparecieron al instante al reencontrarme con esa persona que estaba firmemente de mi lado.
Mientras estaba en su abrazo en el que no había podido estar últimamente, las comisuras de los labios de papá se levantaron al máximo de felicidad mientras le gritaba a mamá.
“¡Cariño, estoy en casa!”
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